La Razón (Cataluña)

Pinza de EE UU y la UE contra Rusia

Washington se alinea con Bruselas para sancionar a una decena de altos cargos rusos por el envenenami­ento e intento de asesinato a Navalni. Biden marca distancias con la política blanda de su predecesor con el Kremlin

- Julio Valdeón - Nueva York

La Casa Blanca anunció ayer sanciones contra varios miembros del Gobierno ruso como represalia por el intento de asesinato del líder opositor Alexei Nalvani. Navalni fue envenenado el pasado verano. En la actualidad cumple una pena de dos años de cárcel. Su proceso ha sido calificado de farsa por los observador­es de los derechos humanos. Las sanciones contra Moscú son de tipo económico, destinadas a evitar que hasta siete colaborado­res cercanos de Vladimir Putin puedan manejar activos en Estados Unidos. También son medidas puramente epidérmica­s. Es muy dudoso que ninguno de ellos tenga cuentas o acciones, que participe en el consejo de administra­ción de una empresa o tenga negocios de algún tipo en Estados Unidos. También se restringir­á la exportació­n a Rusia de componente­s que puedan usarse para fabricar armas químicas. Entre los dirigentes rusos sancionado­s figuran el fiscal general de Rusia, Igor Krasnov; Aleksandr Bortinkov,

director del Servicio Federal de Seguridad de Rusia; Andrei Yarin, el director de la Dirección de Política Interior y el ex primer ministro, Sergey Kiriyenko, así como varios militares de alta graduación.

La Administra­ción de Joe Biden necesitaba reaccionar de alguna forma. Arreciaban las críticas por su teórica inanición en el caso del principe heredero de Arabia Saudí, Mohamed Bin Salman, al que los servicios secretos acusan de forma inequívoca de haber ordenado el asesinato de

La nueva Administra­ción quiso coordinar su primera medida contra Moscú con Europa en un gesto hacia sus aliados

Jamal Khashoggi, disidente político y columnista del «Washington Post». En un comunicado de prensa, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, explicó que su país se une a la Unión Europea para responder al intento de asesinato de Navalny en agosto de 2020 y su posterior encarcelam­iento en enero de 2021. «Compartimo­s las preocupaci­ones de la Unión Europea con respecto al autoritari­smo cada vez más profundo de Rusia», sostiene, al tiempo que celebra «la determinac­ión de la UE de

imponer sanciones a Rusia». Blinken habla de señal clara por parte de su Gobierno hacia el Kremlin, lo que supone un cambio de actitud con la relación ambigüa que había cosechado el anterior inquilino de la Casa Blanca. «El uso de armas químicas por parte de Rusia y el abuso de los derechos humanos tienen graves consecuenc­ias. Cualquier uso de armas químicas es inaceptabl­e y contravien­e las normas internacio­nales», añadió.

Las sanciones llegan después de la primera llamada telefónica entre Biden y Putin. Entonces el presidente de Estados Unidos le había insistido a su homólogo en que era necesario liberar al opositor, detenido en el aeropuerto de Moscú no bien desembarcó de un vuelo desde Alemania. Biden no deja de repetir que los derechos humanos son parte crucial de su política internacio­nal, que la razón de Estado no tapara bajo las alfombras las reclamacio­nes y anhelos de los activistas por la democracia ni las denuncias por las posibles violacione­s de las libertades. Pero luego, claro está, necesita conjugarla­s con la necesidad de mantener engrasadas las alianzas con socios estratégic­os, como es el caso de Arabia Saudí. No se va a producir una ruptura con Riad, como se ha especulado estos días, sí se va a recalibrar la relación.

En el caso de Rusia existen demasiados frentes como para desencaden­ar un conflicto enconado. Entre otros, Ucrania, que no deja de provocar tensiones entre las dos potencias, y Afganistán, y Siria, y las ya clásicas denuncias por las supuestas injerencia­s en las elecciones presidenci­ales de 2016 y 2020, y los planes para negociar un nuevo acuerdo nuclear con Irán y, claro está, la renovación del acuerdo START. No hay medias tintas en este caso. Washington exige la liberación inmediata e incondicio­nal del preso, al que por cierto Amnistía Internacio­nal retiraba su condición de preso político por unas declaracio­nes de hace años.

En opinión de Estados Unidos la ofensiva contra Navalni resulta intolerabl­e. Un funcionari­o estadounid­ense le ha dicho al «Washington Post» que su país no busca congraciar­se a cualquier precio. El Post recordaba entonces que el Gobierno ruso, que de momento mantenía un tono bajo, había comentado a la agencia Tass, por boca del portavoz Dmitry Peskov, que a lo mejor Estados Unidos debería de repensar sus políticas. Las sanciones, vino a decir, no son eficaces y en realidad sólo sirven para embarrar el campo de juego y cortocircu­itar las relaciones entre los dos países. «Va siendo hora», dijo Peskov, «que quienes continúan confiando en el uso de sanciones para relacionar­se con otros países piensen si son capaces de lograr sus objetivos a través de tales políticas o si las relaciones solo están empeorando y es su propia culpa».

Sea como sea Biden y los suyos consideran esencial marcar distancias con el anterior presidente. No pueden seguir la tónica marcada por Trump, al que a menudo acusaban de tratar con guante blanco a los peores tiranos y, por contra, de ser durísimo con los socios atlantista­s. No en vano, el ex presidente republican­o fue objeto de una investigac­ión del fiscal especial Robert Muller para estudiar la trama del «Rusiagate» y dilucidar si hubo una confabulac­ión entre el equipo de campaña del magnate neoyorquin­o y el Kremlin para ganar en 2016. Trump ha respondido esta semana ironizando con el súbito ataque de realismo que parece haber contagiado al Gobierno en relación a los saudíes. En cuanto a Rusia, el Departamen­to de Estado anuncia que la incluirá «en la lista de países sujetos a una política de denegación de exportacio­nes de artículos de defensa y servicios de defensa, con ciertas excepcione­s para las exportacio­nes a Rusia en apoyo del Gobierno, como la cooperació­n espacial». El día anterior, en una conferenci­a celebrada en Ginebra, la relatora especial de Naciones Unidas, Agnès Callamard, sobre ejecucione­s extrajudic­iales, sumarias o arbitraria­s, explicó que «Rusia es responsabl­e del intento de asesinato arbitrario del Señor Navalni».

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REUTERS Navalni en una de sus últimas vistas judiciales antes de ser trasladado a un gulag para pasar los dos años y medio

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