RAQUEL VÁZQUEZ
Raquel Vázquez (Lugo, 1990) es filóloga e informática. Su último libro, «Aunque los mapas» (Visor), ha recibido el Premio Loewe a la Creación Joven y El Ojo Crítico de RNE de Poesía. También ha publicado, entre otros, los poemarios «Lenguaje ensamblador» (Renacimiento, Premio Orizzonte Atlantico) o «El hilo del invierno» (Hiperión, Premio València Nova), la novela «Chomolangma» (La Isla de Siltolá) y los libros de cuentos «La ocarina del tiempo» (Trifolium) y «Paralelo 36» (Talentura).
«ÁRBOLES SIN NOMBRE»
Un trapo retorcido por garganta, ¿acaso un día hubo algo que contar?
Con un trazo inspirado –ella sí– la sangre sella el suelo.
Habrá que ver quién limpia –qué manos, cuándo, cómo–
tantas palabras dóciles –triste charco enraizado–,
tantas palabras firmemente amnióticas.
Acaso un día hubo algo que contar, se pregunta ese trapo
descolorido al sol que ya enmudece.
«ORÁCULO»
Me aferro a la membrana vibrante de las nubes, al puñado de nueces en la
boca del cielo.
Me aferro al horizonte, a los dedos de rosa aún sin mancha,
al tiempo indescifrable tallado en felpa y miel, daga y despojos.
Me aferro a las caricias, a la piel del deseo desgranado,
a la piel del deseo indesgranable, a las horas incólumes
donde el dolor se enjaula más allá de los cuerpos.
Me aferro a los gorriones del presente, al pan y a la memoria, al arroyo de luz que llora lo vivido.
Me aferro a la guarida del oráculo, mientras la muerte asedia la intemperie.
Me aferro a que los dioses todavía
no pronuncien mi nombre.
«MAMPARA»
El silencio saluda en el pasillo.
Baila con la humedad y una nevera enjuta.
Sobre la mesa, un tenedor, un plato, cuatro piezas de fruta que no has tomado a tiempo.
Como runrún el telediario al fondo.
Cambian las cifras, mengua la luz, los días pasan tejidos en tictacs intercambiables.
En la terraza luce un ave del paraíso. Tanto a la flor como a ti os vendrían bien unas alas, piensas.
El sol, sutil, se ovilla en el naranja. Ni una voz ni una nube rayan ahora el cielo.