Estas personas no existen: así se falsifica el genoma humano
La inteligencia artificial permite crear imitaciones de cuadros, textos, y ahora también del ADN humano
Existen muchos usos diferentes para la inteligencia artificial. En las noticias hemos podido ver aplicaciones como el diseño de nuevos fármacos o la organización de hospitales durante la pandemia, pero esto es solo la punta del iceberg de sus posibilidades. En lo más profundo hay vertientes que pueden parecer poco éticas pero que son útiles, como la falsificación. Gracias a este tipo de algoritmos, es posible crear cuadros imitando el estilo de Pablo Picasso o escribir novelas parecidas a «El Quijote». Pero en un último estudio se ha logrado algo mucho más futurista: en vez de imitar contenido artístico, se ha logrado imitar el genoma humano, creando secuencias de ADN que no pertenecen a nadie. Pero, ¿para qué sirve todo esto?
En su estado actual, la inteligencia artificial se basa en algoritmos que pueden aprender patrones o comportamientos concretos de manera autodidacta. Imaginemos que queremos que un ordenador pueda multiplicar números. El método sencillo, sin inteligencia artificial, sería programar la multiplicación, indicando las sumas de manera secuencial y dejando que el ordenador ejecute estos pasos como una receta a seguir. Con la inteligencia artificial, solo le damos al ordenador multiplicaciones resueltas y aplicamos un algoritmo de aprendizaje diseñado para que aprenda a multiplicar. Mediante prueba y error, el ordenador va probando diferentes técnicas por su cuenta hasta lograr dar con los pasos de la multiplicación, logrando multiplicar si le damos dos valores nuevos.
Hacerlo por sí sola
En ambos casos, tenemos un ordenador que puede multiplicar, pero en el segundo caso se ha recorrido un camino durante el que la máquina ha aprendido a hacerlo por sí misma. Siguiendo dicha idea, es posible usar estos algoritmos para detectar patrones más complicados, difíciles de ver incluso para el ser humano. Por ejemplo, se está usando inteligencia artificial para detectar tumores en radiografías o predelos cir la evolución de la enfermedad en un paciente, aprendiendo de casos anteriores.
En las falsificaciones, los algoritmos se diseñan para que aprendan detalles más sutiles: el estilo de la obra original. Los pintores y escritores tienen manías concretas, trazos y palabras favoritas que usan con más frecuencia de lo normal y que terminan convirtiéndose en una suerte de huella dactilar. La inteligencia artificial puede detectar y aprender estos patrones, logrando imitarlos al crear contenido nuevo. De este modo, podemos enseñar a un algoritmo todos los cuadros de Picasso para que genere un cuadro nuevo con su estilo o toda la bibliografía de Cervantes para crear una nueva novela con el aroma al autor de «El Quijote». No serán duplicados de sus obras existentes, sino obras del estilo de los autores reales que pueden engañar a algunos expertos.
Aunque el potencial uso delictivo de estos programas es evidente, los que programan los algoritmos suelen incluir también uno de detección de falsificaciones que permita rastrear con facilidad las falsificaciones generadas. Así se evita que nadie pueda sacar provecho económico de ellas. Pero, si este veneno viene con su antídoto, ¿para qué querríamos generar contenido falso? La gran ventaja que tienen datos falsificados es que no pertenecen realmente a nadie. Un cuadro o una novela generada por una inteligencia artificial no tiene derechos de autor ni «copyright», por lo que puede ser usada de manera gratuita para bancos de imágenes o pruebas literarias.
Esta ventaja también sucede en el campo de la genética. La información genética de nuestro ADN nos permite conocer la incidencia de algunas enfermedades y la posibilidad de responder mejor a algunos tratamientos. Este conocimiento está avanzando tanto que muchos expertos opinan que la medicina cada vez será más personalizada y que un medicamento puede ser exclusivo para aquellos con una variante concreta de su genoma. Crear esta medicina personalizada requiere la investigación y análisis de millones de genomas humanos diferentes, pero existe una barrera legal al respecto: nuestra secuencia de ADN nos pertenece. Es como un número de DNI propio que refleja una información privada sobre nuestra salud. Esto hace que muchas bases de datos genéticas sean privadas, y obliga a científicos e instituciones a pagar grandes cantidades de dinero para poder usarlas en su trabajo, paralizando la investigación científica.
Por este motivo nació la idea de generar secuencias de ácido desoxirribonucleico falsas. Investigadores franceses han creado un algoritmo que aprende del estilo de la secuencia de ADN, logrando imitarlo y generar genes y secuencias completas parecidas a las de un humano. En el estudio aseguran que estas secuencias falsas son indistinguibles de las originales,y al no pertenecer a nadie, están libres de derechos, por lo que pueden ser usadas por la comunidad científica sin problema.
¿Cuánto de útiles serán estas secuencias falsas? Solo el tiempo lo dirá. Al mejorar nuestro conocimiento sobre genética, es posible crear algoritmos mejores y falsificaciones cada vez más realistas y útiles para avanzar. Y es que puede que anonimizar nuestro rostro sea importante hoy en día, pero puede que anonimizar nuestro ADN se vuelva más valioso en el futuro.
Investigadores franceses han creado un algoritmo que aprende del estilo de la secuencia de ADN y lo imita
Esta tecnología es capaz de estudiar obras de Picasso y Cervantes y crear réplicas que engañan a los expertos