Ishiguro y las amenazas de la Inteligencia Artificial
El novelista aborda un mundo distópico y de robots en su magnífica «Klara y el sol»
A Kazuo Ishiguro le gusta indagar en los horizontes difusos, donde lo humano parece desvanecerse en lo nebuloso. En «Los restos del día» entraba en la bruma de aquella aristocracia británica que se alineaba con los nazis en aras de la mejor de las razones sin entrever su error. Un confín ideológico que era también un abismo moral. En «Nunca me abandones» concentraba sus esfuerzos literarios en la vida de tres clones concebidos para que cedieran sus órganos y morir, a pesar de sus sentimientos y su conciencia, antes de alcanzar la madurez. Y en «Klara y el sol» (Anagrama), su nuevo libro después de recibir el Nobel de Literatura (tarda un promedio de cinco años en publicar uno), aborda una realidad inquietante: ¿qué nos define como personas y significa un ser humano en la época de la interacción con los robots, la influencia de la tecnología y los avances de la genética? Ishiguro no ha escrito sobre un futuro lejano, sino inminente, que ya está aquí. «El tema de las pantallas que saben más de nosotros es muy serio. Si el Big Data y la tecnología invaden nuestras vidas hasta este punto tendrá un claro impacto. Siempre hemos creído que poseemos un alma especial, pero, en ese caso, ¿qué vamos a hacer? ¿Hay algo que nos haga especiales? Es una de las preguntas que planteo. ¿Qué significa amar? ¿Somos irreemplazables?».
Niños «mejorados»
Para el autor, «no hemos despertado» a la nueva realidad que tenemos delante de nosotros, que proporciona enormes ventajas pero que también trae amenazas. «Hay una herramienta genética, que cualquier estudiante con cualificación puede manejar, que edita material genético. Ha demostrado ser eficiente para luchar contra la leucemia y resolverá los problemas de la alimentación». Pero Ishiguro expresa un temor: «Con esta tecnología, cómo vamos a evitar nacimientos de niños mejorados intelectualmente, atléticamente o que simplemente no caigan enfermos. Habrá una especie de meritocracia en nuestra sociedad. Puede ser peligroso que existan unas personas mejores que otras».
Al escritor le inquietan los desafíos de la tecnología. Y recuerda su juventud, «cuando el mundo era estable, cómodo y bello», y en las novelas se ponía el «énfasis en las debilidades humanas». Pero en «Klara y el sol» asoma un orbe distópico que se desliza sobre un fondo oscuro. «Tenemos grandes retos. La inteligencia artificial eliminará los empleos de la mayoría, incluso de la élite intelectual y académica. Habrá un desempleo masivo. Puede que se creen otros trabajos, pero hay que pensar cómo dirigir las sociedades. A lo mejor tenemos que abandonar el paradigma ganar dinero igual a comer. ¿Cómo va a sobrevivir la gente cuando desaparezca la idea de capitalismo y este sistema no funcione?».
La historia nació como un cuento para responder a una cuestión: ¿y si el hombre albergara más de un alma? La fábula, destinada a su hija, creció hasta convertirse en una novela sobre el aprendizaje de una Inteligencia Artificial, Klara, un robot que cuida de una chica y que al mismo tiempo aprende. «Este texto pertenece a la ciencia ficción, pero viene de los cuentos. Me gustan los infantiles porque siempre hay en ellos un poso de oscuridad y tristeza de la realidad que les espera. Es como si los adultos les dijéramos, el mundo es fantástico, pero no queremos mentiros: en el bosque hay puntos oscuros. Klara es una de esas criaturas de la oscuridad». Ishiguro, de hecho, ahora también ve penumbras en los acontecimientos. «Después de la Segunda Guerra Mundial parecía que todo avanzaba en la buena dirección, aunque sabía que en el tiempo de mis padres habían sucedido cosas espantosas. Pero el planeta iba en la dirección correcta y asumí que sería así, que la democracia ganaría la batalla. En 1989, pensé que este sistema era el único que jugaba la partida, pero he cambiado mis convicciones y ya no tengo la misma confianza que antes». Ishiguro admite que en este momento existen «modelos alternativos a la democracia muy potentes como el de China y Rusia. Son contramodelos». Previene contra «la era de la vigilancia, la inteligencia artificial y el Big Data que pueden afectar a los sistemas liberales» y sostiene: «Antes nuestras sociedades eran más ricas, crearon los supermercados y las admiraban porque eran mejores. Por eso los países abandonaron los sistemas opresores, pero es posible que la AI y el Big Data eliminen la ventaja de las democracias y que las sociedades autoritarias dispongan de herramientas que no existían en la Guerra Fría».
El escritor adelanta que probablemente «sea difícil competir con sociedades que pueden tomar decisiones económicas centralizadas que sean más efectivas y que dispongan de sistemas de vigilancia que controlen a los ciudadanos perfectamente».
«El Big Data elimina las ventajas de la democracia y proporciona herramientas a las sociedades autoritarias»
«¿Cómo van a sobrevivir las personas cuando desaparezca la idea de capitalismo y este sistema ya no funcione?»