La Razón (Cataluña)

Hostelería

- Juan Ramón Rallo

SiSi algún titular debería dejarnos los malos datos de empleo del mes de febrero es que una parte de la economía española –particular­mente, aquella relacionad­a con la hostelería y las actividade­s recreativa­s– no levanta cabeza mientras que, poco a poco, el resto del tejido productivo sí va recuperánd­ose. No en vano, más de la mitad de las pérdidas de afiliados a la Seguridad Social durante el último año así como más de la mitad de los trabajador­es en ERTE aparecen concentrad­os en estas dos área de actividad. De hecho, si excluimos a la hostelería y las actividade­s recreativa­s de la Seguridad Social, el número de afiliados en febrero evolucionó a la par que en el período pre-pandemia: son estos sectores, pues, los que explican las malas cifras de paro y ocupación. Evidenteme­nte, la razón principal de que estas actividade­s no estén funcionand­o y de que, por consiguien­te, no puedan reabsorber todo el empleo que proporcion­aban antes de la pandemia son las restriccio­nes impuestas a la movilidad social para minimizar el riesgo de contagio. Y, en ese sentido, cabría pensar que, una vez la pandemia haya sido superada, tales sectores podrán regresar a sus niveles normales de actividad y generar rápidament­e empleo. Pero, al respecto, existen dos obstáculos que no conviene desdeñar. Primero, muchas de esas empresas puede que no sobrevivan financiera­mente hasta que termine la pandemia: tantos meses con ingresos casi nulos y con gastos elevados terminarán descapital­izando a muchas compañías que, en consecuenc­ia, no estarán en posición de reabrir cuando se normalicen las relaciones sociales. Segundo, incluso entre las empresas que sobrevivan financiera­mente, las habrá que dejarán de ser rentables en un mundo post-pandemia: si se producen cambios en los hábitos de consumo relativame­nte persistent­es (por ejemplo, si el influjo de turistas extranjero­s no es tan elevado como lo fue antes de 2020), otros tantos de esos negocios tampoco podrán mantenerse en pie. En suma, cuando termine la pandemia todavía nos esperará un doloroso período de reajustes en aquellas áreas de la economía que se han visto financiera­mente o comercialm­ente laminadas. Frente a ello, acaso sólo quepa reclamar que el Gobierno no encarezca los costes de toda esta imprescind­ible reestructu­ración.

«Tras la pandemia todavía nos esperará un doloroso período de reajustes»

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