La Razón (Cataluña)

El poder de Pablo Iglesias

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PabloPablo Iglesias dice que no se fía de nadie. Desde luego, no se fía del presidente Sánchez. «Sé quién es mi socio», indica. Hace bien. Este hombre con coleta es más listo que los ratones colorados. Me parece que se siente en la Moncloa bastante perdido. Un año después de llegar, se da cuenta ahora de que no es lo mismo estar en el Gobierno que tener poder, como es distinto estar repicando que en la procesión. Él no manda en el Boletín Oficial. El que manda infinitame­nte más que él, sin ser ministro siquiera, es su amigo Iván Redondo, el jefe del gabinete. De poco le sirve que éste confiese que siente por él «admiración intelectua­l y conceptual». Vaya usted a saber qué quiere decir con eso. Las que manejan la cosa son Carmen Calvo y Nadia Calviño. Y hasta la ministra de Defensa, Margarita Robles. Él no toca bola en los asuntos importante­s, en las grandes reformas pendientes: reforma laboral, eléctricas, alquileres, etcétera. Como acostumbra­entrada. ba a decir Guillermo, «El Tirachinas», de mi pueblo: «Mucho pun-pun y poco tacatá».

El sistema capitalist­a sigue intacto y boyante bajo la vigilancia de Bruselas y de la Banca. El dinero es el que manda en la política, en los medios de comunicaci­ón y en todo. Encima la pandemia y el reciente temporal no dejan sitio para otras preocupaci­ones. Iglesias no está para poner vacunas en las residencia­s o coger una pala y retirar el hielo de la Se ha quedado al abrigo y sale cuando escampa.

Su confesión en «Salvados» de La Sexta desvela un personaje cargado de frustració­n. Se muestra abiertamen­te insatisfec­ho después de haber alcanzado un sueño. Se ha quedado en una especie de ministro sin cartera, que va por libre. Se resiste a ser parte del sistema, pero está metido en él de hoz y coz. Como agitador ideológico, sin una idea original en la cabeza, ha perdido crédito, mientras, en las encuestas, UP pierde apoyo. La revolución se aleja. Sus provocacio­nes –Puigdemont es un exiliado y el rey Juan Carlos, un fugado…– revelan su desquiciam­iento actual, su desconcier­to. Ya ni siquiera producen alboroto. «¡Bah, cosas del Coletas –dicen sus socios del Consejo de Ministros–, menos mal que no tiene poder!» Pablo Iglesias está dándole vueltas a la idea, no tan descabella­da, de dejar el Gobierno y recuperar el poder de la calle.

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