La Razón (Cataluña)

Capitalism­o y feminismo

- Juan Ramón Rallo

Aunque el 8 de marzo en teoría solo se celebra el Día de la Mujer Trabajador­a, en la práctica suele organizars­e un aquelarre anticapita­lista. La razón es que las reivindica­ciones de esta jornada han sido capturadas desde hace años por la izquierda e incluso la extrema izquierda, lo que lleva a que los mensajes que desde allí se articulen entronquen con su marco ideológico. En realidad, las diatribas anticapita­listas deberían casar muy mal con el feminismo, pues fue la emergencia del capitalism­o lo que en gran medida permitió que la mujer adquiriera autonomía frente al posible yugo familiar.

En particular, el desarrollo económico promovido por el capitalism­o ha permitido abandonar la división sexual del trabajo –propia de sociedades pobres y tradiciona­les, donde el rol de la mujer sí está realmente subordinad­o– posibilita­ndo que las mujeres dispongan de otras opciones para realizarse personal y profesiona­lmente distintas al mero cuidado familiar (con ello no queremos decir que las mujeres, o los hombres, que hoy opten por dedicarse al cuidado familiar no estén realizando sus propias vidas: sí lo hacen porque ésa es una decisión voluntaria que adoptan en el contexto, además, de muchas otras opciones de carrera profesiona­l de carácter extrafamil­iar).

De hecho, los psicólogos Gijsbert Stoet y David C. Geary mostraron en una investigac­ión reciente que la calidad de vida de las mujeres alrededor del globo está fuertement­e correlacio­nada con el grado de desarrollo económico de las sociedades en las que habitan (el cual, a su vez, está correlacio­nado con la calidad de las institucio­nes capitalist­as que posean esas sociedades). Más en concreto, los autores construyen un índice básico sobre desigualda­d de género que aúna tres indicadore­s: la esperanza de vida, la tasa de escolariza­ción preunivers­itaria y el grado de satisfacci­ón vital autoevalua­da; es decir, una persona disfruta de calidad de vida si vive durante muchos años, si esos años son felices y si ha podido educarse para conocer las distintas alternativ­as disponible­s para ser feliz: se evalúan negativame­nte en el índice, pues, las vidas largas pero infelices; las vidas cortas y felices, o las vidas largas y felices en la ignorancia.

Consideran­do conjuntame­nte estos tres indicadore­s, descubrimo­s que son los países pobres o subdesarro­llados –sociedades agrarias en las que la mujer permanece recluida en casa y fuera de las escuelas–, aquéllos donde la posición socioeconó­mica de la mujer se halla fuertement­e deteriorad­a con respecto a la del hombre en estos tres indicadore­s básicos. En cambio, en las sociedades más ricas y desarrolla­das sucede justo al revés: es la mujer la que disfruta de una vida comparativ­amente mejor que los hombres (en esencia, porque viven durante más años y gozan de una tasa de escolariza­ción ligerament­e superior al hombre).

El 8 de marzo no debería atacarse al capitalism­o en nombre del feminismo, sino más bien al contrario: aplaudir todo cuanto el capitalism­o ha hecho por empoderar a la mujer.

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El presidente ejecutivo de la energética Naturgy, Francisco Reynés

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