«SI EL GOBIERNO VA A SEGUIR SIN ACTUAR, LO QUE ROGAMOS ES QUE NO MOLESTE»
LasLas comunidades autónomas están soportando la carga entera de la pandemia. La manida cogobernanza era esto, que el Gobierno acompañara como un mero espectador, a la manera de esos observadores internacionales en territorios de conflicto que viven como reyes entre la miseria y el drama ajenos, revestidos, eso sí, con la dignidad de su noble misión. Hay auténticos profesionales en ese campo, que sirven a los intereses del mejor postor, pero eso, como dejó escrito y rodado el gran Billy Wilder, es otra historia. En la nuestra, presidente, vicepresidentes y ministros se han borrado de la foto del día a día frente al virus, de la pelea allí donde se ha hecho fuerte, que es en la vida de todos nosotros, aunque para La Moncloa, seamos los otros. Pero que no aporte soluciones ni atienda a las llamadas desesperadas de socorro de las administraciones, no se ha traducido en una renuncia a explotar políticamente la coyuntura, ya sea con la elección de un ministro como candidato electoral o enmendando, incluso en los tribunales, las decisiones que las autoridades delegadas disponen para salvar vidas. El recurso ante el Tribunal Supremo contra el adelantamiento del toque de queda en Castilla y León solo puede explicarse en el contexto de un cálculo político, pero no de salud pública. Sánchez e Illa han hecho la vista gorda cuando el interfecto era uno de los suyos, incluidos los nacionalistas vascos, y se ha guardado el puño del estado para los gobiernos populares. Se ha actuado contra Mañueco o Díaz Ayuso como no habría osado hacer contra Urkullu, Chivite o Armengol. El doble rasero es también la doble moral que, llevada a sus extremos, separa de forma maniquea entre buenos y malos, los míos y los otros. Pero aquí se juega con vidas y bienestar. «Si el Gobierno va a seguir sin actuar, lo que rogamos es que no moleste». El desahogo de la presidenta de la Comunidad de Madrid en solidaridad con su homólogo castellanoleonés describe en el fondo la conducta de unos gobernantes que han incumplido su primer deber, proteger y servir al ciudadano.