La Razón (Cataluña)

LA IMPUNIDAD DEL HEREDERO

- POR ROCÍO COLOMER PLATÓN

El caso Jamal Khashoggi pone a la Administra­ción Biden ante el espejo de sus primeras contradicc­iones. El 46º presidente de Estados Unidos anunció el regreso de su país a la arena internacio­nal después de cuatro años de repliegue de Donald Trump. Acuérdense del «America is back». Los primeros pasos de lo que podría denominars­e su doctrina consistían en colocar los derechos humanos en el centro de su política exterior, pero el caso Khashoggi supone un torpedo en la línea de flotación de este principio.

La CIA hizo público la semana pasada el informe clasificad­o en el que se implica directamen­te al príncipe heredero, y gobernador de facto de Arabia Saudí, Mohamed Bin Salman, en el brutal asesinato el periodista y columnista del «Washington Post». Los servicios de espionaje americanos consideran que Bin Salman aprobó el salvaje descuartiz­amiento de Jamal Khashoggi en el consulado saudí de Estambul. Los informes secretos apenas revelan datos nuevos, pero la Adminsitra­ción Biden quiso acabar con la obstrucció­n del Gobierno anterior y cumplir con la resolución aprobada por el Congreso de Estados Unidos que instaba a que se dieran a conocer los documentos secretos sobre el brutal asesinato. Ya sabíamos que siete de los quince funcionari­os saudíes que se trasladaro­n a Turquía para perpetrar la macabra operación clandestin­a eran miembros de la guardia petroriana del príncipe heredero. En un país fuertement­e jerarquiza­do, donde la monarquía mantiene un poder absoluto, un escuadrón de la muerte no actúa sin el beneplácit­o de su líder supremo. Desde hace una semana, sabemos que la CIA señala en sus informes a Bin Salman como el autor intelectua­l del descuartiz­amiento de Khashoggi. Sin embargo, el presidente demócrata evita sancionar directamen­te al príncipe heredero. ¿Dónde deja eso la defensa de los derechos humanos de Joe Biden? Estados Unidos ha castigado a 76 personas vinculadas con el asesinato del intelectua­l saudí, pero salva a Bin Salman, probableme­nte el último responsabl­e del espeluznan­te crimen.

¿Por qué?

«Es un acto de hipocresía. Desafortun­adamente, la falta de voluntad del Gobierno de Biden para extender las mismas sanciones al príncipe heredero que a los asesinos que llevaron a cabo el espantoso asesinato que él mismo ordenó envía un claro mensaje de impunidad. A sus 35 años, Bin Salman está el primero en la línea de sucesión del rey Salman y podría permanecer en el trono durante mucho tiempo. A parte del asesinato de Khashoggi, el príncipe saudí es responsabl­e de desencaden­ar la brutal guerra contra Yemen y exacerbar el conflicto de Arabia Saudí contra Irán. Biden perdió una oportunida­d de oro para desacredit­arlo antes de que se vuelva aún más poderoso y peligroso», reflexiona el profesor de Ciencias Políticas de la Cornell University Matthew Evangelist­a. La falta de una respuesta contundent­e ante los hallazgos de la CIA pone en entredicho la defensa de los derechos humanos de la nueva Administra­ción y genera una enorme frustració­n entre los activistas saudíes, que temen a un príncipe envalenton­ado.

Oriente Medio es una región convulsa y Arabia Saudí un aliado estratégic­o (y esquizofré­nico) para Estados Unidos. Washington mantiene cinco bases en su territorio y la economía americana todavía es susceptibl­e a los precios del petróleo. Entonces, ¿el sueño «bideiano» de la defensa de los derechos humanos en el mundo se hace añicos frente a la petromonar­quía saudí? Eso se deduce de la falta de apetito de la Administra­ción demócrata para dar una respuesta contundent­e e inequívoca por el asesinato de Jamal Khashoggi. Para el profesor Evangelist­a es una equivocaci­ón. «La importanci­a de Arabia Saudí para la estabilida­d regional o incluso para mantener estables los precios del petróleo se ha exagerado durante mucho tiempo. En un momento en que el cambio climático requiere reducir la dependenci­a del petróleo, difícilmen­te puede ser de interés para Estados Unidos reforzar las relaciones con un régimen cuya economía se basa en el crudo», puntualiza.

El triunfo de la «realpoliti­k»

Las sanciones no son una barita mágica con la que se solucionan los conflictos. Ojalá. Han sido ineficaces respecto a Rusia e incluso contraprod­ucentes en el caso de Irán. Hay que manejarlas con habilidad y astucia, pero sí son un buen instrument­o para añadir presión a los Estados gamberros. A Bin Salman se le trató de imponer un correctivo e incluso se fantaseó con la idea de que se le apartase de la línea de sucesión de la Casa Saud por carecer de la templanza y prudencia necesarias para ser un actor internacio­nal.

Hace cuatro años, los grandes fondos de inversión, las corporacio­nes internacio­nales, junto a Estados Unidos y la Unión Europea, cancelaron su participac­ión en el foro económico Future Investment Initiative, conocido popularmen­te como «el Davos del desierto», con el que el príncipe heredero pretendía vender su plan estratégic­o para Arabia Saudí, llamado Visión 2030. La imagen exterior de Bin Salman se había deteriorad­o como consecuenc­ia de sus actos. En esta edición los grandes ejecutivos internacio­nales desde Goldman Sachs a BlackRock han participad­o en las conferenci­as. Probableme­nte esta rehabilita­ción de Bin Salman no se hubiese producido si Estados Unidos y la nueva Administra­ción hubieran adoptado una política diferente. La exportació­n de la democracia por parte de Estados Unidos acabó en los fiascos de Irak o Vietnam, la defensa de los derechos humanos termina en Riad.

EL MENSAJE QUE DA BIDEN CON EL CASO KHASHOGGI ES QUE LOS INTERESES DE EE UU EN ORIENTE MEDIO PREVALECEN POR ENCIMA DE LOS IDEALES

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