SANIDAD BOLIVARIANA
EstaEsta columna trata de salud en sentido lato. A veces, casi siempre, lo hace stricto sensu y en otras ocasiones abre el compás y da cabida a otros sectores de la realidad, de la sociedad y de la existencia. Hoy mis elucubraciones sanitarias se deslizan hacia el sumidero de ese remolino oscuro que es la política. Los regímenes comunistas sólo desempeñan con solvencia una actividad: la de la propaganda. En ella son maestros. Cuba, por ejemplo, ha convencido a medio mundo de que su sistema sanitario es ejemplar. La primera vez que llegué allí, en 1995, vino a recogerme al aeropuerto un funcionario. Era buenísima persona. No tardó en confesarme que usaba dentadura postiza y que para fijarla no tenía mejor recurso que el de embadurnarla con pegamento de papelería, pues era imposible encontrar otra cosa. Ayer recibí el mensaje que a continuación transcribo...
«A casa, para encargarse de la limpieza, viene desde ya hace más de 15 años una persona de origen boliviano. Esa señora tiene dos hijos en España y otros dos en su país. La hija que vive en Bolivia –nos lo ha contado su madre mientras pugnaba por contener las lágrimas– está pasando el coronavirus. Lo de «pasar» es una palabra neutra para decir que, de momento, sigue adelante, pues ha tenido que luchar denodadamente para que las garras del bicho no la mandasen al otro barrio. La señora gana lo justo para defenderse, pero sólo lo justo, y como, al parecer, las medicinas en Bolivia tienen precios prohibitivos, ella intentó enviar a su hija algunas medicinas, no, desde luego, para curar el coronavirus, pero sí para paliar los dolores. Paracetamol, concretamente, y tal vez algo más, pero no pudo hacerlo. Está totalmente prohibido enviar medicamentos a Bolivia. Tuvo que remitir algún dinero para que su hija comprase allí, a precio de oro, la medicina en cuestión. No estoy seguro de haberla entendido bien, pero me parece que dijo que una pastilla –una– de ese fármaco, tan barato aquí, costaba un dólar allí. Deseo con toda mi alma que se reponga esa chica y con más alma aún deseo que desaparezcan todos esos gobiernos comunistas –el de Bolivia, el de Venezuela, el de Nicaragua, el de Cuba y muy pronto el de España– que impiden comprar paracetamol para paliar la tortura de quienes sufren el coronavirus».