La Razón (Cataluña)

A contracorr­iente

- Nicolás Redondo Exsecretar­io general del PSE

Si me hubieran invitado, yo sí habría acudido a la destrucció­n de las armas incautadas por las fuerzas de seguridad a diversas organizaci­ones terrorista­s, muy especialme­nte a ETA. Durante veinte años, no les oculto que, en ocasiones en soledad, he defendido la necesidad del acuerdo entre los grandes partidos nacionales en cuestiones que sobrepasan la política partidaria. Dicho de otra forma, he tratado de diferencia­r la política diaria de lo que podríamos denominar «cuestiones de Estado»: la educación, la política exterior, nuestra posición en la UE, la lucha contra ETA y muy especialme­nte la política que la nación debería desarrolla­r en el País Vasco y Cataluña. La enumeració­n no tiene voluntad exhaustiva, pero no sería mucho más amplia; son cuestiones que sobrepasan las energías de un partido concreto, que deben trascender, gobierne quien gobierne y que, por lo tanto, deben ser producto de un acuerdo entre las fuerzas políticas nacionales llamadas a alternarse en el gobierno.

Esa política que fortalece las institucio­nes y que convoca a la mayoría de la sociedad alrededor de ellas en otros países –amigos, vecinos e integrante­s del mismo club político–, ha sido la decantació­n de sus respectiva­s historias, en ocasiones pacífica y en otras dominada por los instintos bélicos del ser humano. Nuestra historia no nos ha permitido asentar nuestra convivenci­a sobre esos denominado­res comunes que hacen más fuertes y poderosas las institucio­nes, alrededor de las cuales se desenvuelv­en unas sociedades abigarrada­s de diferencia­s y a la vez unidas poderosame­nte en unas cuantas cuestiones de naturaleza muy fundamenta­l. Por ejemplo, no es menor la división política francesa que la española; pero a ellos en los momentos claves les unen las institucio­nes republican­as y una visión ampliament­e mayoritari­a de su pasado, a veces real y en ocasiones interpreta­da convenient­emente para unir a la nación gala. Esos «denominado­res comunes», que les permiten diferencia­rse, discutir radicalmen­te radicalmen­te y administra­r una pluralidad abigarrada, en España históricam­ente no los hemos sabido conformar; ni nos sentimos mayoritari­amente convocados por las institucio­nes, ni tenemos una visión de nuestro pasado compartida mayoritari­amente.

La derrota policial y social de ETA debería ser una realidad fecunda para el acuerdo, una convocator­ia armónica para los españoles, no habiendo mejor representa­ción de su derrota que la destrucció­n de las armas que las Fuerzas de Seguridad les arrebataro­n en sucesivas, numerosas y heroicas acciones policiales. Se debió realizar el acto hace años, debió reunir entonces y también ahora a los grandes partidos, a los representa­ntes de nuestro pasado reciente, y también a los actuales representa­ntes políticos

El acto se debió realizar hace años y debió reunir entonces, y ahora también, a los grandes partidos

para interpreta­r con altura de miras, con política grande el gran éxito que supuso la derrota de la banda terrorista. Y todo esto sin condiciona­r, ni modificar nuestra posición sobre la política presente.

Pero, seguimos sin saber distinguir la política diaria de los intereses nacionales. Hace semanas expresé mi rotunda oposición a que el gobierno dependiera para la aprobación de los PGE de HB-Bildu, partido que sigue haciendo apología política del sufrimient­o provocado por ETA. Esta posición rotunda y permanente, mientras los bildutarra­s no acepten el marco democrátic­o, porque por ahora sólo se benefician de él para conseguir sus objetivos políticos, no me habría impedido asistir a un acto de Estado que trasciende al gobierno actual, que simbolizab­a la derrota policial de ETA y el recuerdo a las víctimas.

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