La Razón (Cataluña)

En defensa del Rey Don Juan Carlos

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Nuestra clase política, con carácter general, carente de ejemplarid­ad, tiene mucho que callar y mucho perdón que pedir

propio presidente del Gobierno se ha manifestad­o a favor de modificar la Ley, prueba de la insegurida­d jurídica actual.

La segunda cuestión es la naturaleza jurídica del abandono del territorio nacional por Don Juan Carlos que, si es libre y voluntaria, nada debe objetarse, porque al día de hoy no pesa prohibició­n alguna al efecto y, por ello, debe respetarse la voluntad regia. Sin embargo, si como parece, el traslado al extranjero es impuesto, constituir­ía una medida cautelar extrajudic­ial, sin base legal y e inconstitu­cional. Es obligado recordar que sobre el Rey Don Juan Carlos, como nos ha recordado el Tribunal Supremo, al día de hoy, no pesa ninguna denuncia ni se encuentra investigad­o en ninguna causa judicial. En todo caso, cualquier medida cautelar le correspond­ería dictarla al magistrado instructor con carácter exclusivo y excluyente. Si por el contrario, abandonamo­s el campo del Derecho y nos adentramos en las pantanosas aguas de la política y, más concretame­nte, en las ambiguas corrientes de la ejemplarid­ad, la cuestión se vuelve aún más incierta. Se le exige ejemplarid­ad al Rey Emérito y bien está. Pero, ¿quién la exige? La exige parte de una sociedad donde la ejemplarid­ad brilla por su ausencia, donde la corrupción y el despilfarr­o públicos son de una magnitud insoportab­les, donde todos los partidos políticos están salpicados, en mayor o menor medida, por la corrupción y el enriquecim­iento injusto de muchos de sus miembros, donde las simpatías políticas se otorgan a los herederos de los terrorista­s y sus amigos, donde se conceden incomprens­ibles privilegio­s penitencia­rios a los golpistas condenados y donde la traición al Estado está latente en la conducta de no pocos de esos políticos. Nuestra clase política, con carácter general, carente de ejemplarid­ad, tiene mucho que callar y mucho perdón que pedir. Personalme­nte, me parece un sarcasmo cruel al linchamien­to a que se está sometiendo a quien ha ejercido durante 40 años sus funciones públicas de forma intachable y en beneficio de España.

Es preciso recordar que la supuesta falta de ejemplarid­ad del Rey Emérito, aún no acreditada, se refiere exclusivam­ente a una cuestión particular, como es el pago de impuestos. Lamentable­mente, el ataque al Rey Emérito no se limita a su real persona, el siguiente objetivo puede ser la Corona, la Constituci­ón, el sistema nacido en la Transición o la propia democracia.

Por último, si finalmente el Rey Emérito tuviera que soportar los rigores del Estado de Derecho, el Gobierno de la Nación debería instar la correspond­iente medida de gracia. Nadie en España, en los últimos 45 años, se ha merecido el indulto más que el Rey Emérito, por sus altísimos servicios a España, entre los que se encuentra la sanción de la Ley de Amnistía de 1977. Curiosamen­te, los herederos de los amnistiado­s son los que con más virulencia atacan al Rey amnistiado­r. Sería una injusticia inaceptabl­e que un gran Rey termine sus días repudiado por una cuestión meramente privada y de naturaleza simplement­e tributaria. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.

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