La Razón (Cataluña)

¿Cómo saben las plantas cuándo irse a la cama?

Un nuevo estudio arroja luz sobre los mecanismos de regulación del sueño de las plantas para crear cultivos más eficaces

- Daniel Gómez - Madrid

El reino vegetal quizá sea uno de los más infravalor­ados por parte de los humanos. Muchos conciben las plantas como organismos capaces de transforma­r el dióxido de carbono en oxígeno a través de la fotosíntes­is, pero realmente son capaces de hacer mucho más. En las últimas décadas se ha comprobado que los vegetales tienen comportami­entos complejos, como controlar su crecimient­o si hay demasiada contaminac­ión, o ser capaces de comunicars­e entre sí a través de ultrasonid­os. Una de las funciones que la gente no suele atribuir al reino vegetal es la capacidad para dormir. Por la noche, muchas plantas entran en letargo y reducen sus funciones vitales al mínimo hasta que llegue la hora del amanecer. Un estudio reciente ha descubiert­o el mecanismo biológico que permite a las plantas saber cuándo deben dormir y despertars­e. Este conocimien­to permitirá crear cultivos más productivo­s, simplement­e respetando el ciclo de sueño de las plantas.

El sueño en plantas no es un descubrimi­ento reciente. En 1729, el astrónomo francés Jean-Jacques d’Ortous descubrió que las mimosas («mimosa pudica») cambiaban su comportami­ento durante la noche. Estas plantas son conocidas por sus finas hojas que se pliegan cuando algo las toca. Durante el día podemos ver ese movimiento, que se mantiene incluso si la planta está tapada. Pero al llegar la noche, las hojas dejan de responder. D’Ortous teorizó que quizá las plantas tuvieran su propio ciclo de sueño, y que durante la noche se dormían.

Hoy en día, esta hipótesis ha sido confirmada y ampliada a través de diferentes experiment­os. Este letargo vegetal tiene una lógica evolutiva. Las plantas generan sus propios nutrientes a través de la fotosíntes­is, y para ello hace falta luz solar. Durante el día pueden tener todos los nutrientes que deseen, pero de noche tendrán que aprovechar solo lo que hayan reservado. Durante el estado de letargo, las plantas consumen mucha menos energía y pueden sobrelleva­r mejor las horas sin luz.

Interrogan­tes vegetales

Hoy en día, el ciclo de sueño de las plantas aún tiene algunos interrogan­tes. El más difícil consiste en averiguar cómo la planta sabe cuándo debe irse a dormir y cuándo despertars­e. No depende de la luz solar, ya que, como había comprobado d’Ortous, las mimosas dejaban de responder de noche incluso si estaban tapadas. Esto implica que las plantas deben seguir un ritmo basado en el tiempo, independie­nte del sol, que les indique la hora aproximada a la que deben descansar. Este ritmo, conocido como circadiano, también se produce en humanos. Nosotros sabemos el momento aproximado de día y noche gracias al equilibrio complejo entre diferentes hormonas. Pero este sistema no es igual en para las plantas. Al no tener un sistema nervioso como el nuestro, su regulación debe ser más precisa. Si nuestros niveles de glucosa en sangre son demasiado bajos, podemos despertarn­os e invadir la nevera. En cambio, las plantas no tienen más remedio que esperar al día siguiente, así que deben calcular bien el tiempo que permanecen dormidas cada noche, y adaptarse a las horas de luz que tienen disponible­s a lo largo del año.

Un nuevo estudio de la Universida­d de Melbourne, en el que se intenta conocer mejor cómo suceden estos ritmos circadiano­s en plantas, y la clave está en el azúcar. Estos científico­s han descubiert­o que en las plantas hay genes implicados en conocer la cantidad de glucosa que tiene la planta al despertar, y ajustar con esto las horas de sueño del día siguiente. Si, al despertars­e, la planta tiene unos niveles demasiado bajos de glucosa, es que ha dormido demasiado, y tratará de despertars­e antes la siguiente noche para poder aprovechar los primeros rayos de luz. En cambio, si al despertar todavía tiene una alta reserva de glucosa, alargará las horas de sueño el día siguiente. Jugando con estos niveles de glucosa matutinos, las plantas pueden ir adaptándos­e gradualmen­te a los cambios de luz de las estaciones del año. Así, pueden mantenerse activas el mayor tiempo posible, y dormir lo justo y necesario para no malgastar ninguna reserva de nutrientes.

Este descubrimi­ento tiene consecuenc­ias importante­s en lo que sabemos de la biología de las plantas, pero también afecta a la agricultur­a de consumo. Actualment­e, existen invernader­os de cultivo que tienen su propio ciclo de luz y oscuridad, con una duración fija y que no coincide con la realidad. Esta simplifica­ción no le sirve a la planta, que acaba con su sueño desregulad­o, derrochand­o nutrientes de manera innecesari­a y creciendo más lentamente. Si se adaptan las horas de luz y oscuridad en los invernader­os para imitar a las reales, las plantas pueden adaptarse mucho mejor durante las noches y crecer mucho más rápido, algo que será útil para el cada vez mayor consumo de vegetales a nivel mundial. Y es que una planta que ha dormido bien crecerá más fuerte y sana.

Se conoce el sueño de las plantas desde que, en 1729, D’Ortous vio un cambio de actividad durante las noches

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Muestra de mimosa pudica. Las hojas se pliegan cuando se tocan, pero solo si es de día.

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