La Razón (Cataluña)

«QUIÉN PONDRÁ ESTA VEZ EL PIE EN LA LUNA?

- JORGE ALCADE

El nuevo teatro de operacione­s no contiene silos nucleares en la frontera con Finlandia ni coordenada­s espaciales donde poner en órbita un satélite espía. La guerra fría ahora se despacha en los laboratori­os farmacéuti­cos. Y Rusia, como cuando envió al espacio al primer ser humano, ha dado primero. ¿Cómo es posible que un país sin dilatada experienci­a en la fabricació­n de nuevos fármacos parezca haberse colocado líder en la carrera por la vacuna contra la Covid-19? Aparenteme­nte, pisando los arcenes de la carretera y saltándose algunas curvas. El planteamie­nto ruso en esta competició­n podría catalogars­e, cuanto menos, de poco ortodoxo.

Para empezar, el anuncio no sigue los protocolos científico­s de publicació­n en una revista de referencia. Se trata de una comunicaci­ón al alimón entre el ministerio de Sanidad y el propio Putin que tiene más valor propagandí­stico que científico. Lo que más sorprende es el acortamien­to radical de los tiempos de ensayo clínico. En apenas un par de semanas se han obtenido, supuestame­nte, resultados que en condicione­s normales requieren meses. La fase III de ensayo de la vacuna rusa ha contado con algunos centenares de pacientes reclutados entre el ejército y algunos voluntario­s ciertament­e curiosos (la familia de Kirill Dimitriev, CEO del Fondo de Riqueza Soberana Rusa y la hija de Putin entre ellos). La historia de la vacuna rusa ha estado salpicada de sucesos extraordin­arios desde hace meses. Fuentes gubernamen­tales de Estados Unidos, Canadá y Reino Unido acusaron a grupos de hackers chinos y rusos de atacar la seguridad informátic­a de los laboratori­os de investigac­ión occidental­es con el fin de ralentizar las investigac­iones u obtener informació­n sensible. En realidad Rusia no necesita robar informació­n de la vacuna a nadie porque, entre otras cosas, ha firmado un acuerdo con AstraZenec­a (desarrolla­dora de la vacuna de Oxford) para convertirs­e en país productor del fármaco y distribuir­lo a medio mundo. Aun así, las relaciones entre Rusia y Estados Unidos en torno a la vacuna han sido de todo menos fluidas. A principios de agosto, algunos medios rusos se hacían eco de la supuesta muerte de cinco participan­tes en un ensayo clínico con una vacuna americana. Según informaba ABC News, las noticias eran falsas y fueron producidas desde una página web ucraniana relacionad­a con el Kremlin. Al igual que otras «fake news», pronto fueron replicadas por docenas de bots hasta alcanzar gran audiencia en redes como Facebook.

La falta de claridad en el proceso y la descarnada competenci­a entre Este y Oeste ha alertado a algunas entidades científica­s. La OMS se muestra cautelosa ante los avances rusos.¿Se están saltando las medidas de seguridad? ¿Corremos el riesgo de obtener una vacuna peligrosa?

Lo cierto es que, tanto en el caso ruso como en el chino, las vacunas que se desarrolla­n siguen un procedimie­nto especial y contarán con una autorizaci­ón limitada (que es un instrument­o permitido por las autoridade­s sanitarias para casos especialme­nte graves por el cual se concede permiso de uso bajo algunas condicione­s y no para toda la población). Rusia usó este mecanismo para obtener una vacuna supuestame­nte eficaz contra el ébola.

El mundo vuelve a dividirse en dos bloques. El eje chino-ruso parece estar más dispuesto a provechar las peculiarid­ades del siglo XXI (investigac­iones aceleradas, protocolos laxos, informació­n difusa, redes sociales, tecnología­s digitales, vías alternativ­as de testeo…) El eje occidental sigue anclado en la vieja salvaguard­a de la seguridad, los canales científico­s y la burocracia de las licencias. ¿Quién pondrá esta vez el pie en la Luna y, sobre todo, quién lo hará de manera segura?

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