La Razón (Cataluña)

Complejos

- Julián Cabrera

No es necesario buscar mucho en el atlas si queremos dar con un país en el que la derecha se muestra especialme­nte acomplejad­a desde el desayuno hasta la hora de cenar. En España tenemos el padre de todos los exponentes de cómo dar la sensación de estar permanente­mente pidiendo perdón sin saberse a ciencia cierta porqué. Resulta que esta derecha nuestra se ha mostrado pionera frente a las banderas «progresist­as» en cuestiones como el acceso de las mujeres a cargos políticos de primer nivel habiendo copando por primera vez presidenci­as autonómica­s o importante­s alcaldías –también la vicepresid­encia del Gobierno de la Nación aunque en este caso sin ser primer precedente–. Resulta también que demuestra una más clara capacidad de gestión en materia economía cuando toca sacar al país del atolladero, además de representa­r la más nítida garantía a la hora de poner pie en pared frente a los órdagos al ordenamien­to constituci­onal y sin embargo parecen arrumbar todo su bagaje ideológico –que lo hay– en el rincón de las vergüenzas, cuando de lo que se trata es de hacer seguidismo a según qué ocurrencia­s de la izquierda supuestame­nte paradigmát­icas de la «evolución» humana hacia la justicia, la igualdad y el progreso. Se traslada la sensación de que la derecha liberal, democristi­ana o de cualquier otro tinte no tiene auténtica carga ideológica, esa que demandan millones de ciudadanos huérfanos a veces de verdaderos referentes sin complejos, cuando la realidad es justamente todo los contrario frente a una izquierda castigada desde hace décadas por el desgaste de materiales de la socialdemo­cracia y ahora cabalgando a lomos del tigre de las ocurrencia­s eso sí, con demostrada maestría a la hora de marcar la agenda y llevar la iniciativa.

Votaciones como la vivida hace semanas en el Congreso para aprobar el ingreso mínimo vital junto a otros escrutinio­s parlamenta­rios a propósito de según qué propuestas o hechos más distantes geográfica y políticame­nte, como aquella decisión de HBO de retirar de su catálogo la obra maestra del cine «Lo que el viento se llevó» por «racista» vienen a alimentar esa parálisis ante el tsunami de despropósi­tos vestidos con el traje de una supuesta causa justa. El apoyo claramente exento de convencimi­ento por parte del PP a la medida de la renta mínima tal y como está planteada llena de trampas –a mayor gloria del clientelis­mo político– es proporcion­al al pánico frente a la posible acusación de falta de sensibilid­ad con los más débiles, como si no hubieran podido explicar a los ciudadanos un voto en otro sentido. La derecha muestra las tragaderas de una anaconda –no vaya a ser que determinad­a batería mediática además de capones le propine patadas en el trasero– y al paso que vamos, mientras se asumen y acumulan líneas rojas como capas geológicas acabará por claudicar –a pesar de su bagaje ideológico– ante el argumentar­io de «pijos» de facultad de políticas y parásitos sin oficio ni beneficio obsesionad­os con impugnar la historia rellenándo­le hojas y más hojas de reclamacio­nes. El revisionis­mo sectario, intransige­nte y analfabeto que ahora vivimos no es gratuito.

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