La Junta birmana recrudece la represión contra los demócratas
Una nueva jornada sangrienta deja, al menos, trece muertos, algunos menores
Birmania volvió ayer a vivir una jornada negra. Al menos trece personas murieron a manos de la Policía y los soldados (algunas fuentes aseguraban que los fallecidos ascendían dieciocho), que abrieron fuego en algunas de las numerosas protestas que tuvieron lugar en diferentes ciudades del país. Una muestra más de la determinación del Ejército por imponer su autoridad a cualquier precio y acabar con el desafío generalizado de la mayoría de la sociedad, que se ha echado a las calles para protestar desde que el 1 de febrero los uniformados perpetraron un golpe de Estado.
«El país es como la Plaza de Tiananmen en la mayoría de sus principales ciudades», afirmó en Twitter el arzobispo de Rangún, el cardenal Charles Maung Bo, en alusión a los numerosos muertos que dejó la represión del ejército chino en las protestas estudiantiles en Pekín en 1989. Las imágenes daban buena cuenta de ello. Una joven de 19 años muerta de un tiro en el cuello en Mandalay. Otro adolescente en Myingyan, donde los testigos aseguraron que la policía, tras lanzar gases lacrimógenos y granadas aturdidoras, abrió fuego sin previo aviso. En Monywa, en el centro del país, cuatro hombres y una mujer fueron abatidos por las fuerzas de seguridad, según aseguró Ko Thit Sar, editor de «Monywa Gazette».
En Rangún, la capital económica del país, también hubo víctimas mortales y gases lacrimógenos y pelotas de goma por doquier. Los medios de comunicación locales difundieron las nuevas escenas de represión en distintas ciudades del país. «La lista de fallecidos puede aumentar», advirtió el portavoz de la Asociación para la Asistencia de Presos Políticos., Ko Bo Kyi, en su cuenta de Twitter, desde la que aseguró que había «muchos» heridos y que «algunos están en situación crítica». Entre las víctimas habría menores de edad.
Desde hace un mes, el país vive a diario movilizaciones en las que los manifestantes están empleando todo tipo de tácticas con el fin de ralentizar el avance de la Policía. En ellas, los antigolpistas exigen la liberación de la líder de facto del país, Aung San Suu Kyi, y el regreso a la senda democrática democrática en la que Birmania se encontraba inmersa.
Hasta la fecha, dichas protestas no han logrado ni una sola concesión por parte de los soldados que, por el contrario, han segado la vida de una treintena de personas, detenido a más de 1.200 y puesto entre rejas a unas 900, según el grupo de seguimiento de la Asociación de Asistencia a Presos Políticos. Además, entre los arrestados se encuentran varios periodistas y fotógrafos a los que la Junta acusa de «provocar miedo y difundir noticias falsas», toda una ofensiva contra los medios independientes. De hecho, ayer presentaron cargos contra seis de ellos, que podrían enfrentarse a penas de hasta tres años de cárcel según la ley reformada por la junta hace tan solo unas semanas. Los incidentes de ayer vinieron precedidos por la reunión que los ministros de Relaciones Exteriores de la Asociación de las Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) mantuvieron con el fin de buscar una solución dialogada a la crisis birmana. Un encuentro en el que también participó el representante de la Junta golpista, Wunna Maung Lwin, y donde varios de sus asistentes condenaron la fuerza letal usada por los uniformados. Allí, la ministra indonesia, Retno Marsdi, criticó la falta de cooperación de los militares coincidiendo con el primer ministro de Singapur, quien afirmó a la BBC que su comportamiento era «inaceptable». El encuentro de los ministros de ASEAN concluyó con un tímido y generalizado llamamiento a la estabilidad, y también está previsto que el asunto sea tratado por el Consejo de Seguridad de la ONU, previsiblemente el viernes y a puerta cerrada, según la agencia DPA. El aumento de la represión militar en Birmania ha provocado las condenas de los líderes internacionales. Ayer el papa Francisco abogó por el diálogo contra la represión en Myanmar tras el golpe de Estado en el país y realizó un llamamiento para que se libere a los dirigentes políticos encarcelados. «Aún me llegan noticias tristes desde Myanmar de sangrientos enfrentamientos».
«El país es como la Plaza de Tiananmen en la mayoría de sus grandes ciudades», afirma el arzobispo de Rangún