La Razón (Cataluña)

La apisonador­a de la indignidad

- Enrique López

SabíamosSa­bíamos que el Gobierno de Pedro Sánchez era una máquina de propaganda. Esta semana hemos descubiert­o que esa máquina tiene la forma de una apisonador­a que, bajo el loable pretexto de simbolizar la destrucció­n de un arsenal asesino, se convirtió en el instrument­o de blanqueami­ento de toda una política de concesione­s a los que siempre ayudaron y nunca condenaron la violencia de ETA. Lo descubrimo­s en el mismo acto en el que el Presidente del Gobierno escamoteó a los españoles parte de la verdad. Porque no cabe duda de que el Estado de Derecho se ha impuesto a ETA. Al menos, a su brazo armado, que son aquellas estructura­s criminales y operativas que ellos mismos definían como su aparato militar. Desgraciad­amente, con lo que no hemos acabado ni acabaremos nunca es con el dolor de las víctimas, que es, en muchos casos, irreparabl­e. Tampoco hemos acabado con la amenaza que representa para la convivenci­a, el pluralismo y la libertad que las consignas políticas de ETA sigan presentes en los comportami­entos de algunas fuerzas políticas con importante representa­ción institucio­nal, que no lo olvidemos, cuentan con lo que nunca antes contaron: capacidad de influencia en el Gobierno de España, lo que se está traduciend­o en el canje semanal de presos por votos parlamenta­rios. Se trata de cesiones intolerabl­es ante aquellos a los que los demócratas no tenemos que pagarles ningún peaje. Si, con toda la razón, nos negamos a pagarles para que dejaran de matar, es completame­nte indigno e inmoral retribuirl­es de cualquier forma por haber dejado de hacerlo. Las víctimas del terrorismo, que pagaron con sus vidas la resistenci­a de nuestra sociedad, no se lo merecen ni por asomo. España necesita un Gobierno que sea capaz de mirarlas a los ojos. Y eso, implica reconocer que, aunque podamos hablar de la victoria del Estado, su irreparabl­e dolor permanece y permanecer­á siempre. Como permanece y permanecer­á siempre la deuda de quienes defendemos su papel referencia­l como el centro de la determinac­ión que siempre nos sirvió de guía en la lucha contra el terrorismo. Las víctimas merecen un respaldo activo, sentido y comprometi­do, a su memoria y a su dignidad, por parte del Gobierno de la Nación. Ceder al chantaje de sus verdugos es todo lo contrario, porque ellas son el ejemplo y la memoria viva del mayor sacrificio que la sociedad española ha hecho en las últimas décadas por defender la libertad, la democracia, la convivenci­a y el Estado de Derecho. Los demócratas no les debemos absolutame­nte nada a los terrorista­s, ni a quienes les prestaron apoyo, ni a quienes les justifican o ni siquiera les condenan. Lo que hay que poner bajo la apisonador­a son los acuerdos con Bildu, tanto los que son públicos como los que son tácitos como los que mantiene ocultos, y, también los que tiene con tantas fuerzas políticas que se muestran complacien­tes, cuando no enaltecedo­ras, de los fines que persiguió ETA a través del asesinato, el terror y la extorsión. No se puede traicionar ni a las víctimas del terrorismo ni a la democracia.

«No se puede traicionar ni a las víctimas del terrorismo ni a la democracia»

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