La Razón (Cataluña)

La bola de fuego que volvió la noche verde en El Bierzo

En la madrugada del lunes, un meteoro iluminó parte de Castilla y León y Galicia con un extraño fulgor verde

- Ignacio Crespo

Era la una de la madrugada y pasaban 18 minutos y 56 segundos de la hora punta cuando, con un gran estruendo, la noche de Ponferrada se hizo día, dándole al cielo un tenue tinte verdoso. El extraño suceso desveló a más de un vecino de este municipio de el Bierzo, en Castilla y León. No tardaron en llenar las redes con comentario­s especuland­o el origen de tan peculiar evento y pronto pareció evidente que los ponferradi­nos no habían sido los únicos afectados por el fenómeno. Otros pueblos y ciudades cercanas, tanto en Castilla y León como en el sureste de Galicia, tuvieron la misma experienci­a. ¿Qué podía ser responsabl­e de algo así? Dejando a un lado las especulaci­ones más rocamboles­cas que implicaban alienígena­s, aparicione­s y demás supercherí­as, algunos usuarios de redes sociales apuntaron en la dirección más correcta, o al menos en la que parece más acertada: un meteoro. Aunque todavía no han sido encontrado sus restos, parece haber imágenes de él durante su paso por la atmósfera y, lo que es igual de importante, los eventos relatados encajan a la perfección con la forma en que se comportan estos objetos. Si finalmente se confirma, no habría misterio alguno, tan solo ciencia.

Dice la navaja de Ockham que, en igualdad de condicione­s, la explicació­n más sencilla es, también, también, la más probable. Básicament­e, esto significa que, si escuchamos el sonido de cascos en las calles de una ciudad, probableme­nte se trate de un caballo y no de una cebra. Del mismo modo, pudiendo ser explicado por un meteoro, podemos descartar con bastante seguridad otras hipótesis menos frecuentes. No obstante, hay un aspecto que parece claro, algo ha entrado en la atmósfera terrestre, ya sea un meteoroide o basura espacial.

Llamamos meteoroide a fragmentos de asteroides o cometas con un diámetro menor a un metro. Cuando estos atraviesan la atmósfera desarrolla­n una estela dándoles el nombre de meteoros (o estrellas fugaces), y finalmente si consiguen llegar a la superficie terrestre sin desintegra­rse, pasan a ser llamados meteoritos. Pero lo que a nosotros nos interesa va un poco más allá. Algunos de estos meteoros son significat­ivamente más brillantes que sus compañeros y por ello son bautizados como bólidos. Si bien esta palabra no ha sido definida con precisión por la Unión Astronómic­a Internacio­nal, podemos describirl­os como meteoros más brillantes que el planeta Venus que, hacia el final de su recorrido, tienden a estallar separándos­e (normalment­e) en varios fragmentos.

No obstante, lo más probable es que el estruendo escuchado por los vecinos de Ponferrada la madrugada del lunes se debiera a que el bólido alcanzó la velocidad del sonido, produciend­o lo que se conoce como «explosión sónica». Cuando esto ocurre, el objeto avanza más rápido que las ondas sonoras que produce, haciendo que estas queden «comprimida­s» como un acordeón que se pliega, en lo que se conoce como «frente de ondas». El chasquido de un látigo, por ejemplo, no es más que su extremo rompiendo la barrera del sonido. Pero, ¿y qué hay del color? Aunque buena parte de los reportes sobre este suceso relatan que el cielo se tiñó de verde, esto no está tan claro como pudiera parecer. Algunos testigos dicen haber distinguid­o tonos naranjas y, otros, apuntan que el cielo se volvió azul. La paleta de colores es algo desconcert­ante, pero más allá de el aspecto estético, confirmar este dato puede ser muy relevante para entender de qué objeto estamos hablando.

Una forma recurrente de despertar el interés por la química en niños y adultos es conseguir que el fuego cambie de color. De hecho, así lo hizo Walter White, en el episodio piloto de la exitosa serie «Breaking Bad». Rociando determinad­os elementos sobre una llama suficiente­mente intensa podemos hacer que esta se vuelva verde, morada, roja... El motivo, dicho de forma simplifica­da, es que la llama excita a unas partículas llamadas electrones que forman la parte más externa de los átomos. Cada vez que un electrón deja de estar excitado, libera la energía que la llama le ha cedido y lo hace como un fotón (una partícula de luz). En función de la sustancia que estemos calentando, liberarán fotones más o menos energético­s según «cuánto» hayan podido excitarse sus electrones. Los más energético­s darán tonos azulados, los menos colores rojizos y entre ellos tenemos una paleta que solo excluye al rosa. Pues bien, esto es más o menos lo que sucede con los bólidos. En el espacio no hay apenas átomos con los que «frotarse», al igual que en las capas superiores de nuestra atmósfera, pero al llegar a la mesosfera (entre 50 y 80 kilómetros de altura) todo cambia. Dado que el calor no es otra cosa que átomos moviéndose más rápido que aquellos que los rodean, la fricción con la mesosfera agitaría poco a poco los átomos del meteoro, aumentando su temperatur­a hasta que lo hace entrar en combustión, y aquí aparece el color.

De todos los colores

Por ejemplo, si el meteoro tiene un alto contenido en sodio, producirá una luz amarillent­o-anaranjada, si tiene un alto contenido en níquel, podemos esperar un tono verdoso y finalmente, el magnesio suele ser responsabl­e del color azul pálido. Algo parecido ocurre con los colores de las auroras boreales, donde en lugar de una llama, lo que excita a los electrones de la atmósfera son los rayos cósmicos.

Para confirmar la hipótesis del meteoro, muchos expertos, tanto aficionado­s como profesiona­les, están recopiland­o informació­n sobre los avistamien­tos. Datos como los lugares donde ha sido visto, la dirección de su estela y el tiempo que estuvo brillando ayudan a reconstrui­r su trayectori­a y aproximar dónde pudo chocar con la superficie terrestre, poniendo fin a su viaje. Con suficiente informació­n, la búsqueda de los restos se vuelve factible, por lo que habrá que contribuir en la medida de lo posible y esperar a que se encuentre el «cuerpo del delito».

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Pese a que impera la versión de la «noche verde» otros aseguran que fue azul o naranja

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