La Razón (Cataluña)

República Checa nos adelanta en renta

- Juan Ramón Rallo

Durante las últimas dos décadas, y aun excluyendo el excepciona­l mal año 2020, la renta per cápita de España en paridad de poder adquisitiv­o apenas se ha incrementa­do en un 20%. En dólares constantes de 2017, hemos pasado de unos ingresos medios por ciudadano de 34.800 dólares en el año 2000 a 41.400 dólares en 2019 (2020 lo habremos cerrado por debajo de 36.000). Éste es el motivo por el que muchos economista­s hablan de las dos décadas perdidas de España (y esperemos que no se trate de tres décadas, a tenor de lo que está sucediendo con la pandemia). Pero que nosotros nos hayamos parado no significa que otros países también lo hayan hecho y, en consecuenc­ia, cada vez nos quedamos más rezagados frente a ellos. Éste es el caso de la República Checa: pese a que, en 1995, su renta per cápita era un 22% inferior a la española, en 2020 y tras su mejor gestión de la pandemia, ya han conseguido superarnos (en 2019, incluso sin pandemia, ya estuvieron a punto de hacerlo). En particular, mientras que sus ingresos per cápita equivalen hoy a 38.100 dólares internacio­nales, los de España, según ya hemos visto, apenas alcanzan los 36.000. De hecho, la tasa de desempleo en el país apenas alcanza el 3%, mientras que en el nuestro supera el 16%. ¿A qué se debe esta muy positiva evolución del país centroeuro­peo?

Por supuesto, su entrada en el área de libre comercio de la Unión Europea ha ayudado, en tanto en cuanto ha permitido que sus empresas comerciali­cen libremente sus mercancías a un mercado de 450 millones de personas, pero los factores que explican su éxito son otros. Primero, una salida del socialismo: el programa de privatizac­iones que aplicó la República Checa fue uno de los más eficientes del antiguo bloque de satélites soviéticos, en tanto minimizó las capturas oligárquic­as de activos estatales. ¿En qué consistió ese programa? En repartir acciones de compañías públicas entre los ciudadanos (en lugar de que fueran los políticos quienes decidieran a quién venderles las empresas, éstas se redistribu­yeron entre la propia población). Segundo, en implantar un sistema impositivo que no perjudique ni el ahorro, ni la inversión ni, en consecuenc­ia, la acumulació­n de capital. Por un lado, el tipo marginal máximo en el IRPF checo es del 23% (en España, del 47%, y en muchas autonomías de más del 50%); por otro, el gravamen en Sociedades es del 19% (en España, 25%). Y tercero, en contar con unos mercados bastante más flexibles que los nuestros: por ejemplo, de acuerdo con el Índice de Flexibilid­ad Laboral elaborado por la OCDE, la República Checa cuenta con el octavo mercado laboral más libre de este grupo, mientras que España se queda en el puesto vigésimo quinto.

Quizá deberíamos tomar nota de los casos funcionale­s e imitarlos: privatizac­iones inteligent­es, impuestos moderados al ahorro y la inversión, y flexibilid­ad regulatori­a. Evitemos otra década perdida.

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