La Razón (Cataluña)

Un rebelde inoportuno

- POR PILAR FERRER

Es el grano político del momento. Para el futuro Govern de Cataluña que condiciona con sus resultados electorale­s. Y para Pedro Sánchez porque puede complicar sus pactos de Legislatur­a con Esquerra Republican­a. C arles Puigdemont piensa dar la batalla en contra del suplicator­io que esta semana vota el Parlamento Europeo. Tras el informe favorable de la Comisión de Asuntos Jurídicos de la Eurocámara, presidida por el eurodiputa­do Adrián Vázquez, los grupos socialista, populares y liberales han anunciado que secundarán esta decisión. Pero Puigdemont no se achanta: «Nunca tiraré la toalla», clama por Bruselas con la intención de recurrir ante el Tribunal de Justiciade la Unión Europea y solicitar medidas cautelares que paralicen el suplicator­io hasta una sentencia definitiva. En todo caso, prospere o no, vuelva o no a España, el prófugo sigue siendo un rebelde incómodo e inoportuno. «Una mosca picajuela», en palabras de su entorno, con el aguijón en pista de mordedura.

Fuentes de su defensa aseguran que la última baza no está cerrada y recuerdan el caso del ex consejero Lluis Puig, a quien la justicia belga mantuvo la inmunidad parlamenta­ria por estimar que en España no tenía garantías de un juicio imparcial. Un dardo que los abogados de Puigdemont quieren utilizar bajo la premisa de que los tribunales españoles no son neutrales. Para el ex presidente la concesión del suplicator­io es la prueba del« fascismo español» y acrecienta su faceta victimista. Si la decisión finalmente prospera la extradició­n solicitada por el juez del Tribunal Supremo, PabloLl arena, se reactiva yPuigdemon­t podría regresara España y ser detenido para posteriorm­ente someterse a juicio. Un grano envenenado para ERCenp lena configurac­ión delGoverny negociacio­nes con JuntsxCat,a sí como para Pedro Sánchez en sus pactos con ERC en el Congreso. En el entorno de Puigdemont lo tienen claro: no se rinde y recurrirá con todas las opciones jurídicas en su mano. Nadie duda de que su regreso a España complicarí­a mucho el escenario político y aviva con fuerza el independen­tismo radical. Si mañana, como parece probable, triunfa el voto a favor, la decisión final queda en manos del ajusticia europea .« El caos ya sería total », advierten empresario­s catalanes muy preocupado­s con la situación.

Han pasado tres años y medio de aquel mes de octubre de 2017 en que Carles Puigdemont despistó a todos, huyó a Bélgica e instaló su corte en Waterloo. Como acusan en ERC desde entonces «ha vivido como un rey», mientras su líder, Oriol Junqueras, permanece en la cárcel de Lledoners. Ayer aseguraba ayer en una entrevista en el diario belga ‘De Morgen’: «No tengo planes para el futuro. Cuando me levanto, pienso: quizá sea mi último día en el exilio».

En todo este tiempo el fugitivo pisó temporalme­nte una prisión alemana, ha seguido incesante en su reivindica­ción de la república catalana, logró ser eurodiputa­do, utilizó como un títere a su sucesor, Quím Torra, observó satisfecho la ruptura de su antiguo partido, el P DE Ca T con la derrota de su antecesor, Artur Mas, articuló la coalición JuntsxCaty­batutó los hilos del separatism­o. Rodeado de un núcleo duro en el que figuran su íntimo amigo el empresario Josep María Matamala, los ex consejeros To ni Comíny Clara Po ns atí,y con un« lobby» en Barcelonam­aneja do por los antiguos altos cargos de La Generalita­t, detenidos y luego puestos en libertad, David Madí y Xavier Vendrell, el fugitivo afirma que sigue siendo el auténtico Mesías del «procés».

Con una discreta escolta, lleva una vida lujosa que, según su entorno, costea con su sueldo de eurodiputa­do y aportacion­es de amigos o empresario­s independen­tistas. Una elevada suma que pasa por los casi cinco mil euros de alquiler de la mansión en Waterloo, varios coches con conductor y un reducido personal de servicio. En estos años de lo que él llama su «exilio político», teledirige la línea dura de confrontac­ión confrontac­ión con el Estado, mantiene el contacto con su familia en Girona, acude a la ópera, lee prensa extranjera y ha aprendido el idioma flamenco que une a su dominio del inglés, francés y rumano. El suplicator­io le permite ganar tiempo y coronarse como el auténtico reyezuelo del separatism­o. En los próximos días tiene previsto convocar la Asamblea de Representa­ntes del Consell por la República, lo que él denomina su «gobierno en el exilio».

El Pu chi vive como« un sibarita », acusan en ERC. Para su entorno, sin embargo, una vida discreta mar cada por sus aficiones, la música, lecturas y buena comida. Acompañado de sus leales, entre los que figura el diputado flamenco Lorin Parys, suele acudir a cenar al restaurant­e Pronto Tapas, ubicado en la vecina Lovaina, en cuyo escaparate lucen una gran estelada y fotos de los dos Jordis,Sánc he zyCuixart, encarcelad­os. En este local belga, de propietari­os españoles, sede gusta gazpacho, tortilla de patatas, surtido de ibéricos y croquetas. A mediodía almuerza en el Parlamento Europeo y, según algunos vecinos, hace ejercicio muy temprano. En su entorno admiten que se conecta casi a diario por videoconfe­rencia con su esposa, la rumana Marcela Topor, y niegan una separación de la pareja.Vecinos de la urbanizaci­ón Saint Juliá de Ramís, un complejo de golf y ocio dónde Puigdemont adquirió una casa-chalet siendo alcalde de Girona, dicen que en el inmueble viven Marcela y sus dos hijas, Magali y María, en medio de gran discreción. Fuentes de la familia confirman el apoyo de Marcel a To por, que mantiene su trabajo en una televisión de la Diputación de Barcelona, presidida por la socialista Núria Marín, gracias a lao votos de Junts, así como el de sus padres, tíos y hermano que regentan una conocida pastelería en Giro na. Desde allí le mandan con regularida­dunos cuantos ejemplar es del «xiuxo» . Iluminado del «procés», Puigdemont prosigue con su «dolce vita» y piensa dar la lata.

Con una discreta escolta, lleva una vida lujosa que costea con su sueldo y aportacion­es

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