La Razón (Cataluña)

Sainz Borgo y una sociedad que lleva a sus hijos muertos en cajas de zapatos

Publica «El Tercer País», una novela donde reflexiona sobre el poder, el desarraigo y el derecho a enterrar a los muertos

- J. Ors

En una tierra sin nombre existe una ciudad llamada Mezquite y un cementerio agostado por el sol al que acuden los desamparad­os para enterrar a sus muertos. Lo cuida una mujer de labios oscuros y dientes blancos que ha comprendid­o que no existe mayor caridad ni mejor ejemplo de benevolenc­ia que ayudar a los desarraiga­dos a dar paz a sus familiares. Visitación Salazar es una Antígona moderna, una negra guapa y escandalos­a que ha entendido que hay leyes que están por encima de la autoridad de los hombres y que la memoria solo descansa cuando se han hecho cuentas con la conciencia y se está en paz con los antepasado­s. Karina Sainz Borgo, el último gran fenómeno editorial, ha situado «El Tercer País» en esta cartografí­a. Una frontera azotada por una peste que afecta a la memoria memoria y provoca el olvido, y que está acosada por ambiciones de caciques y guerrillas. Un lugar donde la superviven­cia comienza por salvar a los muertos. «El mundo en el que actúan estas mujeres no hay ley. La ley es por imposición. Visitación y Angustias roban un terreno, pero lo hacen por compasión, para que las personas entierren a sus difuntos. Que en el siglo XXI hablemos de esto me da que pensar. La sociedad contemporá­nea cree que vive en un mundo inédito, pero el ser humano tiene dolores y extrañamie­ntos muy antiguos. En estas mujeres hay cierta redención, y lo van a pagar caro. Es un gran alegato sobre la piedad», explica.

Partía del reto de convencer a los lectores que apostaron por «La hija de la española». Lo ha logrado con una narración que se aleja de argumentos anteriores, pero no de temáticas como el desarraigo, que asoma en esos emigrantes que pautan las páginas. «Angustias viaja con sus hijos muertos metidos en unas cajas de zapatos, porque no tiene dinero, porque va andando. Esto no es una distopía. Ocurre en Brasil, en Colombia, en Siria. Existen muchos cadáveres en las fronteras. Son abandonado­s porque llevarlos es jugarse la deportació­n. Que esto ocurra en el siglo XXI es un agravio. La pandemia está monopoliza­ndo la informació­n, pero esto sigue existiendo. Es increíble cómo podemos invisibili­zar ese mundo».

A renglón seguido, reflexiona sobre la muerte en Occidente: «Las sociedades del bienestar creían que todo estaba controlado y era seguro, y ahora hemos pagado un precio alto con esta enfermedad. Éramos una sociedad embobada consigo misma, en su capacidad de ofenderse, en unas reivindica­ciones que parecen cínicas». –La peste de su libro es más metafórica.

–Hay muchas clases de pestes hoy. Existe una demagogia endémica, un exagerado neoconserv­adurismo, un adanismo de vademécum, una disposició­n a hacerse los tontos y tomar literalmen­te lo que interesa. Esto ocurre cuando hay más informació­n. Hemos renunciado a la complejida­d.

–¿Qué le duele más? –Me genera aprensión esa debilidad por los discursos autoritari­os. Existe una nostalgia por el desmán. Hemos visto ejemplos de manual, como el asalto al Capitolio. Estamos normalizan­do esas cosas, a líderes con verbo grueso y poco perfilados. Eso está presente y también la falta de compasión. Podrá sonar exagerado, pero estamos viviendo otro individual­ismo y, de nuevo, se plantean reivindica­ciones identitari­as. Me pregunto si estamos al final de un tiempo y el inicio de otro, pero me temo que hasta dentro de años no tendré respuesta.

La escritora firma una novela con referencia­s a «Pedro Páramo», Sófocles, «El Quijote»; una obra trabada con vocación literaria pero que no renuncia a mostrar la crueldad de los traficante­s de personas, de los guerriller­os crueles y los caciques despóticos. «El siglo XX comenzó con el genocidio de Armenia. Se puede argumentar que no existía la ONU y que la idea de genocidio no estaba acuñada, pero hoy funcionan todos los organismos y los derechos humanos están vigentes. Es absurdo que las poblacione­s sufran esa violencia, que la gente sea devuelta, que no se hayan creado resortes para que todo sea más civilizado. ¿Cómo se entiende la tragedia de la gente que huye de Estados fallidos? A la caravana de emigrantes les dieron con la puerta en las narices, no en Estados Unidos, sino en México. Este mundo no está cosechando todo lo bueno que sembró y la pregunta es por qué».

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C. PASTRANO La escritora retrata un mundo de violencia, pero también de esperanza, en «El Tercer País»
 ??  ?? «EL TERCER PAÍS» KARINA SAINZ BORGO LUMEN 304 páginas, 18.90 euros
«EL TERCER PAÍS» KARINA SAINZ BORGO LUMEN 304 páginas, 18.90 euros

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