La Razón (Cataluña)

El Covid-19 y la desigualda­d

- Mikel Buesa

AunqueAunq­ue a algunos les pueda parecer sorprenden­te, la pandemia del Covid-19 está dejando entre sus frutos una atenuación de la desigualda­d económica internacio­nal. Cierto es que se trata de un proceso aún inacabado y que, dependiend­o del curso de los acontecimi­entos, podría verse revertido en el futuro. Pero, de momento, tal como ha argumentad­o y verificado empíricame­nte el premio Nobel de Economía Angus Deaton en un trabajo escrito junto a Leonard D. Schaeffer, lo cierto es que el virus ha tenido unos efectos negativos más intensos en los países ricos que en los pobres, y que de ello se ha derivado una cierta aproximaci­ón entre ellos en cuanto al nivel de renta por habitante.

Deaton y Schaeffer fundamenta­n esta conclusión en la constataci­ón de que los países ricos son los que han registrado más muertes por millón de habitantes y, en consecuenc­ia, han experiment­ado los mayores niveles de retroceso en su actividad económica. En los países pobres la epidemia también ha dejado un rastro de muertes, pero menos intenso, y como resultado la afectación de su economía ha sido menor que en los primeros. Segurament­e, por todo el mundo, el Covid-19 ha redundado en un empobrecim­iento de la población, pero al tener este fenómeno más relieve en los países avanzados, lo que se ha derivado de todo ello es una reducción de la desigualda­d internacio­nal.

En su libro «El gran nivelador», el historiado­r Walter Scheidel ya destacó hace años que las grandes epidemias han sido uno de los más potentes motores del impulso de la igualdad económica –los otros son las guerras, las revolucion­es y el colapso de los Estados–, fundamenta­lmente porque han desvaloriz­ado el capital y han hecho escaso el trabajo. Pero en la que ahora nos toca, debido a las políticas restrictiv­as de la movilidad, el trabajo también se ha devaluado. Dependerá, entonces, de que el capital lo haya hecho más intensamen­te para que la epidemia también provoque un aumento de la equidad distributi­va interna. Yerran, por ello, los que predican que el Covid-19 sólo empobrece a los menesteros­os y que los ricos están a salvo.

«Las epidemias han sido uno de los más potentes motores de la igualdad económica»

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