La Razón (Cataluña)

UN RÉCORD VIGENTE DESDE ALFONSO XIII

LA MAYOR GOLEADA DE LA HISTORIA DE LA LIGA SE PRODUJO UNAS POCAS SEMANAS ANTES DE LA PROCLAMACI­ÓN DE LA II REPÚBLICA

- POR LUCAS HAURIE Sevilla

NoventaNov­enta años de vigencia son muchos para un récord que es susceptibl­e de quebrarse diez veces por semana. Pero así se las gastaba el campeón de la segunda edición de la Liga, la 1929/30, en su carrera para revalidar el título, que terminaría siendo exitosa. En la décima jornada, el Barcelona, que había inaugurado el palmarés liguero en el curso 28/29, visitó el viejo San Mamés, abarrotado por 18.000 hinchas fervientes que no dieron crédito a sus ojos. Medio siglo antes de la goleada de España a Malta, aquel otro 12-1 quedó fijado como la mayor goleada en la historia de la Liga. Hasta hoy y, seguro, mucho más allá.

Mister James Bellamy, el entrenador inglés que había llevado al Barcelona a ganar la primera Liga, ya no contaba en su plantilla con Ferenc Platko, el legendario portero húngaro cuyas paradas merecieron una composició­n lírica de Rafael Alberti. Juan José Nogués era el guardameta titular del Barcelona, pero ese día no pudo jugar y lo hizo Ramón Llorens, un reserva pertinaz que sólo sumó nueve partidos oficiales en las diez campañas en las que formó parte de la plantilla culé. Menos de uno al año. Aquella tarde infausta, Bonello «avant la lettre», el cielo cayó sobre su cabeza y, contra su voluntad, su nombre quedó en los anales.

«Ni los vencedores hicieron alarde de su sobrada victoria ni los vencidos apelaron a treta alguna que pudiera empañar el resultado. Fue el match un alarde de belleza deportiva, ¿qué nos pueden importar los goles ante ello?», se leía al día siguiente en «La Gaceta del Norte». Pues sí que importó esa docena de tantos que encajó el pobre Llorens, ya que la Liga 30/31 finalizó con Athletic, Real Sociedad y Racing de Santander empatados a 22 puntos y se proclamaro­n campeones campeones los vizcaínos gracias al goal average general. Menos caballeros­o que el cronista se mostraba, pasados los años, Agustín Sauto Bata, autor de siete dianas: «No le marqué más porque vi la cara de su portero y me dio pena», declaró el delantero de Baracaldo cuando Ladislao Kubala lo emuló en 1952 contra el Sporting de Gijón.

Bata, máximo goleador aquella temporada, fue un fichaje «millonario» en su época, ya que el Athletic pagó mil duros al Baracaldo por su traspaso. Fue tan hijo de su época, que el único partido internacio­nal que disputó –contra Italia en San Mamés– se jugó cinco días después de la proclamaci­ón de la II República, sin tiempo para que la billetería ni las equipacion­es de la Selección eliminasen los vestigios monárquico­s: la corona y la bicromía rojigualda. Ese 12-1, por consiguien­te, es un récord que ha estado vigente durante cuatro regímenes y bajo siete jefes de Estado.

La siguiente generación gloriosa del Athletic, la que reinó en la inmediata posguerra, conserva una plusmarca casi idéntica: un 12-1 al Celta en los cuartos de la Copa del Generalísi­mo de 1947 que sigue siendo la mayor goleada de la historia del torneo del KO entre equipos de Primera División. La mítica delantera bilbaína (Venancio, Iriondo, Zarra, Panizo y Gaínza) masacró al equipo dirigido por Ricardo Zamora con ocho goles de Gaínza, otra cifra que todavía tardaremos muchos años, varias generacion­es tal vez, en ver superada. El detalle cabalístic­o es que tanto Bata como Piru, el que marcó siete y el que hizo ocho, comparten nombre de pila: Agustín.

Pero resulta imposible terminar un artículo sobre goleadas sin mencionar el 149-0 absolutame­nte imbatible que se produjo en la liga malgache en 2002. El SO Emyrne y el AS Adema jugaban en la última jornada después de que el segundo citado se hubiera proclamado campeón en la penúltima jornada a costa del otro debido a una escandalos­a actuación del árbitro. En señal de protesta, los jugadores del Emyrne se pasaron los noventa minutos sacando de centro y marcándose autogoles ante la mirada atónita de los futbolista­s del Adema. Ciento cuarenta y nueve veces les dio tiempo a hacerlo. El entrenador y varios jugadores se ganaron tres años de suspensión.

«No marqué más goles porque vi la cara de su portero y me dio pena», declaró Bata Gaínza mejoró la marca de su antecesor al meterle ocho tantos al Celta en la Copa del 47

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El Athletic metió doce goles al Barcelona en el viejo San Mamés

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