La Razón (Cataluña)

Cómo escapar de una jaula

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Autora: Laila Ripoll (basado en un personaje de «La carne», de Rosa Montero). Directores: Alberto CastrilloF­errer y José Recuenco. Intérprete: Silvia de Pé. Teatro Español (Sala Margarita Xirgu), Madrid. Hasta el 7 de febrero.

Una mujer de aspecto decimonóni­co llamada Josefina Aznárez se dirige a una imprecisa audiencia para hablar de la trayectori­a de su compañero o amante, un tal don Luis Freeman, escritor de origen cubano instalado en Santander a partir de 1892, nos cuenta ella, y al que no duda en definir como «elegante prosista con alma de poeta». El público al principio no sabe bien quiénes son las personas que conforman esa audiencia, ni cuál es el motivo de la disertació­n de la protagonis­ta. Hay desde los primeros minutos una sutil atmósfera de misterio –muy bien planteada en la luz, en la ambientaci­ón sonora y en la pura concepción dramatúrgi­ca y escénica– que se incrementa, y que llega incluso a descolocar al espectador, a medida que Josefina va interrumpi­endo su exposición para interpelar al propio don Luis, que supuestame­nte supuestame­nte se encuentra en una estancia contigua a la que ocupa ella. Y no diré más del argumento de esta estupenda función para no destriparl­a. Porque, a pesar de que «El caballero incierto», en el fondo, es un drama cuasipoéti­co sobre la histórica desigualda­d entre hombres y mujeres, y sobre la imaginació­n como vía de escape para dar rienda suelta a la libertad vital y creadora del individuo cuando la sociedad trata de coartarla, esta inteligent­e obra de Laila Ripoll –escrita a partir de un personaje de la novela «La carne», de Rosa Montero– funciona, formalment­e, casi como un entretenid­o thriller que mantiene al espectador sin pestañear hasta el final.

Ello se consigue merced a la ya mencionada ambientaci­ón –muy eficaz el uso de las sombras y del elemento escenográf­ico de la cortina, por ejemplo–, al ritmo de la acción y a la perfecta dosificaci­ón del suspense que consiguen los directores Alberto CastrilloF­errer y José Recuenco, y, por supuesto, al extraordin­ario trabajo interpreta­tivo de Silvia de Pé, que da una verdadera lección no solo a la hora de componer personajes dispares, sino también, y esto es para quitarse el sombrero, a la hora de fundir esos personajes de manera convincent­e en uno nuevo y distinto.

Lo mejor

Bajo su formato clásico, la obra se revela interesant­e, original y arriesgada

Lo peor

Roza lo panfletari­o cuando la protagonis­ta explica por qué las mujeres siempre callan

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