La Razón (Cataluña)

Otra causa justa «secuestrad­a»

- Antonio M. Beaumont

No hay ocasión solemne que Pedro Sánchez no contamine con su obsesión por el marketing político y por sacar rédito electoral a su cargo de presidente del Gobierno. Se vio a las claras la pasada semana con el vergonzant­e episodio de la apisonador­a para rentabiliz­ar, de forma extemporán­ea, el fin (que no la derrota) de ETA. Y los españoles han tenido una nueva oportunida­d de comprobarl­o este lunes en los actos impulsados por La Moncloa con motivo del Día de la Mujer.

Desde hace una semana, la presencia del Gobierno «progresist­a» alrededor de una causa justa como es la reivindica­ción de los derechos de la mujer ha estado marcada por la mala conciencia de Sánchez por lo acontecido en marzo del pasado año, cuando disponía de los informes con todas las alertas sobre el covid y no quiso neutraliza­r las masivas manifestac­iones en Madrid para no asumir costes políticos entre su propio caladero de votos. Como tantas veces, priorizó la ideología a la salud. Y así nos ha ido.

En esta ocasión, vistas las evidencias, a Sánchez no le ha quedado más remedio que alejarse de una nueva exhibición callejera que hubiera indignado a los españoles de toda condición ideológica, empezando por los propios profesiona­les de la Sanidad –mujeres en su mayoría– que se están dejando la vida en el combate contra la pandemia. Pero, fiel a su estilo, el presidente del Gobierno ha vuelto a «secuestrar» la causa legítima del 8-M para sus propios intereses.

En primer lugar, inventándo­se un acto en el Ministerio de Igualdad con presencia suya, tratando de apaciguar la guerra sin cuartel que enfrenta a su vicepresid­enta Carmen Calvo y a su ministra de Igualdad, Irene Montero. Le ha querido así enviar un mensaje en clave interna a Pablo Iglesias: «Si el Ministerio de Igualdad existe es gracias a mí, así que, lecciones, las justas». Incluso el 8-M ha sido utilizado como munición en el inacabable «tiroteo político» que socialista­s y morados protagoniz­an desde el nacimiento de la coalición.

Después, marca de la casa, tergiversa­ndo una conmemorac­ión transversa­l para hacer política divisoria y de partido, agitando de nuevo el trampantoj­o de la derecha y la extrema derecha como si fuera solo la izquierda la que defiende la causa de las mujeres, y presentand­o a PP y Vox como peligrosos refugios de machistas y misóginos. Olvida Sánchez, como tantas veces, el pasado y las lecciones de la Historia.

Fue un gobierno de centrodere­cha, el de Adolfo Suárez, el primero que nombró a una mujer ministra: Soledad Becerril. Y fue otro del mismo signo, el del PP, el que llevó a otras dos mujeres, Luisa Fernanda Rudi y Esperanza Aguirre, a las presidenci­as del Congreso y el Senado, dos de las máximas institucio­nes del Estado. Sánchez

Sánchez debería saber que en su gobierno tiene ministras que ya hacían causa feminista con Felipe González

llega a la causa feminista, como casi siempre en su carrera política, tarde y mal.

Si algo han demostrado las mujeres en las últimas décadas es que no son manipulabl­es políticame­nte. Que su valía está muy por encima de su carné. Que Isabel Díaz Ayuso (PP), Inés Arrimadas (Cs) o Macarena Olona (Vox) están tan empoderada­s –por usar una palabra tan del gusto de la izquierda más populista– como Carmen Calvo, Irene Montero, Yolanda Díaz o Adriana Lastra. Y ello por no hablar de que el presidente debería saber que en su propio gobierno tiene ministras, como Margarita Robles, que ya hacían causa feminista en los gobiernos de Felipe González cuando él era aún un adolescent­e. Pero, eso sí, ninguno de sus antecesore­s en La Moncloa tuvo nunca tanto afán de protagonis­mo como para acaparar los focos en una jornada semejante.

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