«Vender a Hitler», o el timo de los diarios falsos del Führer
El británico Robert Harris fue el encargado de reconstruir uno de los mayores fraudes del mundo editorial y periodístico
Esta es una historia que nos habla de la obsesión que todavía se tiene por uno de los periodos más oscuros y vergonzosos de la Historia. Es el relato de un libro maldito, mejor dicho, de una serie de cuadernos malditos que propiciaron un auténtico terremoto cuando salieron a la luz. No era para menos, porque se trataba de las memorias manuscritas de, ni más ni menos, Adolf Hitler, el relato en primera persona de uno de los mayores genocidas de todos los tiempos.
Robert Harris, en un libro espléndido y hasta divertido llamado «Vender a Hitler» publicado por EsPop, nos explica una aventura que parece un sainete. Todo empezó el 21 de abril de 1945, cuando, mientras Alemania estaba a punto de caer derrotada, un avión de la Luftwaffe partía llevando con él los papeles personales del dictador. El vuelo no duró mucho y a la media hora se estrellaba cerca de la frontera checa. No hubo superviviente alguno, pero los vecinos de la zona lograron salvar de entre las llamas algunas de las pertenencias que lograron plantar cara a las llamas del accidente.
¿Les parece novelesco? Pues hubo un ambicioso periodista alemán que pensó que allí podía estar el punto de partida para un buen reportaje. Se llamaba Gerd Heidemann, era una de las firmas firmas de la revista «Stern» y estaba obsesionado con todo lo que tuviera relación con el pasado nazi de su país, hasta el punto de haberse comprado el barco del mismísimo Goebbels. Su manía por las reliquias de Tercer Reich lo puso en contacto con militares retirados, coleccionistas de estos tesoros y anticuarios. Fue visitando a uno de estos acumuladores de uniformes, dagas y pistolas que se encontró con un cuaderno: era uno de los volúmenes de la autobiografía de Hitler. El documento había sobrevivido al accidente de 1945 y lo llevó un oscuro tipo llamado Konrad Kujau, quien poseía más, mucho más de esas memorias.
Harris, autor de «best-sellers» como «Patria» –no confundir con la novela de Aramburu– o «Múnich», tuvo la habilidad para convertir este drama en una especie de vodevil con toques de «thriller». Siguiendo las pesquisas de Heidemann podemos saber cómo las ansias de protagonismo del personaje no le dejaron ver con claridad la que se le venía encima. El periodista logró todos los documentos de Kujau. Tenía la exclusiva del siglo, un bombazo que podía cambiar la manera de contar ese tiempo pasado.
Los documentos fueron puestos en manos de especialistas, varios tan reputados como el británico Hugh Trevor-Roper, que dieron el visto bueno a los cuadernos. «Stern» los presentó por todo lo alto en rueda de Prensa y los subastó para que otros medios internacionales los publicaran.
Nada. Konrad Kujau había falsificado cada una de las páginas. No existían memorias y Gerd Heidemann resultó ser el protagonista de un engaño mayúsculo, uno de los más grandes fraudes de la historia del periodismo.