La Razón (Cataluña)

Pellizco magnicida

- Sabino Méndez

Finalmente,Finalmente, se celebró este año el día 8 de marzo con el concurso de medios no presencial­es, dado el peligroso panorama de pandemia. Debería ser una jornada de orgullo, reivindica­ción y alegría, pero muchos participan­tes airados son de la opinión que es preferible convertirl­a en un altavoz de acusacione­s criminales. En esta ocasión, la ministra Irene Montero, a la que no se le ve mucho el resto del año, se preparó a fondo para su día y compareció con un aire de solemnidad misteriosa que proclamaba suficiente­mente el carácter especialís­imo de la ocasión y que nos hacía preguntarn­os sobre si se decantaría por la celebració­n prometedor­a o por los reproches criminales. En un momento dado, tuvo un acceso expresivo de cierta ansiedad, un arrebato discursivo de esos que podríamos llamar de exceso sebáceo, altamente incompatib­le con la gravedad general de su porte. En casos así, es de agradecer que las manifestac­iones y concentrac­iones sean digitales y no presencial­es porque, antiguamen­te, cuando se alcanzaba cierto punto de ebullición en este tipo de amontonami­entos humanos y la masa se apretaba hacia un lado y a otro, estrujando a los participan­tes, solía suceder que los caballeros bromistas aprovechab­an este tipo de aglomeraci­ones (y las horas punta del metro) para comprimir pedazos de carne ajena entre su dedo índice y el pulgar. Si la compresión sucedía entre varones (yo sufrí un episodio de ese tipo, de niño, por parte de un señor muy raro que me preguntaba dónde estaba mi madre cuando la esperaba a la puerta del mercado) aparenteme­nte no pasaba nada. Pero si en la fracción de epidermis que se hallaba entre índice y pulgar solo se repetían los dos cromosomas X no cabe ahora ninguna duda de que estábamos ante una repugnante iniciativa de machismo criminal.

Que estas concentrac­iones no sean presencial­es (y uno no tenga mucha gente alrededor) nos evita temer que el respingo expresivo de la ministra Irene Montero respondier­a a una compresión de ese tipo. Porque, en caso contrario, se trataría de un atentado gubernamen­tal, algo así como un intento de magnicidio fraccional a pequeña escala, lo cual habría sido enormement­e grave para nuestra vida democrátic­a.

«Si la compresión sucedía entre varones, aparenteme­nte no pasaba nada»

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