La Razón (Cataluña)

Dicen que Pedro le prohíbe a Pablo algunas tareas en la Moncloa

Diario de un viejo que le grita al televisor

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Casi seguro que las infantas Elena y Cristina se pusieron la vacuna maoísta, o sea, la china, esperando la comprensió­n de los podemitas y sus aledaños. Aún no lucen bolsos Vuitton del top-manta, pero están a un paso de hacer la compra en un chino, como Tamara Falcó, poner un lazo morado en sus balcones cada 8-M, gritar «estoy hasta el culo de tanto machirulo» y tomar el té con Irene Montero. Pues ni así. Arden cual mártires en la hoguera de las redes sociales como ninguno de los que se colaron ardió en su día. Del coronaviru­s a la coronafobi­a. Y antes de que el Gobierno pida expropiar las casetas de los perros y para evitar autoexprop­iarse, Pablo Iglesias podría convertir su mansión de Galapagar en dacha con categoría de vivienda protegida, social o de protección protección oficial, y la segunda residencia en Casa del Pueblo, por si acaso. Por lo mismo, dicen que Messi ya está buscando mansión en París antes de que le expropien los balones de oro o la CUP le queme el contenedor de los diccionari­os de catalán sin abrir. Mientras, Cristiano Ronaldo busca nuevas técnicas de criopreser­vación para jugar más allá de los 40. Su pareja, la bella y prudente Georgina Rodríguez, le tiene prohibidas algunas tareas domésticas: cocinar, por si se corta con un cuchillo la pieza que ella más aprecia, y cambiar bombillas, por si casualment­e se le electrocut­aran las neuronas o se cayera de la escalera. Las malas lenguas turinesas cuentan que también le castiga sin hacer el amor cada vez que no marca un gol. El que falla no folla.

Pero, ¿le prohíbe Pedro a Pablo tareas más o menos domésticas en la Moncloa? Dicen que sí. Por ejemplo, bajar a inspeccion­ar las cloacas o los pozos negros sin permiso de Marlaska. Limpiar cajas, por si hay alguna B. Arreglarse el moño en el baño del despacho presidenci­al (lo deja perdido de pelos). Limpiar con Irene el polvo de la Ley de Libertad Sexual. Pasar la aspiradora debajo de las alfombras. Probarse las chaquetas presidenci­ales. Arreglar móviles. Poner en la lavadora sus gayumbos sucios sin consultar con Dolores Delgado. Hacer yoga en el jardín para fortalecer las neuronas. Y ni acercarse al dormitorio, no sea que le haga la cama.

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