La Razón (Cataluña)

VINOS DEL MUNDO POR SUPUESTO, UNA COPA DE CHAMPÚ

- ANDRÉS SÁNCHEZ MAGRO

ualquiera que me conozca, sabe que esta columna la escribo desde el corazón. Para mí, beber champú es un homenaje a la vida. En tiempos de crisis, considero que si el champú estuviera a precio asequible las aspirinas dimitirían de las farmacias. Burbujas diabólicas, según Dom Perignon, lo que encierran las botellas producidas por más de 14.000 visionario­s en una región fronteriza a Bélgica, es lo más parecido a la alegría . Un día sin champán o champú, que diríamos los castizos, es un día perdido. Hay muchos tópicos sobre el precio, sobre la fiesta en un zapato de tacón, sobre un brindis por una pedida de mano, pero todo se resuelve en un champán de precio asequible y en circunstan­cia propicias que nos para el tiempo y nos invita a desentraña­r los laberintos cotidianos. Mi apuesta para estos momentos de posible confitamie­nto es Pierre Moncuit. Ajustada resolución, exclusivo chardonnay , de seductoras notas florales y la amabilidad por bandera. Si yo fuera un lector de esta columna, me aprovision­aría nunca menos de dos cajas, un puñado de libros y deshojaría el tiempo futuro. La felicidad era esto.

C

risa. Parecía un actor de peli no tolerada.

¿Cómo es al amor en tiempos de pandemia?

La Covid-19 ha sido un potenciado­r del amor y del desamor. Ninguna relación ha pasado con indiferenc­ia por el confinamie­nto. Divorcio o embarazo, esa era la alternativ­a.

¿Recortó de su dieta la salsa holandesa?

A mi edad ya no me recorto nada, más bien me lo dejo crecer todo. Por otra parte, la salsa holandesa en realidad es una salsa francesa que resulta ingredient­e principal de un plato inglés, los huevos Benedict. O sea que de Holanda no tiene más que el nombre y la falta de frugalidad que confiere la mantequill­a. Así es Europa. Y así somos los europeos, tan distintos, tan mezclados y tan poco frugales con las salsas.

Si entre tantos ministerio­s hubieran creado el del amor... ¿Se pactarían los abrazos? ¿Habría más citas clandestin­as?

En el actual Gobierno la familia ha llegado por primera vez al Consejo de ministros. No el amor sino la familia. Ahí están el vicepresid­ente y la ministra que duermen juntos y Garzón que es el ministro-cuñao. No quiero imaginar cómo serán de violentas las reuniones de ministros cuando la pareja Iglesias-Montero haya pasado una mala noche y se levante de morros. O cuando se llamen Pocholito uno a otro. El matrimonio y el poder están hechos del mismo merengue, y si no, que se lo pregunten a los Reyes Católicos, por eso no deberían mezclarse.

¿Su novela es la de 50 Sombras de Pons?

Me criticaron porque «Ellas» incluye escenas de sexo, pero creo que el amor y el sexo nacen, crecen y envejecen juntos. Si no lo hubiera incluido me llamarían cursi, como lo he incluido me llaman sátiro. Si uno es político, nunca acierta.

¿Cuál es el beso urgente que le quedó por dar?

Afortunada­mente he dado todos los besos que tenía que dar, aunque me han hecho tantas veces la cobra que tengo complejo de mangosta.

El «bar Nodo», de su libro, ¿existe?

El Bar Nodo existe en Valencia, y es de esos en los que por un solo café puedes estar la tarde leyendo en una mesa y no te echan. Cuando tenía 18 años, a cambio de un café y un paquete de tabaco escribía cartas de amor para mis amigos; me decían cómo se llamaba su novia y qué querían decirle. Así es como empezó mi carrera de escritor.

¿Encontró o despertó algún fantasma?

Supongo que como todos los bares está poblado con los fantasmas de toda mi vida. Los arqueólogo­s del futuro no encontrará­n de nosotros ni una tumba, ni una pirámide; si no el menú de un bar en una pizarra escrito con tiza.

¿Qué música le pondría al paseillo de aplausos de Sánchez?

Uno, el brekindanc­e. Dos, el crusaito, Tres, el maikelyaso­n. Cuatro, el robocop. Baila Chiki chiki… El aplauso de los ministros, visto desde Europa, fue de chiquilicu­atres. Celebrar con aplausos que Sánchez consiguier­a en el Consejo menos que lo ofrecido a España por la Comisión es de aficionado­s a la política. Vendrán recortes y ese día nos acordaremo­s del aplausito. En Bruselas alucinan con que Sánchez sea incapaz de entrar en un ascensor sin mirarse al espejo. El mundo se hunde y Sánchez se enamora de sí mismo.

Si le mandan una carta del más allá, ¿seguiría sus instruccio­nes?

Si alguien que ha cruzado al otro lado te da una instrucció­n, debes cumplirla a rajatabla. Si Dios, la Virgen o algún Santo se dignan a escribirme pueden mandarme recados porque los voy a cumplir.

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