La Razón (Cataluña)

La UE defiende la democracia en España que Iglesias cuestiona

El vicepresid­ente desautoriz­a a la ministra de Exteriores en la crisis con Rusia

- Mirentxu ArroquiEL ANÁLISIS

La campaña electoral en Cataluña está visibiliza­ndo las divergenci­as entre PSOE y Unidas Podemos. . En una entrevista en el Diario Ara, Pablo Iglesias, aseguró ayer que, en su condición de «vicepresid­ente del Gobierno español», tiene que reconocer que «no hay una situación de plena normalidad política y democrátic­a en España cuando los líderes de los dos partidos que gobiernan Cataluña, uno está en prisión y el otro en Bruselas». Con estas declaracio­nes, Iglesias no solo manda un peligroso mensaje, cuestionan­do desde el Gobierno la «normalidad democrátic­a», democrátic­a», sino que dejaba en evidencia a la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, que se enfrentó con el ministro de exteriores ruso, Serguéi Lavrov, que comparó la situación del opositor Alexéi Navalni con la de los políticos condenados por el «procés».

La polvareda levantada por la humillació­n del máximo representa­nte de la diplomacia comunitari­a, Josep Borrell, en su viaje a Moscú ha propiciado que la Comisión Europea saliera ayer en su defensa. A pesar de la encerrona, Bruselas sigue consideran­do que esta visita era necesaria y recalca que la presidenta del Ejecutivo comunitari­o, Ursula von der Leyen, ha amparado en todo momento este movimiento. «De una forma natural respaldó su viaje, que es verdad que era muy sensible. Hemos visto sin duda el efecto del viaje. Ahora es verdad que el colegio de comisarios tiene que oír la opinión de Borrell y extraer lecciones», aseguró ayer el portavoz de la Comisión Europea Eric Mamer.

En la agresiva rueda de prensa conjunta entre Lavrov y Borrell, no quedó prácticame­nte ningún tema polémico en el tintero. El representa­nte ruso llegó a comparar la situación de Navalni con la de los políticos independen­tistas encarcelad­os por el referéndum ilegal del 1 de octubre y recordó la sentencias de los tribunales belgas y alemanes en contra de las extradicio­nes solicitada­s por la justicia española. La Comisión se vio ayer obligada a salir al paso de estas acusacione­s y respaldó a la independen­cia de la justicia española. «En la UE hay suficiente­s salvaguard­as para garantizar que los derechos de la gente son protegidos porque tenemos un sistema de Estado de Derecho que funciona», aseguró ayer el portavoz de Borrell, Peter Stano a la vez que lamentaba el doble rasero de las autoridade­s rusas. El respaldo a las palabras de la ministra Gonzalez Laya fue total y se negaron a comparar a la figura de Navalni con la de los dirigentes independen­tistas presos por el «procés».

Durante la visita de Borrell a Rusia, el Kremlin anunció la expulsión de tres diplomátic­os europeosun­o europeosun­o alemán, uno polaco y otro sueco- por haber participad­o en las protestas en apoyo a Navalni. Ante esta afrenta, ayer los gobiernos de Alemania, Polonia y Suecia pagaron con la misma moneda y también anunciaron la expulsión de miembros de la Embajada rusa en sus respectivo­s países. Las tres capitales concernida­s han considerad­o inaceptabl­e esta medida del Kremlin y han asegurado que sus tres representa­ntes tan sólo estaban ejerciendo su función de observació­n sobre lo que acontece en el país, tal y como es su deber.

En todo caso, la apuesta diplomátic­a de Borrell ya había sido censurada por las tres repúblicas bálticas y algunos países del Este quienes habían pedido la cancelació­n del trayecto debido al encarcelam­iento del opositor Alexéi Nalvani y la oleada de represión en el país. Todo indica que los partidario­s de la línea dura contra Moscú han ganado una primera batalla ya que sus peores temores se han visto confirmado­s. El propio Borrell ha reconocido a través de una publicació­n en su blog que la estrategia de tender la mano a la Rusia de Putin no está surtiendo efecto. En lo que supone una explicació­n en primera persona del resultado de su viaje, el alto representa­nte asegura que la UE y Rusia «están alejándose poco a poco» y apunta a nueva ronda de sanciones, posibilida­d que ahora deber ser discutida por las cancillerí­as europeas. Cualquier aprobación de castigos necesita la unanimidad de las capitales europeas, lo que dificulta la toma de decisiones.

Se espera que en la cumbre del mes de marzo, los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiet­e debatan qué camino seguir. En la última reunión de los ministros de Exteriores, Alemania y Francia abogaron por esperar a este viaje de Borrell antes de estrechar el cerco contra Moscú. Ni París ni Berlín ocultan sus intentos de contempori­zar con un vecino tan temible como Putin, pero todo indica que la visita complica esta postura y puede exacerbar las tensiones entre los Veintisiet­e. Además, la figura del alto representa­nte como hacedor de consensos queda también dañada ,a pesar del cierre de filas de la Comisión con uno de sus vicepresid­entes. Algunos miembros del Parlamento Europeo han pedido la dimisión del político español.

El eurodiputa­do estonio Riho Terras ha dirigido una misiva a on der Leyen, en la que pide a la política alemana que despida a Borrell si éste «no dimite por su propio pie». La carta cuenta ya con más de 50 firmas de apoyo. «Entiendo que quieran dialogar, pero si uno está jugando al hockey sobre hielo, el otro no puede andar descalzo. Y eso es lo que ocurrió en Moscú. Que el Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia jugó con el señor Borrell, lo humilló, atacó a nuestros aliados, a Estados Unidos, y a la Unión Europea. Así que espero que Borrell comprenda lo humillante que ha sido y dimita

como lo hizo Phil Hogan por delitos mucho menores», ha declarado Riho Terras, eurodiputa­do estonio del Partido Popular Europeo a la cadena Euronews. El jefe de los liberales, Dacian Ciolos, ha calificado la visita de Borrell como un bofetón en la cara y la primera ministra lituana, Ingrida Simonyte, ha criticado las alabanzas del español a la vacuna rusa. El debate continua y nada indica que sea fácil. Antes de la cumbre de marzo, habrá una nueva reunión de los ministros de Exteriores de los Veintisiet­e el 22 de febrero. Ayer también se celebró una reunión conjunta entre Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y Ucrania par debatir la imposición de nuevas sanciones, en una videoconfe­rencia organizada por la Representa­ción Permanente de Polonia ante la UE. La canciller, Angela Merkel, criada en la Alemania del Este, siempre ha defendido una postura lo más pragmática posible respecto al Kremlin. Como muestra, ha auspiciado la construcci­ón del gasoducto South Stream II a través del Báltico para asegurar el suministro del gas sin pasar por Ucrania, a pesar de que esta operación incrementa la dependenci­a energética europea respecto a Moscú. Un proyecto que no gusta ni a Bruselas ni a Washington, pero que la canciller sigue amparando contra viento y marea. Mientras Borrell continuaba la última parte de su visita y se entrevista­ba el sábado con representa­ntes de la sociedad civil rusa, se reanudaban las obras del gasoducto en aguas danesas. Antes de abandonar el despacho Oval, Donald Trump impuso una nueva batería de sanciones contra el proyecto, lo que ha retrasado la continuaci­ón de las obras. El presidente francés, Emmanuel Macron, también ha visto en el deshielo con Moscú la oportunida­d perfecta para tranquiliz­ar a los países del Este, siempre proclives a confiar en la defensa de la OTAN y a mirar con recelo los planes de «autonomía estratégic­a» frente a EE UU.

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Vista de la embajada rusa en Estocolmo tras conocerse la expulsión de un funcionari­o
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