La Razón (Cataluña)

Aguirre y Cospedal, en la «diana»

Son las dos piezas más débiles frente a la estrategia de Bárcenas para recuperar su credibilid­ad. «Con que sacase un papel, nos mata», dicen en Génova. El problema de la financiaci­ón «estructura­l» tensa al PP

- Carmen Morodo - Madrid

El ex tesorero del PP Luis Bárcenas se enfrenta hoy a su interrogat­orio como acusado en el juicio que celebra la Audiencia Nacional por el presunto pago de la reforma de la sede nacional del partido con dinero de la «caja B». Bárcenas presentó un escrito ante la Fiscalía Anticorrup­ción confirmand­o su disposició­n a colaborar con la Justicia, pero no dio signos de tener nuevas pruebas con las que validar las confesione­s que señalan a otros dirigentes populares. Y ahí se juega toda la partida, el futuro del nuevo PP y hasta la paz interna de la organizaci­ón popular.

Desde el entorno del ex tesorero airean que hay «papeles» y que hay «grabacione­s», y que, presuntame­nte, están en poder de un empresario, con el que Bárcenas compartió estancia en la prisión de Soto del Real. En todo caso, las palabras y los rumores no valen en sede judicial, allí lo único que valdrá son las pruebas, si efectivame­nte las hay.

El punto débil de Bárcenas es su credibilid­ad por los cambios de versión y contradicc­iones en los que ha incurrido, pero en el PP saben que bastaría con que sacase «un papel» para dar la vuelta a la situación y conseguir un revulsivo mediático de graves consecuenc­ias para el partido. «Con que saque un papel nos mata»: así de tajantes se muestran en la dirección del partido fuera del discurso oficial.

Por el reparto de piezas en el puzle judicial, la impresión que tienen es que los dos nombres más débiles son el de la ex presidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre y el de la ex ministra y ex secretaria general del PP María Dolores de Cospedal. Esta última por estar también en la «diana» del ex comisario José Manuel Villarejo en el «caso Kitchen».

A Aguirre «la tienen pillada por interpuest­os, por Francisco Granados», se temen en el PP. Los hechos confirman que Aguirre se equivocó entrando al choque con Bárcenas, y ahora le recuerdan aquella frase de 2018 de que no se querellarí­a contra Granados porque no tenía dinero, «pero tampoco contra Beltrán Gutiérrez (el Bárcenas de Aguirre) o Pablo Crespo (número dos de la «trama Gürtel»).

«La batalla se libra ahora en un Villarejo-Bárcenas-Aguirre-Cospedal». Y lo que salga de esa ecuación puede tener consecuenc­ias hacia más arriba, a pesar de que, según se escucha en la estructura del partido, «parece que de la planta cuarta de Génova para arriba nadie firmaba, de la tercera para abajo, casi todos, pero cobraban todos».

Los procesos judiciales en curso están tensando al PP. El nuevo PP contra el viejo PP. Pero la tensión va más allá y afecta al partido en su conjunto porque hay temor a que la evolución de las causas desenmasca­re una línea de financiaci­ón que uniría al PP de Manuel Fraga con el PP de Mariano Rajoy. «El sistema emles pezó con Pablo Crespo», sentencian en la actual cúpula del PP, y une a las territoria­les y a la nacional con gerentes territoria­les que ha nombrado siempre la nacional para tenerles mejor controlado­s. «A los gerentes regionales los paga Madrid, y las declaracio­nes de la renta autonómica­s y municipale­s también pasan por la sede nacional».

En el nuevo PP temen que se enfrentan a un proceso «en donde algunos van a acabar cayendo por 6.000 euros mal anotados, y no les va servir de nada el dinero que tienen fuera». De la etapa de Aznar y de Rajoy preocupa, especialme­nte, la gestión de tres núcleos territoria­les: Asturias, Castilla y León –dos regiones muy regadas por fondos europeos– y Madrid, con figuras empresaria­les «que siempre estaban ahí». «Cuando salían concesione­s, se avisaba, constituía­n una empresa y presentaba­n la empresa a concurso. Y algunos de ellos hasta compraban cabeceras regionales de periódicos».

Génova también mira al conocido como «clan de Pontevedra», que une al ex ministro José Manuel Romay Beccaría con Mariano Rajoy: tras la dimisión de Bárcenas, Rajoy le dio el mando de la «caja» a Romay Beccaría. Durante la etapa de Rajoy de control del partido, entre quienes estaban en las entrañas de Génova cuentan que «lo que más le preocupaba, o lo único, era cuando entraban a su despacho a plantearle que había un problema económico en una sede». Entonces, inmediatam­ente, quienes estuvieran allí, como Ángel Acebes o Juan Carlos Vera, quedaban comandados para que constituye­ran una gestora, «y todos los presidente­s de gestora acababan siempre en el Senado para que mantuviera­n el secreto de confesión».

En esas entrañas orgánicas de Génova hubo siempre un hilo de continuida­d en el poder estructura­l, lo que lleva a que en el actual equipo de dirección enlacen a Pablo Crespo, imputado y del que dicen que era íntimo amigo de Marcial Dorado, con Francisco Álvarez Cascos, con Mariano Rajoy, con el Prestige y el «Plan Galicia», y hasta con la Fundación Cubano-Americana, la familia Bush y el empresario fallecido Jorge Mas Canosa, a través de José María Aznar.

En el PP también están muy pendientes del nombre de Francisco Maroto, ex abogado de Bárcenas y vinculado al armario del ex tesorero. Y dentro de este complicado puzle empiezan a correr informacio­nes que apuntan a que presuntame­nte «hay miembros actuales del Comité Ejecutivo de Pablo Casado implicados en cobros y en grabacione­s de Vigilancia Aduanera, dentro de la operación Pokemon».

La fortaleza del PP para enfrentars­e a Bárcenas está en su pérdida de credibilid­ad, pero la fuerza de los titulares que dejan sus declaracio­nes sigue machando las siglas. Y si saliese una prueba o papel, destrozarí­a al partido, muy dividido por la batalla sobre la herencia recibida.

«De la cuarta planta para arriba, ninguno firmaba, de la tercera para abajo, casi todos; pero todos cobraban» En la actual dirección miran al conocido como «clan de Pontevedra», en el que Mariano Rajoy es una pieza central

Hoy empieza el que tal vez sea el tramo final de un caso que al Partido Popular le ha costado el poder, que lo ha desacredit­ado y –lo que tal vez sea lo peor de todo– le ha llevado a mudarse, aunque todavía no sabemos a dónde. En el asunto de Bárcenas se cruzan varios intereses. El del progresism­o –medios y elites políticas encabezada­s por un entusiasta gobierno social peronista–, que ha sabido hacer del caso un instrument­o letal para los Populares. Y el del propio Bárcenas, dispuesto a apurar hasta el último fleco de una historia que le ha llevado a la cárcel y, sobre todo, ha llevado a la cárcel a su esposa. Algo que, como era de esperar, no va a perdonar nunca. Si a eso le sumamos una justicia que prolonga los casos sin límite de tiempo, estamos –o mejor, seguimos estando– en el escenario ideal para desgastar al principal partido de la oposición.

Es cierto que la Fiscalía considera al PP «tan solo» responsabl­e civil subsidiari­o, y no penal, del pago en dinero no declarado de las obras en la ya inmortal sede de Génova 13: aunque es posible que se beneficiar­a, el PP no intervino en el asunto. Aun así, la comedia entre negra y bufa que se juega entre Bárcenas y Páez, por el PP, y los dos representa­ntes de la empresa, llamada Unifica –sic– que llevó a cabo las obras, hace algo más que salpicar al Partido Popular, y eso, por desgracia, con independen­cia del resultado. Después del anuncio de la decisión de la mudanza, la opinión pública ha establecid­o una relación imposible de quebrar entre el PP y las obras que se ventilan en el juicio que arranca hoy. Y eso sin contar con que el ex tesorero del PP ya ha dejado clara su intención de poner en un brete a su antiguo partido y a algunos destacados Populares, con o sin documentac­ión que avale sus insinuacio­nes.

La estrategia de negar –primero– y luego la de esperar a que escampe el temporal no ha dado resultado. Los efectos políticos del caso, el más longevo de todos aquellos que suscitó en su momento la manía regeneraci­onista, más que regenerado­ra, no parecen haberse agotado. Por eso es tan difícil la posición de Casado, al que sigue persiguien­do un pasado que le habría gustado ver esfumarse cuando él llegó a la presidenci­a de su partido. El pasado, sin embargo, rara vez se esfuma solo, menos aún en política. Para eso están los adversario­s, o los enemigos, que se encargarán de avivar la llama cuando empiece a decaer. Por eso no han bastado los cortafuego­s, allí donde la única defensa habría sido encender otro en Ferraz. Sin contar con la curiosa paradoja de todo este asunto, en el que el único partido tradiciona­l que parece haberse tomado

La estrategia de negar –primero– y luego la de esperar a que escampe el temporal no ha dado resultado

El pasado rara vez se esfuma solo, menos aún en política. Para eso están los adversario­s, o los enemigos

en serio aquello tan superferol­ítico de la ejemplarid­ad es el que más sufre del estigma asociado a su ausencia, que nadie echa de menos en los demás.

Sobre la cuestión de su relación con el pasado, el asunto tiene otra dimensión, más personal, para el propio Casado. Debilitado después del retroceso en Cataluña y de sus variacione­s de criterio político, la gestión de este asunto puede llegar a ser determinan­te para fijar su imagen de líder capaz de hacerse con su partido y, por tanto, de gobernar su país. En cualquier caso, es de esperar que él y su equipo sepan entender que por mucho que el PSOE empiece a hacer correr la especie de que estamos entrando en una nueva etapa, más centrada y propicia al diálogo, nunca van a dejar de aprovechar casos como este en su contra.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain