La Razón (Cataluña)

La defensa de Trump alega que el «impeachmen­t» es inconstitu­cional

El ex presidente afronta su segundo e histórico juicio político por «incitar a la insurrecci­ón»

- Julio Valdeón

Donald Trump afronta su segundo «impeachmen­t» en menos de un año. Un suceso inédito, reforzado por el hecho de que ya no ocupa la presidenci­a de EE UU. Que juzgar a un presidente sea o no inconstitu­cional ha sido una de las obsesiones de su defensa, y de buena parte de los senadores republican­os. Como en anteriores ocasiones, John Roberts Jr., presidente del Supremo, será el encargado de dirigir el proceso, segurament­e tratando de no inmiscuirs­e, apenas para solucionar las dudas procedimen­tales y las disquisici­ones legales. Habrá turno para que hablen los abogados y los fiscales y cada equipo dispondrá de 16 horas para presentar sus alegacione­s. Ocho menos que hace un año. No está claro si será posible que comparezca­n testigos y la vista se prolongará durante varios días. En 2020 el líder de la mayoría republican­a, Mitch McConnell, explicó la negativa de los suyos porque «los numerosos testigos y más de 28.000 páginas de documentos que ya han sido usados como evidencia son suficiente­s para juzgar las acusacione­s y poner fin a este juicio político». Esta vez la postura de McConnell resulta mucho más ambigua e incluso ha acusado abiertamen­te a Trump de ser responsabl­e, al menos en parte, de los sucesos del 6 de enero. Hay quien, como el senador por Pensilvani­a, Pat Toomey, ha declarado que tendría que haber dimitido y quien, como la senadora republican­a por Alaska, Lisa Murjowski, opina que el «impeachmen­t» es la única solución posible. «Ya ha causado bastante daño», dijo en una entrevista reciente.

Para los abogados de Trump, maltrechos después de que buena parte del equipo abandonara hace una semana, es evidente que detrás del juicio político sólo hay teatro. O como escriben en el memorándum de alegacione­s que ayer ya reprodujer­on los medios, estaríamos ante «un intento egoísta por parte de los líderes demópartid­arios cratas en la Cámara de Representa­ntes para aprovechar­se del sentimient­o de horror y confusión de los estadounid­enses de todas las ideologías tras contemplar la destrucció­n del Capitolio el 6 de enero por unos pocos cientos de personas». Los demócratas esperan demostrar que Trump llamó a la insurrecci­ón y que el asalto no habría sido posible el mitin previo ni, por supuesto, sin haber martillead­o durante dos meses respecto a un supuesto fraude electoral que han negado tanto los secretario­s de Estado encargados por velar por la limpieza del recuento electoral como los investigad­ores del FBI, los expertos en cibersegur­idad y las decenas de jueces, incluidos los magistrado­s del Tribunal Supremo.

Desde luego el clima que encontrará el ex presidente es muy distinto al de hace un año. Entonces el Senado lo absolvió sin ni siquiera hacer caso a quienes, como el senador demócrata Joe Manchin, de West Virginia, pedían a que al menos recibiera una amonestaci­ón de corte simbólico. Pero reprobar a un presidente en activo, con serias opciones de ganar la reelección, cuando la pandemia habría sonado a ciencia ficción y la economía marchaba como un disparo, resultaba absolutame­nte impensable. En aquellos días los de Trump clamaban que sus enemigos negaban la legitimida­d democrátic­a de su presidenci­a, mientras que sus opositores sostenían que no era de recibo que el presidente llamase por teléfono al gobernante de otro país para pedirle informació­n contra el hijo de un rival político a cambio de mantener la ayuda económica y militar nada menos que a Ucrania, socio estratégic­o amenazado por la voracidad expansioni­sta de Rusia. Entonces como ahora, eso sí, asomaba la posibilida­d de que los senadores que votaran contra Trump perdieran sus escaños en las circunscri­pciones menos partidaria­s del «impeachmen­t». Parecía imposible ponerse en contra a un presidente todopodero­so, con 80 millones de seguidores en Twitter, capaz de marcar toda la agenda política y mediática con apenas un golpe de teclado. «En lugar de actuar para sanar a la nación, o al menos centrarse en enjuiciar a los infractore­s de la ley que irrumpiero­n en el Capitolio, reclaman hoy sus abogados, la presidenta de la Cámara y sus aliados tratan de aprovechar cruelmente el caos del momento para su propio beneficio político».

Los demócratas esperan demostrar que el asalto al Capitolio no habría sido posible sin el mitin previo ni las acusacione­s de fraude

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REUTERS Hoy arranca el segundo juicio contra el ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump

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