La dimisión en bloque no calma las protestas
El primer ministro Diab fue advertido del peligro «Si el nitrato de amonio explota puede llegar a destruir Beirut», le avisaron dos semanas antes
Al llegar las 18.08 de la tarde, miles de libaneses que se concentraron en la autopista frente al puerto de Beirut, o más bien de lo que queda de él, rememoraron la catástrofe. Una enorme explosión que retumbaba los altavoces que se habían colocado allí para el evento. Después, un minuto de silencio para rendir homenaje a los 173 muertos, después de que ayer los equipos de rescate encontraran bajo los escombros una decena de cadáveres más.
Bajo el lema «Todos somos una gran familia», la enorme comitiva marchó hacia la plaza de los Mártires, donde los últimos tres días hubo enfrentamientos violentos entre manifestantes y las fuerzas de seguridad que han dejado más de un millar de heridos.
El Gobierno de Hasan Diab ha dimitido en bloque, gracias a la presión de la calle, pero para una población destrozada no es suficiente. La renuncia del Ejecutivo de Diab ha abierto las heridas del sectarismo, ya que su Gobierno era lo más parecido a uno «tecnócrata», lo que exigieron los manifestantes que hicieron caer al anterior ejecutivo de Saad Hariri, y ha fracasado.
Los libaneses siguen esperando respuestas, quieren saber lo que ocurrió para que los muertos puedan descansar en paz. Indignados al ver que la investigación no se concreta y cada día que pasa surgen nuevos interrogantes en vez de respuestas, han decidido seguir adelante y llegar hasta el final para derrocar al sistema.
Sin embargo, para poder acabar con el arraigado sectarismo político se necesita más de dos revoluciones. El sistema confesional ha ayudado a mantener una casta política que se pasa el poder de padres a hijos o de suegros