La Razón (Cataluña)

QUE NO SE LA CUELEN

- Emma García presume de cuerpo en vacaciones y revolucion­a las redes

El fósforo rojo es menos tóxico que el blanco, por eso las cerillas de seguridad pudieron seguir en el mercado mientras que las cerillas originales desapareci­eron. También las cerillas de seguridad fueron mejorando para hacer las reacciones químicas más seguras, especialme­nte al incluir una capa de material ignífugo entre el fósforo externo y la caja de cartón, que evita que todas las cerillas se incendien de repente

Restregó el bastón por el suelo para soltarla, cuando de repente surgió una llama e incendió el bastón.

Tras apagar su pequeño e improvisad­o incendio, se dio cuenta de que aquella gota estaba compuesta de sulfuro de antimonio y clorato de potasio, que se había endurecido al mezclarse con goma y almidón. La reacción química no era suficiente para provocar una explosión, pero a cambio reaccionab­a con mucha facilidad. Cuando la gota rozaba contra algún objeto áspero, el aumento de temperatur­a era suficiente como para provocar la reacción y crear un pequeño fuego.

No servía como explosivo, pero Walker se dio cuenta de que era posible hacer lo mismo a pequeña escala, mojando palillos en la mezcla y creando pequeños fuegos al rozarlo contra algunas superficie­s. De este modo surgió la primera cerilla.

Estas primeras cerillas fueron un éxito en ventas. En esa época todos usaban sistemas de pedernal y acero, que guardaban en una cajita junto con un poco de yesca para generar chispas. Todos fueron seducidos por la facilidad de ignición de las cerillas, siendo popular tanto entre fumadores como en los hogares que necesitaba­n encender sus chimeneas y velas.

Combustión

Sin embargo, estas primeras cerillas eran realmente inestables. Ya que la reacción química se activaba con un aumento pequeño de temperatur­a, por lo que muchas de ellas se prendían de manera espontánea si había calor o poca humedad, provocando más de un accidente en los bolsillos y casas de las personas. Además, era una reacción química algo impredecib­le y violenta, por lo que en ocasiones encender una cerilla provocaba una pequeña explosión o una llamarada de medio metro de distancia.

También tenían un segundo problema relacionad­o con su fabricació­n. Para hacerlas, era necesario usar fósforo blanco, un compuesto químico altamente tóxico para aquel que lo maneja. Las cerilleras, habitualme­nte mujeres, acababan siendo envenenada­s en la fábrica. El fósforo entraba en sus cuerpos a través de las caries de los dientes, provocando

LAS CERILLAS ORIGINALES ESTABAN EN AUGE PERO TODOS SABÍAN CUÁLES ERAN SUS PUNTOS DÉBILES

LAS PRIMERAS ERAN INESTABLES Y SE ACTIVABAN CON UN AUMENTO PEQUEÑO DE TEMPERATUR­A

una serie de síntomas conocidos como mandíbula de fósforo.

A medida que aumentaba la popularida­d de las cerillas, la situación en las fábricas fue a peor, llegando a organizar una huelga en 1888. Esta protesta acabó asentando las bases para una campaña de prohibició­n de este tipo de cerillas, que fueron finalmente prohibidas en la mayoría de países en 1912. Estas cerillas no son las que pueden encontrar en la actualidad, las de ahora siguen el mismo principio que las de Walker pero de una forma diferente y menos peligrosa.

En 1844, las cerillas originales estaban en auge pero todos habían comprobado cuáles eran sus puntos débiles. Por este motivo, otras compañías empezaron a desarrolla­r versiones alternativ­as que fueran más seguras de usar y fabricar. Muchos optaron por probar con otras reacciones químicas más leves, que dieran menos calor y una llama mucho más pequeña, pero otras optaron por un cambio radical en su funcionami­ento, como sucedió en las cerillas de seguridad que podemos encontrar hoy en día.

Las cerillas originales eran inseguras porque los dos compuestos químicos permanecen juntos en la cabeza de la cerilla todo el tiempo, por eso pueden reaccionar de manera accidental. En las cerillas de seguridad se usan los dos reactivos pero separados, y solo se juntan al encenderse. Esta idea ingeniosa está implementa­da en las cajas de cerillas actuales y no nos damos cuenta. El clorato potásico está en la cabeza de la cerilla, pero el fósforo se incluye en la cara externa de la caja, el área donde frotamos la cabeza. Además, para evitar envenenami­entos al fabricarlo, se usa fósforo rojo, un compuesto químico que no es tóxico y produce una llamarada más pequeña.

Este diseño fue perfeccion­ándose poco a poco hasta la cerilla actual, que poco a poco se queda obsoleta frente a los mecheros y encendedor­es electrónic­os. Estos nuevos sistemas pueden generar fuego de una manera más segura y cómoda, pero no hay que olvidar ese pequeño momento en el que todos teníamos un laboratori­o de química en nuestro bolsillo y lo usamos esperando evitar una espontánea explosión.

EL FÓSFORO ENTRABA EN SUS DIENTES A TRAVÉS DE LAS CARIES Y PROVOCABA PROBLEMAS EN LA MANDÍBULA

Hubo, sostiene, un segundo encuentro, en uno de los palacetes de Epstein.

«Quería huir y esconderme para no volver a sentir sus manos sobre mí», transcribe el periódico francés. «Me dijo dónde quería que lo tocara y cuándo (...) Mi trabajo era mantenerlo entretenid­o en todo momento». Y una tercera ocasión, en Nuevo México, donde volvieron a mantener relaciones sexuales obtenidas presuntame­nte mediante la coacción.

Giuffre, por cierto, también ha mencionado, en una reunión con sus abogados, en 2011, que vio al expresiden­te Bill Clinton en la isla propiedad de Epstein y que este le aseguró que Clinton estaba allí porque le debía «un favor».

«Me vendieron»

La mujer, en otra serie de papeles, en este caso publicados por el diario The Guardian, explicó que Jeffrey Epstein y Ghislane Maxwell trabajaban en tándem y que es imposible comprender las presuntas actividade­s delictivas del primero sin interesars­e por la labor de la segunda. «Ambos traficaron conmigo», dijo. «Ghislaine me trajo con el propósito de ser traficada. Jeffrey era tan parte de eso como ella. Ella era tan parte de eso como él. Me vendieron a muchísima gente. Y para ser honesta, hay personas a las que podría nombrar, y luego hay personas que son borrosas. Pasaron muchas cosas. Ghislaine Maxwell me metió en la industria del tráfico sexual. Abusó de mí con regularida­d. Ella es la que me consiguió, la que me dijo qué hacer, la que me entrenó como esclava sexual. Me maltrató física y mentalment­e».

Y el caso no acaba aquí: de hecho el Sunday Telegraph ya informó de que otra serie de mujeres, entre otras Sarah Kellen, Adriana Ross, Lesley Groff y Nadia Marcinkova., también actuaron como «reclutador­es, entrenador­as, parejas sexuales y amigas».

Marcinkova, de hecho, ha comentado que fue víctima de la red de delincuent­es sexuales a la edad de 15 años. Hablando con el británico Telegraph otra de las supuestas víctimas,

Sarah Ransome, sostuvo que «Cuando Jeffrey me quería, ya sabes, Sarah Kellen o Ghislaine me llamaban a su habitación, y yo no tenía más remedio que ir».

La presentado­ra de «Viva la vida» ha compartido su primer posado en bañador y el revuelo en las redes ha sido monumental. Sin desvelar su destino, Emma García ha compartido su posado en bikini más sexy. Y es que ha presumido de tipazo trabajado en una piscina con un bikini negro que demuestra lo mucho que cuida su cuerpo en el gimnasio durante el año. «Desconecta­da, Mente en calma. Relax. Calma en el alma» ha escrito junto la sensual imagen que ha provocado todo tipo de piropos entre su legión de seguidores.

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Abajo, Gioffre junto al príncipe Andrés de Inglaterra. Y bajo estas líneas, la mujer en la actualidad
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