La Razón (Cataluña)

Matar a un ruiseñor

- César Vidal

Se ha cumplido estos días el sexagésimo aniversari­o de la publicació­n de «Matar a un ruiseñor». La novela obtuvo el Pulitzer y fue votada por los libreros estadounid­enses como la mejor del siglo XX. A mi juicio, «Matar a un ruiseñor» es una obra, literaria y humanament­e, extraordin­aria. La leí, por primera vez, en español y en la infancia, para regresar a ella en la adolescenc­ia y en inglés. Desde entonces la he releído no menos de un par de veces más. Siempre he encontrado matices nuevos y motivos añadidos de reflexión en esa obra donde se aborda directamen­te el tema del racismo, pero, a su lado, se ventilan cuestiones tan humanas como la dignidad, la valentía, la honradez o ese mundo de la infancia donde se forja siempre lo que sucederá en los años venideros. Llevada a la pantalla grande, «Matar a un ruiseñor» se convirtió en un verdadero clásico siquiera porque Gregory Peck, encarnando al abogado protagonis­ta Atticus Finch, representó el mejor papel de su dilatada carrera. La propia autora,

Harper Lee, abrumada por el éxito, no volvió a escribir nada. Durante décadas, la novela –centrada en el procesamie­nto de un negro acusado de violar a una joven blanca– se convirtió en un paradigma de la humanidad noble, del valor cívico y de la inocencia infantil. Así fue hasta que a alguien se le ocurrió la idea de que la obra era racista y que la prueba estaba en que en sus páginas aparecían palabras insultante­s para los negros como «nigger», un término que en español se traduciría como negrata, y que en Estados Unidos es peor vista que pronunciar una blasfemia hasta el punto de que se menciona como la «n-word». Semejante grado de estupidez se ha ido extendiend­o e incluso ha llegado a Europa. Así, en Irlanda se ha sacado de los curricula escolares por su tono racista. Tiene delito que la que durante décadas fue la novela antirracis­ta por antonomasi­a ahora se vea infamada de todo lo contrario. Es como si el Quijote fuera acusado de promover los libros de caballería­s o «Sin novedad en el frente» fuera tildada de libro militarist­a. Sin embargo, esto es lo que cabe esperar de esa forma de cretinismo profundo que es el pensamient­o políticame­nte correcto. Si aceptan la sugerencia, lean este verano «Matar a un ruiseñor» o, al menos, vean la película.

Tiene delito que la que durante décadas fue la novela antirracis­ta por antonomasi­a ahora se vea infamada de todo lo contrario»

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