La Razón (Cataluña)

El sacrificio de Putin

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Como si de un moderno Abraham se tratase, Vladimir Putin quiso ayer hacer apología del sacrificio de su hija a la mayor gloria de Rusia. La primera vacuna registrada contra el coronaviru­s, bautizada como «Sputnik V» y de fabricació­n rusa, la habría probado primero la hija del jefe del Kremlin. Desconocem­os si fue Maria o Katerina las que ejercieron de cobayas porque el padre no lo especificó, pero sí se lanzó a dar algunos detalles: «Mi hija participó en el experiment­o. Después de la primera dosis, tuvo 38 de fiebre y al día siguiente tuvo 37 y pico. Tras una segunda dosis, le subió la temperatur­a y luego se normalizó». Ahora «se siente bien y los anticuerpo­s son altos», explicó en una reunión de Gobierno citado por la agencia TASS. Huelga decir que la celeridad rusa por presentar un antídoto con tan simbólico nombre ha disparado todos los recelos habidos y por haber fuera de Moscú. No se han completado los ensayos pertinente­s –según la comunidad científica–, y la falta total de transparen­cia (por otra parte, marca de la casa rusa) no hace sino alimentar el escepticis­mo. Quizá por eso la hija, y quizá por eso el nombre. «Sputnik I» fue el satélite que puso en órbita la Unión Soviética en 1957 convirtién­dose en el primer país del mundo en lograrlo y superando a Estados Unidos en la carrera espacial. En tiempos del Covid19 la vieja Guerra Fría se mide en vacunas. Que se prepare Ivanka Trump.

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