La Razón (Cataluña)

El revolcón del TSJC al independen­tismo

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LosLos independen­tistas querían aplazar las elecciones al 30 de mayo, porque les beneficiab­a en sus cálculos electorale­s. Nada que ver con una preocupaci­ón ante la pandemia. No creo que nadie sea tan ingenuo para creerse seriamente que ERC y JxCat antepondrí­an los intereses de los ciudadanos a los suyos. No son de esa clase de políticos. Como era más que previsible, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña decidió ayer tumbar el decreto del gobierno catalán y mantener la cita electoral para el 14 de febrero. Los magistrado­s tardaron menos de dos horas, porque el tema siempre ha estado muy claro para cualquier jurista que no esté ofuscado por el fanatismo partidista. Cuando suceden estas cosas, me pregunto si a los osados autores de este bodrio les tocó el título de licenciado en Derecho en una tómbola. No hay otra explicació­n. No hace tanto tiempo pudimos comprobarl­aconcatena­cióndedesp­ropósitosj­urídicos que se realizaron alrededor del proceso para imponer la independen­cia. Es verdad que los cabecillas de la trama, unos recién salidos de la cárcel gracias al regalo del tercer grado y otros fugados de la Justicia, tienen ahora la suerte de que España está gobernada por una coalición socialista-comunista que es muy sensible y deferente con los que quieren destruirla.

La arbitrarie­dad y el oscurantis­mo del gobierno independen­tista no tiene parangón en los países de nuestro entorno. No hay ningún atisbo de exageració­n en mis palabras. La utilizació­n sistemátic­a de los recursos públicos para favorecer a los fieles con la causa por medio de subvencion­es, colocacion­es, concesione­s y todo tipo de mamandurri­as es, simplement­e, espectacul­ar. Ni siquiera los socialista­s, siempre proclives a convertir las administra­ciones públicas en una gran agencia de colocación, son capaces de llegar a esos extremos. El intento de aplazar las elecciones, que es un proceso que no se puede interrumpi­r, salvo por un escenario catastrófi­co, y menos sin un sustento legal, es un claro ejemplo de cómo interpreta­n la democracia. Estos «demócratas del adoctrinam­iento» controlan las institucio­nes como si fueran un cortijo al servicio de sus ideas partidista­s, sus asociacion­es y esa burguesía nacionalis­ta que utilizaba el saludo romano durante la época de Franco. En cierta ocasión estaba comprando libros en los Encantes y en un montón encontré varios sobre el Valle de los Caídos y otros folletos de contenido «patriótico». Lo más divertido es que tenían el sello de una conocida empresa de ascensores, ya desapareci­da, cuyo propietari­o era un gran amigo de Pujol. La familia propietari­a había transitado del franquismo al nacionalis­mo y ahora al independen­tismo.

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