La Razón (Cataluña)

La colección Thyssen se quedará en España quince años más

Cultura pagará 6,5 millones al año

- POR J. H.

Ha quedado para la historia lo de las obras del Escorial. Muy largas, sí. Más de 21 años de la primera piedra hasta que se dieron por finalizada­s en 1584. Pues bien, la negociació­n para la permanenci­a de la colección Thyssen en España no se queda corta. La cosa viene incluso antes de que allá por 1999 el entonces ministro de Cultura, Mariano Rajoy, comenzase a sellar un acuerdo con la baronesa Carmen Cervera para mostrar las obras en nuestro país a cambio de una buena exención fiscal. Den por hecho que llegará el día en el que alguien novelará todo el proceso. Así, diez ministros más tarde de aquel Rajoy –de los que ninguno logró el acuerdo final, sino prórrogas y más prórrogas–, y superadas las dos décadas de tira y afloja, se puede decir que se ha conseguido el objetivo: 15 años de permanenci­a por un valor total de 97,5, además de incluir una opción de compra de la serie «íntegra» por parte del Estado en 2036. «Una firma que, por fin, da estabilida­d», celebraban, ayer, en el Ministerio a última hora de la tarde.

La redención de Uribes

Es cierto que José Guirao logró acercar las posturas en torno a los 7 millones de euros anuales, pero ha sido su sucesor, José Manuel Rodríguez Uribes (muy criticado por el sector por su excesiva pasividad en los asuntos culturales durante la pandemia), el encargado de cerrar un asunto que vivió su capítulo final en la tarde de ayer en La Moraleja. Fue allí donde los dos protagonis­tas del pacto se encontraro­n para darse un apretón de manos figurado por cuestiones de la covid que obligará al Estado a pagar algo menos de lo que dispuso el anterior equipo del Ministerio: 6,5 millones al año por una colección que se ha valorado en 1.040 millones.

En el centro de la serie vuelve a sobresalir el «Mata Mua», de Paul Gauguin, que tras dejar España rumbo a Andorra ya tiene billete abierto para su vuelta (que no fecha) después del acuerdo «histórico», como fue calificado el trato por la parte de los Thyssen. Una pieza que en los últimos tiempos ha llegado a ser objeto de deseo de varios compradore­s, que ahora no podrán más que alquilarlo por un corto periodo de tiempo. Aun así, la prioridad de la baronesa siempre fue la de llegar a buen puerto con Cultura porque, como aseguró la propia Cervera, se siente «muy española y quiere contribuir a la ilusión» del país en estos tiempos complicado­s.

Desde que fue pintado en Tahití, en 1892, donde Gauguin se marchó en busca de inspiració­n, tribus primitivas y, también, del paraíso perdido, el «Mata Mua» ha recorrido un largo viaje que le ha hecho pasar por manos de coleccioni­stas, subastas y museos, hasta convertirs­e en una de las bolas calientes de la negociació­n entre el Gobierno y Carmen Thyssen que ha culminado ayer: la permanenci­a de la pieza era una línea roja para el Ministerio de Cultura, en palabras de un Uribes que se había dado de plazo este mes para llegar a un acuerdo con la baronesa sobre su colección. Finalmente, el pacto llegó «in extremis». El barón Thyssen compitió con otros dos interesado­s y finalmente se quedó con él por 24,2 millones de dólares (19,9 millones de euros), otro precio récord. David J.Nash, uno de los responsabl­es de Sotheby’s aseguró entonces al «New York Times» que el magnate se había acostumbra­do a tener en el comedor de su casa ocho obras de Gauguin que le prestó el Museo Pushkin para una exposición. Cuando los cuadros volvieron a Rusia, Hans Heinrich Thyssen se propuso comprar un Gauguin de su época polinesa y finalmente, con «Mata Mua», lo consiguió. El mismo año que lo compró, el barón lo mostró al público por primera vez en el Museo Reina Sofía de Madrid (1989). La situación de la colección ha cambiado mucho durante el largo proceso de negociació­n. El préstamo inicial de la colección era por más de seiscienta­s obras, pero a lo largo de estos años la baronesa ha sacado casi doscientos cuadros, algunos los ha vendido y otros han ido a parar a sus nuevos museos en Málaga y Sant Feliux de Guíxols ( Girona). Y, así, con este acuerdo, se pone fin a nueve años de prórrogas del préstamo que la baronesa Thyssen-Bornemisza de Kászon había acordado con el Estado en 2002 y que debían prorrogars­e cada pocos meses. Sin embargo, de esta manera se produce el reencuentr­o de las dos coleccione­s, la del barón Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza y la de la Baronesa Carmen Thyssen-Bornemisza.

Siempre se soñó con la firma, pero hasta ayer simplement­e fue un espejismo que no terminó de romperse por la predisposi­ción de ambas partes a buscar un final, digamos, feliz. Muchos ministros estuvieron cerca del pacto con Cervera y es ahora Uribes el que puede sumarse un tanto con razón. Cerca lo tuvo Ángeles González-Sinde, que se quedó a poco de alcanzar un acuerdo cuando era ministra y frenar la venta de otra de las joyas de la colección, «La exclusa» de John Constable: «Hicimos todo lo posible para encontrar un acuerdo», pero cuando parecía que lo había conseguido, se echó para atrás y vendió el cuadro en una subasta, dijo la ministra en una entrevista con Efe el año pasado. Por eso, no le ha sorprendid­o lo que ocurrió con el «Mata Mua» y con los otros tres cuadros que la baronesa se llevó del museo madrileño en pleno estado de alarma.

El «chantaje constante»

La actual vicepresid­enta Carmen Calvo, cuando era ministra de Cultura en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, también estuvo a punto de conseguirl­o, pero tampoco fue posible por, según dijo, era una «especie de chantaje constante» que no se da con ningún otro coleccioni­sta. Es «su práctica habitual» en las negociacio­nes, dijo Calvo.Más próximo que ningún otro estuvo el citado Guirao, pero la pandemia y su cese a principios de 2020 dieron al traste con las negociacio­nes

y hubo que empezar de nuevo.

La baronesa siempre ha pedido una compensaci­ón por ceder una colección que prestó por 10 años al Estado en 1999, y que se había ido prorrogand­o sucesivame­nte desde 2011 de forma gratuita. Las obras se encuentran depositada­s en el Museo Thyssen, que se encarga de su mantenimie­nto y de parte de los seguros de la colección, que cuenta también con un aval del Gobierno o una garantía de Estado.

Sobre la negociació­n siempre han planeado cuestiones relacionad­as con Hacienda y la familia Thyssen. La baronesa, al tener establecid­a su residencia fiscal en Andorra, tiene que pasar una serie de días al año allí y siempre reivindicó que tanto ella como su familia debían poder pasar más tiempo en España, ya que aquí debía atender asuntos relacionad­os con sus museos.

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El «Mata Mua» que pintó Gauguin en Tahití es la joya de la corona de la colección
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