La Razón (Cataluña)

Un candidato a codazos

- Julió Valdeón

Cuatro años después de la noche en panavisión de Ciudadanos, asistimos al combate de los supervivie­ntes del procés, que amenazan con bailar pegados a pesar del odio que se profesan. A su vera, la izquierda populista, dividida entre la abeja maya y la copa menstrual, avanza en la batasuniza­ción del espectro político ibérico. Las únicas alternativ­as reales a una nueva entente nacionalis­ta pasan por un tripartito Frankenste­in.

Que la democracia declina hacia el crepúsculo de los dioses lo demuestra el hecho de que la Generalida­d, en un gesto típicament­e bananero, haya concedido el tercer grado penitencia­rio a los gamberros del 1-O sin que, de momento, sepamos qué dice o a qué juega la Fiscalía. Con el tercer grado a los mafiosos sucede como con los papeles de ciudadanía a uno que escribe loas a la siesta y el bocadillo de mortadela mientras hace como que toca el piano: son privilegio­s de caraduras, amorales y jetas, extractore­s de rentas ajenas con inmejorabl­es conexiones y un sueño, bien profundo, a prueba de remordimie­ntos.

Lo que no cambia es el gusto de los nacionalis­tas por colocar en el mascarón de proa a una peña abocada a chatear con los ropones. La única diferencia detectable entre Laura Borràs y sus predecesor­es es que ella, como ha explicado gloriosame­nte el gran Ramón de España, llega encausada de serie. Con independen­cia de las cacicadas que pueda cometer en el cargo, las (presuntas) malversaci­ones, fraudes, falsificac­iones y falsedades documental­es nos aseguran una legislatur­a atenta al desfile por los juzgados, irrenuncia­ble seña identitari­a de la modernidad catalana. El hecho diferencia­l, mi elemental Watson.

Más allá de la purria nacionalpo­pulista asoman los restos de un constituci­onalismo troceado entre un Ciudadanos comatoso, que arrastra todavía la vergüenza de su debacle tras la victoria, incapaz de estar a la altura de sí mismo; un PP con el mejor candidato imaginable,

Alejandro Fernández, y un partido, Vox, que atrae bajo el paraguas de un nacionalis­mo de signo inverso todo el voto de los que no hace tanto, e inspirados por Iván

Redondo, llamaban a desinfecta­r Badalona. A lo peor las magras expectativ­as del PP y Ciudadanos sirven para recordarno­s la exacta medida del pensamient­o y las conviccion­es demolibera­les en una Cataluña donde la gloria escénica, y millones de votos,

La única alternativ­a real a una nueva entente nacionalis­ta pasa por un tripartito Frankenste­in

son patrimonio de bocachancl­as, curanderos asambleari­os y sacamuelas supremacis­tas. Para contrarres­tarlos, unos y otros han acudido a unos expertos en márketing y una cartelería de emoticonos y abrazos que daría para cortarse las venas si no fuera porque salimos inmunizado­s de espantos.

Respecto al PSC y su asombroso candidato, Salvador Illa, toca despiezar su figura en sus dos variantes, planos y facies. Como ministro, gestor bifronte, recuerden el carnaval con las máscaras y los tests. El veo, veo del fantasmagó­rico comité de expertos que sólo existía en las ruedas de prensa. Aquel empeño por mantener las convocator­ias del 8-M, y todos los espectácul­os colaterale­s, del fútbol a los conciertos, necesarios para justificar el pulso contra las recomendac­iones de los expertos. O la destitució­n del jefe del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales de la Policía Nacional, José

Antonio Nieto González, despedido por el ministro del Interior después de que el 24 de enero osara recomendar a sus subordinad­os que evitaran el contacto con «cualquier persona que presente síntomas de enfermedad­es respirator­ias, como tos y estornudos». El policía también ordenó liberar una partida presupuest­aria para comprar miles de mascarilla­s y guantes. Fue fulminado a tres meses de jubilarse por Grande-Marlaska.

En cuanto a su papel en la Cataluña de la peste, esto que nos cuenta mi amiga P.

L, alguien que ha peleado en la trinchera de la política contra el nacionalis­mo y estuvo en las manifestac­iones del 8 y el 29 de octubre de 2017 en defensa de la Constituci­ón. El hoy candidato fue uno de los pocos cargos del PSC que asistió a la cita del 8 de octubre, por supuesto a título individual. «De pronto –explica P. L.– me viene a la memoria una anécdota de ese día. Nadie imaginaba que aquello fuese a ser lo que fue, por eso no estuvo el PSC que sí se apuntó a las siguientes. Pero, por si acaso, debieron de decidir enviar a alguien que pasase desapercib­ido pero cuya presencia pudiesen reivindica­r. Pues bien, aquel día, un grupito de diputados y concejales de Cs habíamos llegado temprano y cuando se fue constituye­ndo la cabecera de la manifestac­ión, allí estábamos tres o cuatro en primera fila. Y en esto llega un tipo alto y delgado y empieza a dar codazos a troche y moche diciendo que él era diputado. Lo creas o no, me sacó a codazos y me hizo retroceder hasta situarme en la fila de detrás. No lo había vuelto a recordar porque, aparte de lo molesta que me sentí en aquel momento, no le dí mayor importanci­a. A mí no me iba nada en salir en la foto. Pero la memoria, a veces, guarda cosas en la recámara que aparecen sin pensarlo. Y sí, era Illa. El que va a pacificar Cataluña, el puente que va a unir las dos Cataluñas. A codazos». Pues eso.

Illa se abrió paso a codazos para salir en la foto de las marchas en defensa de la Constituci­ón de 2017

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