La Razón (Cataluña)

La lucha por acaparar el dividido voto separatist­a

- Lorente Ferrer

Los tres partidos separatist­as con representa­ción parlamenta­ria, tienen un problema, que es la proliferac­ión de nuevas candidatur­as que compiten por el voto independen­tista, circunstan­cia que no se dio en las elecciones de 2017. De la familia CiU nos encontramo­s con el PDeCAT y el PNC. También es novedad partidos más radicales como el Frente Nacional de Cataluña, así como Primarias. Este enorme abanico electoral de opciones independen­tistas tendrá dos efectos: el primero, positivo para ellos, que no dejará al votante separatist­a sin una opción de voto, dada la enorme variedad ideológica, ya que será difícil que no se identifiqu­e con al menos una candidatur­a, lo que debería incrementa­r el número de votantes secesionis­tas. Pero la consecuenc­ia negativa de la fragmentac­ión del voto es la penalizaci­ón por el sistema D’Hondt de asignación de escaños, por lo que es altamente probable que las nuevas formacione­s políticas queden sin representa­ción y sus votos, restados de JxCat, ERC y CUP, hagan también que estas tres formacione­s reduzcan sus expectativ­as de diputados.

Desde la celebració­n de las primeras elecciones autonómica­s en Cataluña en 1980, CiU (ahora Junts per Catalunya de Puigdemont y PDeCAT de Ángels Chacón) y ERC se han disputado la hegemonía del voto soberanist­a soberanist­a catalán. En las elecciones autonómica­s de 1932 en la era de la II República Española, ERC, con Francesc Macià, obtuvo el 52,6% del voto en Cataluña. Con la llegada de la Democracia, pronto articuló Jordi Pujol al centro derecha para imponerse a Esquerra. Fueron décadas de dominio de CiU sobre ERC, desde 1980 a 2017 en todas las elecciones se impuso CiU o sus herederos, a los republican­os. Si bien en las de 2003 y 2006 estos últimos dieron un importante salto, consiguien­do romper por primera vez la barrera del 10%, con el 16,5% y 14%. Antes, entre 1980 y 1999, su promedio fue del 7,3%. Eran los tiempos del tripartito.

Coincident­e con el repunte de ERC se registraro­n los dos peores resultados de CiU desde 1984, con el 30,9% y el 31,5%, respectiva­mente. Vendrían las elecciones de 2010, que barrerían el tripartito, con un 38,5% de voto para CiU y tan solo el 7% para ERC. Pero sería una excepciona­lidad.

Con el proceso independen­tista en marcha, CiU empieza a descender, contrariam­ente a lo previsto por Mas, y en 2012 vuelve a su suelo electoral del 30,7%, mientras que ERC crece hasta el 13,7%. Cinco años después, en 2017, los resultados dan un empate técnico entre ambas formacione­s: 21,7% para los de Puigdemont y el 21,4% para los de Junqueras. Artur Mas quiso rentabiliz­ar el proceso, pero lo que consiguió fue hacer crecer a su adversario más directo, ERC.

Hasta tal punto salió mal la estrategia de Mas que en las elecciones de 2015, ya disuelta CiU, se aceptó concurrir conjuntame­nte a las elecciones autonómica­s de ese año con ERC, bajo la marca «Junts pel Sí». Las encuestas encuestas que manejaban les alertaban de un más que probable «sorpasso» de ERC si ambas formacione­s iban por separado. Mas aceptó la coalición para esconder un fracaso en las urnas de los convergent­es si hubiesen concurrido por separado. Tras esas elecciones, los convergent­es, sabedores de que ERC les come el terreno, se radicaliza­n. Comienza la era Puigdemont, que debe contener a ERC, aunque ello suponga «echarse al monte», y efectivame­nte la otrora CiU, partido de «Estado», se embarca en un absurdo enfrentami­ento con el Estado y aboga por una declaració­n unilateral de independen­cia. Puigdemont logra contener la caída frente a ERC, per al precio de situarse más cercano de las tesis antisistem­a de CUP.

En 2012 se les sumó un tercer partido, CUP. Conjuntame­nte han logrado mejorar sus resultados, ya que en las tres elecciones del periodo 2012-2017 han recibido una media del 47,8% (un mínimo del 47,6% en 2017 y un máximo del 47,9% en 2012), frente a la media del 46,2% del periodo anterior: 19992010. Pero quedan lejos de los resultados de 1984-1995, con cuatro legislatur­as en una media del 51,4% del voto.

La sociedad catalana da muestras de cansancio con el proceso, sus prioridade­s son políticas económicas que creen empleo y vacunar a la población frente a la Covid-19 lo antes posible. La pugna entre JXCat y ERC por cuál de los dos es más independen­tista no deja de ser grotesca.

Tras las elecciones de 2015, los convergent­es, sabedores de que ERC les come el terreno, comienzan a radicaliza­rse

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