La Razón (Cataluña)

Batalla vibrante y victoria por KO de Haaland

El delantero del Borussia marca los dos goles de su equipo ante un Sevilla dominador y atrevido que no pudo remontar en Dortmund una eliminator­ia que tenía prácticame­nte perdida desde la ida

- Lucas Haurie

El Sevilla no jugará los cuartos de la Liga de Campeones, pero dejó, en la máxima competició­n continenta­l, la tarjeta de visita del huésped que se marcha, aunque piensa volver. En el campo del Borussia Dortmund, el equipo de Julen Lopetegui se topó con dos obstáculos demasiado altos incluso para el partido valiente que planteó: el resultado de la ida, casi disuasorio, y la diabólica eficacia de Erling Haaland.

La sorpresa del chef fue Óscar Rodríguez, fichaje estival que llegó con la vitola de su recién estrenada internacio­nalidad y tras un desembolso consecuent­e con su pertenenci­a al Real Madrid, que es alérgico a la baratura. Ni por ésas le ha dado Lopetegui apenas bola en medio año, en el que sólo había dado señales de vida… en los últimos veinte minutos del partido de ida, cuando se distinguió con un tiro al palo y una asistencia en el postrero intento por mantenerse con vida para la vuelta. Las situacione­s desesperad­as conducen, a veces, hacia soluciones de tintes esotéricos –como el enfermo terminal que recurre al curandero– y un tesoro recóndito puede aparecerse en ese espacio evanescent­e que hay entre la ciencia y la creencia.

El plan real, sin embargo, era estrictame­nte futbolísti­co y estuvo ejecutado de forma impecable por un equipo valiente porque a la fuerza ahorcan y el 2-3 de la ida era una soga que apretaba de lo lindo. Una exhibición de media hora fue lo que dio el equipo de Lopetegui, con la presión alta encerrando a los amarillos en su área y un puñado de llegadas que acongojaro­n a los teutones, un anfitrión con bajas y poco fiable en defensa, que se salvó del 0-1 porque Hitz metió un manotazo afortunado a un tiro de Ocampos, porque Óscar pateó al aire solo en el punto de penalti o porque un derechazo de Suso salió a un centímetro del poste.

Una de las rémoras de este Sevilla es que, en ocasiones, se muestra ineficaz hasta la desesperac­ión, incapaz de convertir el dominio en goles, y eso fue lo que le pasó ante un Borussia Dortmund que es exactament­e lo contrario por obra y gracia de Erling Haaland, con toda probabilid­ad el mejor goleador puro del momento –Cristiano Ronaldo incluido–. Ejecutó su equipo una presión agresiva que terminó provocando un choque entre Suso y Koundé, pérdida, pase de la muerte de Reus y remate del nibelungo para quitarle del todo las ideas de remontada a los sevillista­s que todavía pudieran albergarla­s.

La desventaja no varió el plan del Sevilla, que seguía con la misión insensata de meter unos cuantos goles y el vodevil protagoniz­ado por Çakir, el árbitro turco, y su asistente de VAR al comienzo de la segunda parte. Haaland, que tiene la fuerza de una apisonador­a, pasó por encima de Fernando en un balón dividido y marcó el segundo gol. Falta cristalina que el árbitro se había tragado, por lo que fue llamado a consultas. Anuló el tanto, lógicament­e, pero ya que estaba en el monitor revisó un levísimo agarrón de Koundé al noruego acaecido más o menos dos horas antes a varios kilómetros del balón, que cayó manso en los guantes de Bono. Penalti alucinante que detuvo el portero del Sevilla, hizo una parada mejor todavía en el rebote... y tuvo que repetirse el lanzamient­o porque su segundo pie se separó medio nanomilíme­tro de la raya antes de tiempo. «Persona o cosa que acarrea problemas y dificultad­es sin aportar gran provecho», he ahí la definición que el DRAE hace de la palabra «pejiguera».

A esas alturas, ya todo daba igual, incluido el resultado. El partido se había convertido en un duelo a muerte entre 22 tíos, en el sentido más heteropatr­iarcal del término, picados como legionario­s ante una caja de botellas de orujo. Cada fricción originaba un incendio forestal, tales eran las chispas que saltaban, cada adversario a la vista era víctima de un insulto tabernario y cada jugada no era un intento de marcar un gol, sino una excusa para mos

trar supremacía: física, técnica, táctica, anímica, cualquier cosa. Todo eran pequeñas batallas y en esa locura pescó el Sevilla su gol, tan merecido, al transforma­r EnNesyri un penalti sobre De Jong.

Se podía creer en el milagro, claro, porque Bono se agigantó para impedir en un par de ocasiones el tercer gol germano. Necesitaba el Sevilla marcar un gol para que temblara el rival, lo que consiguió mediante En-Nesyri en el penúltimo minuto del descuento. Tremendo el cabezazo del marroquí que llevaba un débil hilo de esperanza, que se convirtió en un «casi» en la última jugada del encuentro, con Rakitic y Diego Carlos con el balón controlado en el área alemana sin hueco para poder chutar. ¡Vaya carrusel de emociones!

Después del empate en el 95, Rakitic y Diego Carlos tuvieron el balón controlado en el área sin hueco para tirar a puerta

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Haaland celebra el segundo gol que marcó al Sevilla en la vuelta de los octavos de final
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EFE

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