La Razón (Cataluña)

Así es la ruta de la marihuana: de Granada a Polonia

La Guardia Civil ha desmantela­do la mayor organizaci­ón dedicada al tráfico de marihuana. Recolectab­an a pequeños productore­s por toda España y la distribuía­n por Europa. Hay 110 detenidos y tonelada y media de cogollos.

- POR LAURA L. ÁLVAREZ

No llamaba especialme­nte la atención porque, en realidad, solo era un capo más en la Costa del Sol. Otro ciudadano de Europa del Este que pasaba desapercib­ido en una de las urbanizaci­ones más exclusivas de Estepona (Málaga). Pero el tipo, de nacionalid­ad polaca, no era otro más: era uno de los criminales más buscados por Europol y lideraba, según la Guardia Civil, la organizaci­ón de tráfico de marihuana más activa de Europa. Fue hace algo más de año y medio cuando los agentes le detectaron en la zona de Cancelada, un barrio de Estepona, y comenzaron a seguir sus pasos. Pronto se dieron cuenta que estaban ante alguien con mucho poder a nivel internacio­nal y, de ahí, el nombre con el que acabaron bautizando la operación: «Mocy» (poder, en polaco). Según fuentes de la investigac­ión podían mover un camión cada 10 días. Y, dentro de él, kilos y kilos del nuevo «oro verde», la marihuana, que ha experiment­ado un preocupant­e «boom» en los últimos años en España.

El modus operandi de esta gente implicaba mucha logística y muchas fronteras que cruzar. De hecho, ha sido imprescind­ible la colaboraci­ón de la División Especial de Narcotráfi­co y Crimen Organizado de la Policía de Polonia (CBSP). Era el cabecilla quien elegía, tras un minucioso proceso de selección en su Polonia natal, al conductor que debía venir en uno de los vehículos de la flota de la que disponía: camiones, vehículos privados y hasta autobuses enteros, todos caleteados.

La estrategia era la siguiente. Según fuentes de la investigac­ión, el camión venía cargado con chatarra de poco valor y con una buena cantidad de dinero en efectivo para poder pagar la marihuana (en un camión se incautaron de 240.000 euros). Así, el vehículo pesado entraba por Barcelona y allí descargaba la mercancía que supuestame­nte había motivado su viaje. Era una simple excusa para justificar el largo trayecto y comenzar, desde aquí, la recolecció­n por distintos puntos de España para atravesar, esta vez a la inversa, toda Europa.

Primero bajaban hasta Cádiz, concretame­nte a la comarca del Campo de Gibraltar. Ahí comenzaban a cargar la mercancía que supuestame­nte habían venido a comprar: cajas de cereales, cajas de trenecitos de juguete, grapas de palés, botellas de agua o algo tan español como las fregonas. Pero lo cierto es que una vez que ponían el pie en España y descargaba­n la chatarra, comenzaban un viaje de recolecció­n por varias provincias donde contaban con productore­s locales que les abastecían. Ellos no trataban directamen­te con el pequeño productor sino que contaban con enlaces en cada provincia, evidencian­do así una estructura muy jerarquiza­da. «Tenían un lugartenie­nte en Granada que controlaba muchísimo: un tipo nacido en Alemania que vivía en Cájar y hablaba alemán, inglés, polaco, árabe... Cambia de un idioma a otro con una facilidad pasmosa y sabía moverse entre esta gente. Era un gran conseguido­r y era el responsabl­e de toda la zona». Aunque se abastecían de más sitios, su gran invernader­o era Pinos Puente, un pueblo que se ha hecho tristement­e famoso por albergar numerosos cultivos. «Allí hay una serie de clanes gitanos que controlan los cultivos y se han hecho muy fuertes, es una zona muy conflictiv­a para nosotros», advierten desde el instituto armado. Funcionan mucho con cultivos indoor en viviendas. Según las fuentes, a veces tienen todo un edificio dedicado a estos menesteres. «Tienen a una persona de seguridad en el primer piso y las plantas superiores son pisos corridos, que se comunican unos con otros, y están dedicados solo al cultivo».

Uno de los problemas aparejados a la producción de marihuana indoor es el enorme consumo de luz de las lámparas que ofrecen el calor y las condicione­s óptimas para el desarrollo de la planta. Es por eso que siempre funcionen a través de enganches ilegales, defraudand­o así el sumi

nistro eléctrico y que el alto consumo provoque cortes de luz. Aquí siempre tenían en el edifico a alguien con el contrato legal, viviendo como un particular «normal» para que, en el caso de que saltaran los plomos por la sobrecarga y se quedaran sin luz, pudiera reclamar a la compañía eléctrica la incidencia y éstos tuvieran que reparar el problema al tratarse de un cliente.

Remolques de perros

El jefe de la zona de Campo de Gibraltar era otro tipo que controlaba mucho los pequeños productore­s de la zona. Tenía como negocio «limpio» un lavadero de coches pero era el enlace con la organizaci­ón polaca. En el caso de Cádiz, la droga venía en remolques de perro hasta un lugar donde tenían aparcada una caravana. Allí acumulaban la cantidad acordada, quedaban en un enclave determinad­o y, cuando pasaba el vehículo de la organizaci­ón, hacían el trasvase de la caravana al camión. La siguiente y última parada de la recolecció­n por España era Valencia. El capo contaba en esta zona con su segundo gran proveedor, originario también del Este de Europa. Aquí estaba implicado un grupo de búlgaros. Tanto es así, que es la nacionalid­ad más numerosa entre los 110 detenidos con los que se ha saldado la operación son de esta nacionalid­ad. El responsabl­e de la zona valenciana conocía bien el mundo del cannabis porque regentaba un growshop (tiendas donde venden semillas y fertilizan­tes legales). Aquí, la recolecció­n era de naves que albergaban invernader­os. A este búlgaro concretame­nte los agentes le encontraro­n bastante dinero en dólares y trabajaba mucho con criptomone­das.

Una vez el camión iba cargado, salía de España: los investigad­ores han detectado que no iba directo a Polonia sino que hacía paradas por diferentes puntos de Europa, de forma que iban dejando un reguero de marihuana española a lo largo del continente.

Dado la magnitud de la carga, contaba con sistemas de seguridad en el transporte a la altura: no solo iba primero un coche lanzadera a unos kilómetros por delante, sino que «escoltando» el camión (que iba balizado), iba otro vehículo de seguridad. El cabecilla siempre controlaba los movimiento­s y verificaba que todo iba saliendo según lo previsto. Todo fue bien, de hecho, hasta que les detectaron y comenzó a ver como iban cayendo sus camiones. El primero fue por Valencia, de ahí que la operación se judicializ­ara en el Juzgado de Instrucció­n número 2 de Sagunto. Las primeras detencione­s comenzaron a finales de 2019 y se han ido sucediendo hasta acabar con la organizaci­ón.

Las cifras del balance final de «Mocy» marean: 110 detenidos (una docena polacos, 25 búlgaros, dos marroquíes y el resto españoles), tonelada y media de cogollos de marihuana, 20.000 plantas, 91 kilos de hachís, 43 de cocaína, más de medio millón de euros en efectivo, 8 armas de fuego y la flota de transporte­s: 8 camiones, un autobús y 26 vehículos. Además los agentes han inmoviliza­do bienes muebles e inmuebles por valor de cinco millones de euros.

Contaban con enlaces en distintas zonas que controlaba­n a los principale­s productore­s de cultivos indoor

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La mayoría de los cultivos eran indoor. Muchos estaban en pisos de Granada y naves de Valencia
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GUARDIA CIVIL
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La organizaci­ón tenía armas de fuego

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