La iraní Zaghari, moneda de cambio para los ayatolás
La cooperante fue liberada tras cinco años de condena pero sigue retenida por Irán, a la espera de alguna concesión
NazaninZaghari-Ratcliffe,NazaninZaghari-Ratcliffe, de 42 años, respiró libertad, pero con un alivio lejos de ser definitivo. Esta trabajadora humanitaria británico-iraní fue arrestada sorpresivamente en el aeropuerto de Teherán en 2016, bajo acusación de conspirar para derribar el «establishment» clerical del régimen de los ayatolás, y fue condenada a cinco años de cárcel.
El domingo cumplió con la fecha de la pena impuesta. Se le retiró el brazalete de seguimiento, y se le concedió libertad de movimientos en Irán, con prohibición de viajar al extranjero. Desde Londres, su marido Richard Ratcliffe confesó que la vio con una «gran sonrisa» durante la videollamada que mantuvieron tras su liberación. Así ha sido su relación durante durante los últimos años: mediante una estrecha pantalla de teléfono, y con su hija Gabriella –de solo 6 años– tachando en el calendario los días restantes para la libertad de su madre. El deseo para el incierto día de su reencuentro es ir juntas a una tienda de juguetes. Pero el cónyuge fue cauto: «Es un sentimiento ambiguo en este momento. Ciertamente, no sabremos lo que realmente significa hasta el próximo domingo». El 14 de marzo está marcado en rojo en el calendario de ambos. Zaghari deberá reaparecer ante la corte judicial, esta vez para afrontar cargos por difundir propaganda contra el Estado iraní. Ella deniega rotundamente dicha acusación. Antes de la comparecencia, aprovechará para visitar a su abuela, un deseo que mencionó reiteradamente en sus conexiones telefónicas. Desde Inglaterra, Richard se mostró prudente: «Técnicamente, el caso ya terminó, pero simultáneamente vivimos el inicio del siguiente. Seguimos metidos en esta partida de ajedrez».
Desde que fuera arrestada por sorpresa en el aeropuerto persa cuando pretendía regresar a Reino Unido tras una visita familiar, sufrió meses de confinamiento solitario, interrogatorios con los ojos vendados, y continuadas falsas promesas de liberación. Además, tuvo que recurrir a prolongadas huelgas de hambre para forzar ser visitada por médicos.
Oficiales iraníes confesaron a la trabajadora humanitaria que está siendo una víctima colateral de viejas rencillas diplomáticas. Al parecer, Irán pretende cobrarle a Reino Unido una alta suma de dinero –cercana a los 450 millones de euros– por una venta de carros de combate en los años 70 que fue incumplida. Londres estaría dispuesto a pagar la suma, pero no puede materializar la transferencia por las sanciones económicas que pesan sobre Teherán. El ex ministro de Exteriores británico Jeremy Hunt señaló que la situación «es totalmente inhumana. Porque en el centro se encuentran una mujer, su marido y su hija, sufriendo por los líos entre grandes potencias mundiales. Gente ordinaria pagando el precio más terrible». El tormento que sufren Zaghari y su familia fue puesto bajo protección de Exteriores británico, lo que supone que el caso es tratado como una disputa legal y formal entre Londres y Teherán.
Desde Amnistía Internacional, Kate Allen consideró la situación como «otro ejemplo de la calculada crueldad de las autoridades iraníes». Y vislumbra un oscuro desenlace: «Este falso nuevo caso está diseñado para postergar su liberación y meter más presión sobre Nazanin y su familia».