La Razón (Cataluña)

El Barça de los milagros

Piqué, en el último minuto, lleva la eliminator­ia a la prórroga ante un Sevilla que desperdici­ó su gran ocasión en el penalti que Ter Stegen paró a Ocampos. El gol de Braithwait­e mete al equipo de Koeman en la final de Copa

- Francisco Martínez

El equipo de Lopetegui pidió un segundo penalti por mano de Leglet; Piqué acabó cojo y sin poder correr

«Si remontamos al Sevilla cambia la temporada...», dijo Piqué. Y fue el defensa el que propició esa remontada con un cabezazo en el minuto 90 que mandó la eliminator­ia a la prórroga en la que ya se puede llamar la Copa de los milagros para el Barcelona. Porque sí, otra vez, como con el Granada, se agarraron a la vida los azulgrana y siguen adelante ni más ni menos que a una final, a la posibilida­d de ganar un título en un curso muy complicado para el equipo y para el club. El milagro fue ese gol, merecido por lo que se vio en el campo, pero también el penalti que paró Ter Stegen que olía a punto y final.

Dembélé fuera. Dembélé fuera. Dembélé gol. Así se resumió el comienzo del Barcelona. Estaba obligado a irse al ataque por el 2-0 que le había metido el Sevilla en la ida, hace casi un mes. Pero el enfrentami­ento más reciente entre ambos fue el pasado sábado en Liga, y se impusieron los azulgrana y como si de una prolongaci­ón de ese encuentro se tratara, incluso con el mismo once, salió a por todas el Barcelona. Lopetegui Lopetegui sí alteró su equipo buscando tener más el balón, pero le costaba recuperarl­o. Intentó presionar más arriba para no echarse demasiado atrás, pero su rival encontraba soluciones. Salía el Barça, recibía cómodo Pedri y las ocasiones fueron llegando hasta que el francés acertó. El partido apenas había comenzado y el Sevilla encontró un rato el balón, pero apenas lograba crear peligro. Lo más cercano fue un balón largo a Luuk de Jong al que no llegó porque le faltó decisión. Al menos, las tres o cuatro posesiones largas le sirvieron para respirar, pero sus futbolista­s de calidad, hombres como Suso u Óliver no aparecían en las zonas de peligro y tampoco encontraba­n a En-Nesyri en los balones largos. El cuarto de hora final de la primera parte fue otra carga de los locales. Con mucha participac­ión de Messi y el campo ancho con los dos carrileros, encontraba espacios y Acuña evitó el segundo casi en la línea. El lateral izquierdo fue de los más destacados: mantenía a raya a Dest.

Pero tenía el Barça otros recursos, como la velocidad de Dembélé, un Jordi Alba más selectivo que el otro lateral, pero más peligroso, y, sobre todo, una presión eficaz que le llevaba a recuperar la pelota pronto.

Lopetegui suele ser un entrenador intervenci­onista cuando no le gusta lo que ve y no tardó en sacar a Rakitic, Rakik y Navas, este último por obligación porque Aleix Vidal, que estaba siendo de los mejores con sus cabalgadas, se lesionó. Pero el cambio fundamenta­l del conjunto Hispalense es que se cerró mejor. Cada posesión del Barcelona ya no terminaba en una opción de marcar. La movía el conjunto azulgrana

de acá para allá, pero siempre había una barrera delante. Nada de poder recibir y girarse. Problemas para que Messi y Pedri se encontrara­n, y también pérdidas de pelota más precipitad­as. El cansancio físico y mental también influía y Koeman recurrió a Griezmann. Todo era un poco más aturullado: demasiado juego por el centro, muriendo el balón entre las piernas con las medias rojas. Entendió Dembélé que el juego por la banda era necesario. Con Griezmann, su compatriot­a se fue a la derecha y el centro lo estrelló Jordi Alba en el larguero de forma espectacul­ar.

Eran demasiados minutos sin una ocasión clara del Sevilla. Y le llegó clarísima: un penalti de Mingueza a Ocampos. En el Barça también colaboró en la remontada Ter Stegen, que adivinó la intención del argentino y paró. Pero el encuentro estaba ya desordenad­o, con los cambios y con la fatiga. Parecía

el conjunto de Lopetegui dispuesto a dar la puntilla, pero todavía le quedaba el ataque a la desesperad­a de cinco minutos de su rival. Balones al área, sea como sea, y en la segunda acción tras un córner Piqué remató de cabeza, y además justo antes Fernando había sido expulsado. El centro fue de Griezmann. Hasta los cambios le salieron bien a Koeman.

Se le ponía muy clara a los barcelonis­tas la clasificac­ión, que si algo han demostrado en esta Copa es fe. No tardó Braithwait­e (otro que entró de refresco) en acertar en un cabezazo, pero todavía le quedaban cosas al partido. La más notable fue la mano de Lenglet que volvió loco al conjunto andaluz. Era en el área, otro posible penalti. La pelota le había rebotado antes en el pecho y Sánchez Martínez no vio pena máxima. No pudo más el Sevilla. Piqué, por poco. Terminó cojo, sin poder correr.

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Los jugadores del Barcelona celebran el gol de Piqué, que forzó la prórroga

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