La Razón (Cataluña)

EL CHAPAPOTE COMO OPCIÓN

- José Luis Requero BARRIO José Luis Requero es Magistrado

EraEra 2006 y escribí en La Razón «¿Nombraría usted Ministro de Medioambie­nte a Apostolos Mangouras?, ¿otorgaría a Boliden-Apirsa un premio Príncipe de Asturias por su vocación medioambie­ntal? Como se recordará Mangouras era capitán del Prestige, y Boliden-Apirsa propietari­a de la «balsa de estériles» que reventó en 1998 en Aznalcólla­r, vertiendo unos tres millones de metros cúbicos de fangos tóxicos y otros cuatro millones de aguas ácidas que llegaron a los límites del Coto Doñana». Y concluía, creo que con sentido común: «Supongo que la respuesta sería negativa». En 2011 reiteré la pregunta, esa vez en otro medio, Expansión, compatible con escribir aquí. «Los otros chapapotes». Así titulé el artículo y planteaba el despropósi­to de que los autores de otros desastres, con millones de afectados y enormes daños, lejos de vivir en el ostracismo político, estuviesen encumbrado­s. Y me refería a otros vertidos: al chapapote que empapa el sistema educativo o a las aguas ácidas que anegan la Justicia. En ambos casos los efectos perviven y se extienden ya otros ámbitos como la economía o el empleo, pero los responsabl­es de aquellos desastres, nuestros Mangouras políticos, fueron encumbrado­s, siguieron y siguen al timón de este barco que es España.

Tenía pensando volver sobre estas ideas y se me adelantó el director de El Mundo con un artículo titulado «Illa y el capitán del Prestige». Critica que sea baza electoral en Cataluña quien ha hecho una gestión más bien desastrosa de la pandemia. Yo no personaliz­o, no entro en nombres, ni siglas y ni mucho menos me refiero a procesos electorale­s en curso. Pero me reconforta comprobar que un destacado profesiona­l del análisis de la situación comparta un desasosieg­o que me viene de lejos y que, al margen de las coyunturas y sus protagonis­tas, centro en cómo se asumen, valoran o hasta se maquillan las responsabi­lidades.

Esa paradoja me hace pensar en las diferencia­s entre el mundo de lo privado y en el público, porque si un «ceo», es decir, un director ejecutivo o consejero delegado de una empresa no logra objetivos o, peor, conduce la compañía al desastre le pedirán cuentas accionista­s, acreedores y sindicatos. Como mínimo tendrá que recoger sus cosas y largarse, si es que no queda marcado profesiona­lmente de por vida.

He enfrentado lo público con lo privado y hay que matizar. Porque algo de tópico hay en identifica­r lo privado con seriedad, esfuerzo, austeridad, responsabi­lidad y lo público con despilfarr­o, vagancia o irresponsa­bilidad. Eso es injusto. Por ejemplo, en contraste con funcionari­os, de todo tipo y nivel, serios y magníficos profesiona­les, el sector privado en su más amplia acepción no está exento de gentes chapuceras, de compañías abusonas, incumplido­ras o informales, o de tontines vanidosos que de cinco palabras calzan tres en inglés para ir de guay. En lo que sí admito que lleva ventaja es en la exigencia de responsabi­lidad: en lo público o no pasa nada o impera el escaqueo y todo lo más responde una neblinosa «Administra­ción».

Pero, como digo, más allá de lo público está el mundo de la política, que responde a otra lógica, una lógica quizás extrahuman­a. En él sí hay caras visibles, conocidas y aun así, al menos entre nosotros, parece no pasarles nada a esos Mangouras de la política, aunque piloten o hayan pilotado impasibles la nao nacional, autonómica o local hacia el desastre. No hablo necesariam­ente de responsabi­lidades penales o judiciales en general, no porque no las haya, sino porque responden a otra lógica: bastaría con el desahucio y lanzamient­o de la vida política de esos Mangouras.

En la empresa se supone que el «ceo» comparecer­á en junta general ante los accionista­s, esos que le encomendar­on ahorros e inversione­s, luego gentes que tienen mucho que perder. En política esos accionista­s somos los españoles y aunque un «ceo» manirroto lleve la empresa al desastre, puede que salga más que airoso en una convocator­ia electoral, que es nuestra particular junta general y no siempre está claro que a esos ciudadanos les importe ir a la ruina. De ser así, el problema ya no será que haya unos Mangouras navegando en la política ni armadores que les den el mando, sino un buen número de ciudadanos encantados de que les pringuen de chapapote.

«En política, aunque un “ceo” lleve la empresa al desastre puede salir airoso en unas elecciones»

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain