El valor ante lo desconocido FRANCISCO SALADO ESCAÑO
LoLo que en enero de 2020 parecía un extraño y lejano suceso, se fue convirtiendo en una amenaza creciente a lo largo de las siguientes semanas que nos terminó golpeando con crudeza y un baño de realidad: nuestra sociedad se enfrentaba a una pandemia mundial como no había visto la humanidad en un siglo, desde la mal llamada gripe española. La primera consecuencia fue un confinamiento domiciliario y un estado de alarma decretado el 14 de marzo de 2020 que paralizó la vida de nuestro país. En aquellos primeros días de carreteras casi vacías y de silencio inusual roto por los aplausos de las 20.00 horas, lo que hoy denominamos primera ola; el desconocimiento respecto a la Covid-19 llenaba de inseguridad e incertidumbre cualquier medida a adoptar por parte de las administraciones públicas. La ciudadanía asistía con temor y preocupación a un ritmo de fallecimientos impensable hasta ese momento, sin saber entonces hasta cuándo duraría el encierro en casa, cuáles serían las consecuencias del virus y cómo afectaría a la vida desde un punto de vista económico y social. A día de hoy, nos encontramos envueltos en la misma lucha contra la pandemia y, desgraciadamente, muchos de esos interrogantes siguen sin respuesta. Por suerte, ahora conocemos un poco más el Covid-19 y, si bien, estamos lejos de controlar el virus, tímidamente, con permiso de las vacunas, vislumbramos el final de este terrible asalto a nuestra forma de vivir.
Pero me traslado de nuevo a aquellas primeras semanas en las que, tras la declaración del estado de alarma, las administraciones públicas nos enfrentábamos a una situación inédita, que nos obligó a dar lo mejor de nosotros mismos para mantener los servicios públicos básicos y esenciales. En el caso de la Diputación de Málaga, los centros asistenciales para mayores y dependientes se convirtieron en nuestra prioridad, a pesar de que, a la falta de información se sumaba la ausencia de herramientas y equipos de protección.
Es en este contexto en el que entra en juego la Unidad Militar de Emergencias, cuyo valor y valentía quiero reconocer y ensalzar a lo largo de estas líneas, uniéndome así al reconocimiento materializado a través del premio Valores de La Razón. Este cuerpo militar, asociado siempre en nuestro imaginario a grandes sucesos y graves catástrofes, se convirtió de repente en algo muy cercano, en un grupo de soldados que caminaban por nuestras calles y se convertían, quizá sin saberlo, en símbolo de esperanza, de coraje ante lo desconocido, de ayuda hacia los que más lo necesitaban en el peor momento posible.
Sin duda, su ayuda fue fundamental en los primeros compases de una crisis en la que los cuerpos y fuerzas locales, con escasos recursos ante la creciente demanda de actuaciones, procuraban a duras penas atender situaciones de toda naturaleza. La labor de la Unidad Militar de Emergencias en Málaga se saldó con más de trescientas actuaciones desde la declaración del estado de alarma hasta mediados de abril, cuando la pandemia empezó, al menos en este primer envite, a estar algo más controlada. Intervenciones en hospitales, residencias de mayores, centros penitenciarios, centros de salud, estaciones de tren, autobuses y aeropuerto; y un sinfín de actuaciones en colaboración con los cuerpos locales y con el Consorcio Provincial de Bomberos, efectivos de La Legión y los voluntarios de Protección Civil. En resumen, algo más de cuarenta días en los que también recibieron el cariño y el reconocimiento de miles de malagueños que aplaudían a su paso desde los balcones, reconociendo el valor de quien se enfrenta a lo desconocido. La labor de la UME, como se la conoce popularmente, no nos es desconocida en Málaga. De hecho, desde 2007 ha llevado a cabo casi seiscientas intervenciones en la provincia, participando en la extinción de incendios forestales, en labores de rescate, reparaciones y acondicionamientos tras inundaciones o terremotos, o en actuaciones por tormentas invernales como la reciente Filomena. No en vano, aún se recuerda aquel emocionante aplauso de los vecinos de
Campillos y de la comarca de Antequera tras las gravísimas inundaciones de 2018. Sirva este breve texto como sincero reconocimiento a la Unidad Militar de Emergencias en particular, y a todos aquellos cuerpos militares en general que, en esta pandemia y en otras tantas situaciones extraordinarias, muchas de ellas lejos de nuestras fronteras pero importantes para la defensa de los valores de nuestra sociedad, se juegan el tipo con el objetivo de proteger los intereses de sus conciudadanos. Un reconocimiento a la UME es un reconocimiento a los valores que representa: la solidaridad, la entrega, el esfuerzo, el valor, el heroísmo y el compromiso con nuestra sociedad y con nuestro país. Precisamente, el bienestar de nuestra sociedad y de nuestro país, nuestro sistema de libertades, se basa también en el valor y el desempeño de cuerpos como el de la Unidad Militar de Emergencias. Por todo ello, nuestro profundo agradecimiento.
Es un reconocimiento a los valores de lo que representa: la solidaridad, la entrega, el esfuerzo, el heroísmo y el compromiso con nuestra sociedad»