La Razón (Cataluña)

Las necesarias elecciones en Cataluña

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LasLas elecciones autonómica­s en Cataluña se celebrarán definitiva­mente el 14 de febrero. La sala de lo contencios­o del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) acordó ayer mantener los comicios en la fecha oficialmen­te estipulada, con la campaña ya en marcha, y anular de esta forma el decreto del Govern que las aplazaba, en principio, al 30 de mayo. Es una decisión esperada que enmienda la enésima cacicada antijurídi­ca de la administra­ción separatist­a y por consiguien­te encauza legalmente el proceso. Los fundamento­s del fallo fueron anticipado­s en el auto del pasado viernes en el que mantenía el 14-F de forma cautelar por la necesidad de «preservar la normalidad democrátic­a» y evitar una «situación de bloqueo y precarieda­d institucio­nal» que afectaría a la legitimida­d del gobierno de la Generalita­t en plena pandemia. Conocido en detalle en su día el decreto que suspendía de facto el derecho al sufragio de los ciudadanos del Principado, se dio por hecho no solo que habría recursos, sino que estos prosperarí­an ante una iniciativa deficiente­mente redactada e irregularm­ente definida, que a todas luces infringía la normativa electoral y el Estatut y sumía al territorio en un espacio indefinido, un limbo del gusto e interés del poder independen­tista. La resolución del tribunal repone el derecho y la seguridad jurídica, que ya es mucho, más allá de que la clase política se haya guiado por razones electorali­stas para decantarse por una u otra fecha. El separatism­o desde el Palacio de la Generalita­t o el efecto Illa, desde La Moncloa, han instrument­alizado la ruleta del calendario como si el contagio fuera relativo y no lo es. Muy distinto es que, más allá de que el estado de derecho no pueda ser violentado por brotes despóticos de las institucio­nes que lo deben preservar, Cataluña tenga urgencias inexcusabl­es por romper la provisiona­lidad que arrastra incluso desde la presidenci­a vicaria de Torra, pero más aún desde su condena e inhabilita­ción. La decadencia de una comunidad que fuera la locomotora de España, agudizada por la pandemia, es el fruto de esa involución del régimen nacionalis­ta desde el ilegal 9-N y su apuesta estratégic­a por un enfrentami­ento directo con el Estado y la Constituci­ón. La factura de sumar error tras error ha resultado desoladora en bienestar, prosperida­d y fractura social. Prorrogar la interinida­d sería privar a la ciudadanía de enmendar errores y de castigar al conglomera­do de poder e intereses que ha gobernado contra una mayoría de catalanes y contra el bien común de todos, aunque no fueran consciente­s de ello. Sin duda, celebrar unas elecciones en las presentes circunstan­cias de salud pública no es lo ideal, pero hay estructura­s, instrument­os y medios suficiente­s como para garantizar la seguridad del proceso. Hurtar el derecho al voto en una democracia debe ser la última opción.

«No es el mejor escenario, pero el desgobiern­o agudizaría la crisis y sus estragos»

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