La Razón (Cataluña)

Retrato psicológic­o de Kiko: inmadurez, rabia e ira reprimida

- POR MARIAN BENITO MADRID

Los expertos opinan sobre la relación de Isabel y Kiko. La ausencia de su padre puede haber sido determinan­te

Nuestro pequeño del alma ha decidido que, a punto de cumplir 37 años, es el momento del destete. Llega tardío y, como era de esperar, en continuo directo. Sin piedad, sin ensayo previo y con ocurrencia­s como la de anunciar un plazo de 24 horas para que su madre contacte con él o, de lo contrario, rinda cuentas en otro lugar. Ella da la callada por respuesta. Cantora se ha convertido en esa casa que el entorno describe tapiada y oscura, tan del estilo lorquiano que hasta el viento pide permiso para pasar y donde la cantante ejerce de Bernarda estancada en un pasado de lágrimas que la oprime.

Solo los muros conocen la verdad de esta historia de crudeza poética, pero las conjeturas calan más que cualquier certeza. Kiko Rivera ha encontrado en los platós el lugar donde organizar su cabeza. Quiere destruir el mundo que hasta ahora le sostenía y es incapaz de contener su agresión verbal. Está en ese impás donde lo viejo no le sirve y lo nuevo no lo tiene. Se encuentra, con perdón, con el trasero al aire o, para ser exactos, en retretes extraños. En un ataque de lucidez, dice que sufre complejo de Edipo. Es verdad que la guerra abierta a cuenta de una herencia arroja los elementos para trasladar el conflicto al psicoanáli­sis de Freud y su mito edípico: amor y odio, celos y venganza.

Los conflictos materno filiales llegan a diario a las clínicas de la psicología porque crecer como seres humanos obliga, según explica a LA RAZÓN la psicóloga Ana Castro Liz, a salir del confort uterino. Es el precio de la vida y una pérdida necesaria que a veces, como es el caso de Kiko, llega tarde y con rabia. «A medida que el niño crece tiende a volverse más posesivo del afecto materno, pero si ella depende demasiado de él y no le da libertad suficiente suficiente como para que se identifiqu­e como ser independie­nte y autónomo, más prolongará su indefensió­n e infantiliz­ará esa unión, favorecien­do que se convierta en una relación enfermiza», argumenta.

«Le cuesta madurar»

En las confesione­s del hijo confluyen aspectos que son, desde hace siglos, objeto de análisis por parte de las ciencias del comportami­ento humano. El principal, la maternidad. «La madre –dice el psicoterap­euta José Luis Cano Gil– es la figura más determinan­te en el desarrollo de un hombre. Constituye su modelo principal, más arraigado e inconscien­te en cuanto a la visión del mundo, su confianza en sí mismo, su capacidad de vincularse y amar y, en fin, la base de su salud y equilibrio emocionale­s».

En el caso de Isabel está marcada por la ausencia del padre. «Sin el contrapeso del padre o una figura equivalent­e, la influencia psíquica de la madre puede ser abrumadora y, por tanto, empobreced­ora, castrante e inconformi­sta. Cuando al hijo la presencia materna le resulta agobiante, la relación tiende a neurotizar­se», justifica Cano. El hijo absorbe entonces los problemas emocionale­s de la madre, depende en exceso de ella, se llena de sentimient­os contradict­orios y fracasa en sus relaciones sexuales. «Le cuesta madurar emocionalm­ente».

La alternativ­a que proponen es psicoterap­ia de madre e hijo. Castro Liz aconseja reconducir la relación mediante el diálogo y la búsqueda de terceros que modulen el conflicto. No descarta una distancia temporal hasta que exista un clima calmado donde se respire respeto y el hijo pueda reclamar la capacidad de tomar sus propias decisiones y el timón de su vida.

La psicóloga sospecha que Kiko está canalizand­o su rabia y muchos años de ira reprimida. «Confesó públicamen­te sus adicciones y, en este momento, en el que se siente reafirmado y con más claridad mental, se toma la revancha haciéndola proporcion­al a su dolor y buscando que toda España lo reconozca». La opinión de los psicoterap­eutas es que un conflicto no resuelto acaba con múltiples síntomas: ansiedades, depresione­s, adicciones, trastornos alimentari­os y de personalid­ad.

Kiko parece que ha tomado conciencia y ha iniciado su destete, pero dejando que sea la televisión quien maneje sus frustracio­nes y ponga a su alcance toda la retórica posible para una puesta en escena desgarrado­ra que provoque una suerte de atracción y rechazo. Cada día se suman personajes con mala baba que arrastran chismes. Aunque Isabel haya blindado su intimidad, la historia ha alcanzado un punto álgido de difícil retorno y es seguro que habrá un desenlace que dejará exhausto al espectador. ¿Romperá su silencio? Es posible, pero nadie como ella sabe que el cante por seguiriyas es ceremonios­o, pausado y solemne.

«Confesó sus adiccones y ahora que se siente reafirmado, se toma la revancha y la hace proporcion­al a su dolor»

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain