«A MÍ ME PREOCUPA QUE SE ELIGE EL GÉNERO SIN MÁS QUE LA MERA VOLUNTAD Y EL DESEO»
Porsupropionombre,laLeyPorsupropionombre,laLey Trans –la denominación completa es Ley para la Igualdad Real y Efectiva de las Personas Trans– tiene algo de insustancial en la forma de ser o no ser. De denominar algo. Es un prefijo, que tanto indica «detrás de» como «a través de» o «al otro lado de». Efectivamente, es ir a un lado oscuro e innombrable de nuestra conciencia. El lugar de los sueños o de las pesadillas ¿Qué somos exactamente? Si es que somos algo. De todas las leyes que este Gobierno se propone sacar adelante –aún con la oposición del mismo Gobierno– ésta es la que destila a su mínima expresión las llamadas políticas de identidad. Primero está la nación como construcción política y la autodeterminación como el derecho inalienable de serlo por encima de todo, guerras mediante. Luego están las personas, que pueden elegir el sexo y el género, incluso intercambiarlos. Es decir, eligiendo ser mujer, llamarte con nombre de hombre y con modificaciones o no «en la apariencia o funciones corporales», según la gramática obtusa de este borrador. Incluso puedes elegir no ser nada. Ni hombre ni mujer. Los indios cheyenne reconocían a unas personas a las que llamaba «dos espíritus». Más allá, solo cabe una pregunta antropológicamente terminal: ¿qué somos el común de los mortales? Los otros. Ese hombre y mujer cuya única diferencia es el color de los ojos, la declaración de la renta y, claro, ese inconfesable mundo de deseos inalcanzables que nos hace ser personas. Sólo personas. La vicepresidenta Carmen Calvo, que está supervisando la Ley Trans, dijo ayer: «A mí me preocupa la idea de que se elige el género sin más que la mera voluntad y el deseo... poniendo en riesgo evidentemente los criterios de identidad del 47 millones de españoles». ¿La identidad de los españoles? ¿A alguien le preocupa esa entelequia llamada los españoles? Esto sí, está en manos del Gobierno no estropearles la vida más de lo que los hechos naturales –incluido sexualidades erróneas y virus– lo hacen. Tampoco que manoseé la vida privada de los otros. Que sencillamente gobierne en este lado del espejo.