La Razón (Cataluña)

La otra orilla de Pontifex

- José Beltrán José Beltrán es director de «Vida Nueva»

Ser puente. Francisco lo lleva adosado al cargo. Pontifex. Está empeñado en empoderar al orbe musulmán más centrado. Hace dos años selló un acuerdo con el gran imán del AlAzhar en Abu Dabi. Ayer, se metió en casa del gran ayatola Al-Sistani en Nayaf. Literalmen­te. Aquello no era el palacio del jeque. Pero no se equivoquen. Lo que diga este venerable anciano va a misa. Literal. Fue el primer chií en condenar al Estado Islámico. Ahora abre las puertas al Papa católico. Algo se mueve. O mejor, muchas fichas están moviendo Bergoglio desde que llegó a Roma. Para hacer ver que la religión no es una rémora a la modernidad ni una excusa para la violencia. Que los valores del monoteísmo construyen fraternida­d. Que solo una alianza de quienes se ven como hermanos pueden superar al terrorismo que echa mano de un Dios que nunca justificar­ía una muerte salvaje.

Ayer dejó entrever que sus planes van más allá. Quiere que musulmanes, judíos y cristianos se conformen como «lobby» de presión. No para un «qué hay de lo mío», esto es, reclamar más mezquitas, sinagogas y catedrales. Pero sí para defender la libertad de creer en el espacio público. Una entente para presionar a la comunidad internacio­nal para acabar con «la creciente proliferac­ión de armas». Y, sobre todo, para juntos, en nombre del Altísimo, «dar voz al grito de los oprimidos y de los descartado­s del planeta». «De nosotros depende que salgan a la luz las turbias maniobras que giran alrededor del dinero y pedir con fuerza que este no sirva siempre y sólo para alimentar las ambiciones sin freno de unos pocos», les retó a los líderes musulmanes en la trascenden­tal llanura de Ur.

Pero para ello, toca cumplir con un requisito previo. El Papa les ha echado algo más que un cable a los rostros más visibles del Islam para sumarse a esta liga por una paz de verdad. Solo les exige algo cambio. Y lo hace desde Irak. En el epicentro del avispero de Oriente Medio. «Nosotros creyentes no podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión. Es más, nos correspond­e a nosotros resolver con claridad los malentendi­dos». Pontifex ha compactado el suelo, vertido pilares, colocado la viga… Pero un argentino, por muy argentino que sea, no puede llegar solo a la otra orilla. Del otro lado también toca apencar.

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